El control de capitales: Una medida irracional

por Ian Vásquez

Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.

Cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) indicó, recientemente, que el control de capitales podría amainar las turbulencias de los mercados emergentes, sólo creó más nerviosismo a nivel mundial. Esto no ayudó a países como Brasil, amenazado por el alcance de su crisis financiera. Detrás de las equivocadas propuestas de controlar capitales está la idea de que los Gobiernos, en ocasiones, deben tomar medidas extremas para corregir la conducta irracional de los inversores.

Por Ian Vásquez

Cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) indicó, recientemente, que el control de capitales podría amainar las turbulencias de los mercados emergentes, sólo creó más nerviosismo a nivel mundial. Esto no ayudó a países como Brasil, amenazado por el alcance de su crisis financiera. Detrás de las equivocadas propuestas de controlar capitales está la idea de que los Gobiernos, en ocasiones, deben tomar medidas extremas para corregir la conducta irracional de los inversores.

Todavía quedan responsables políticos que tienen el talento de animar a los inversores no introduciendo restricciones de capital. Hoy, los inversores se están comportando como lo hacen precisamente por las decisiones de algunos responsables políticos. Por supuesto que, en estos últimos años, todas las crisis financieras de un país se han debido a alguna de las siguientes políticas desacertadas: medidas fiscales o monetarias inconsistentes, créditos controlados por el Gobierno, falta de claridad en la separación entre Gobierno y sector privado, tipos de cambios fijados por la Administración, escasa transparencia en las instituciones públicas y garantías por parte de los gobiernos y del Fondo Monetario Internacional de rescatar financieramente a los inversionistas.

Tratando de controlar las reacciones de los inversores ante la inestabilidad provocada por la política, los países que imponen las restricciones de capitales tratan los síntomas en lugar de la enfermedad. Como ejemplo, Steve Hanke, economista de la Universidad Johns Hopkins, señala que “los flujos de dinero especulativo están asociados a los tipos de cambio fijados por los Gobiernos”. El control de capitales, contrariamente a la opinión más generalizada, sólo empeora las cosas.

Se menciona con frecuencia a Chile como un país que disfruta de su crecimiento debido al control de capitales. Se ha argumentado que si los países asiáticos hubieran impuesto un control de capitales como el que ha tenido Chile desde 1991, hubieran podido evitar o minimizar los problemas actuales. Pero todas las evidencias apuntan en la otra dirección.

El economista chileno Sebastián Edwards sugiere que todos los que utilizan su país como un ejemplo positivo ignoran la historia. Existe un interesante paralelismo entre el Asia de hoy y el Chile de principios de los ochenta, cuando éste formaba parte de los más severamente afectados por la crisis de la deuda del Tercer Mundo. A diferencia del resto de Latinoamérica, la mayor parte de la deuda de Chile procedía del sector privado. De la misma forma, la crisis de la deuda asiática está centrada básicamente en el sector privado, como consecuencia de los enormes préstamos avalados por los Gobiernos a un conjunto de empresas industriales. Hay una diferencia importante: Chile, a principios de los ochenta, tenía un control de capitales virtualmente idéntico al que ha tenido hasta hace poco. El control de capitales, entonces en vigor, no ayudó al país a evitar la crisis. Con razón que Chile empezó a reducir esas restricciones este año.

Después de la crisis de la deuda de los ochenta, Chile ha liberalizado algo más su mercado, desregulando y privatizando buena parte de su economía. Ha quedado claro que su economía ha prosperado a pesar del control de capitales y no gracias a él. Para resaltar más todo esto, Edwards cita a Argentina, un país que abolió todo tipo de control de capitales a principios de los noventa.

Argentina ha disfrutado de la estabilidad de su divisa y de los tipos de interés más bajos de toda la zona, mientras que la divisa chilena ha estado sometida a presiones desde el estallido de la crisis financiera asiática, y la volatilidad de sus tipos ha sido cinco veces mayor que la de Argentina.

Una costosa vía para el desarrollo

La restricción de capitales no garantiza la estabilidad económica y es una vía muy costosa de desarrollo. A lo largo de las últimas cuatro décadas, Hong Kong ha llegado a ser próspera, con una economía abierta, aunque haya experimentado grandes fluctuaciones económicas. La India, por contra, se había autoprotegido de capitales extranjeros hasta hace poco y el resultado ha sido el empobrecimiento de su pueblo. Chile ha sufrido claramente políticas que restringieron los fondos del exterior. Los empresarios del país se quejaban de que la escasez de capital extranjero había hecho subir los tipos de interés a niveles excesivamente altos. Esta política estableció así una discriminación a favor de las multinacionales que tenían acceso a créditos en el mercado internacional, donde los intereses eran mucho menores.

Los países que restringen capitales, a menudo lo hacen porque hay algo equivocado en sus fundamentos económicos. Si imponen controles creyendo que así tendrán un espacio de respiro para introducir reformas, muy posiblemente usarán esas restricciones para retrasar o parar los cambios de política necesarios. Es más probable que países como Brasil lleven a cabo importantes medidas de reformas, si al mercado se le permite proveer señales a los políticos mediante el libre flujo de fondos.

Desgraciadamente, la idea de restringir estos flujos ha ganado adeptos con el respaldo de eruditos y organizaciones internacionales, sembrando la incertidumbre entre los inversores de todo el mundo. Los controles irracionales de los Gobiernos, como los ejercidos sobre el capital, van camino de constituir un auténtico foco de contagio, haciendo más pobres, literalmente, a miles de millones de personas.