El camino no recorrido
Manuel Hinds compara indicadores de desarrollo entre Costa Rica y El Salvador a lo largo del último medio siglo.
Por Manuel Hinds
En medio de la fanfarria de la introducción del bitcoin como moneda de curso legal obligatorio, de la duplicación de las fuerzas armadas y de las promesas de que esto llevará al país a niveles altísimos de desarrollo aunque la salud y la educación de la población sigan siendo tan malas como son, un artículo publicado en la revista norteamericana The New Yorker explica claramente cómo el esfuerzo sostenido por varias décadas en Costa Rica ha llevado a la población costarricense a tener una esperanza de vida (80,3 años) que supera la de EE.UU. (78,8 años), cuando en 1960 estaba muy por debajo de ella (60,4 contra 69,8).
Como nota el artículo de The New Yorker, Costa Rica ha logrado esto con un enfoque muy innovador de combinar la salud pública manejada con unidades médicas muy bien equipadas en las comunidades con la atención médica en clínicas y hospitales. Esto le ha permitido a Costa Rica enfocarse en la prevención para disminuir radicalmente la necesidad de atender en clínicas y hospitales. La extensión de la esperanza de vida de los costarricenses ha sido espectacular, con gastos mucho más modestos que en EE.UU.
El artículo podría haberse extendido a mostrar también cómo esta mejora dramática de la salud del pueblo se ha combinado con una igualmente dramática mejora de la educación y la estabilidad política para posicionar a Costa Rica como el quinto país con mayores ingresos por persona en América Latina, con un ingreso que es el triple del de El Salvador, después de que éste era el 76% del de Costa Rica en 1965.
Estas cifras demuestran claramente la efectividad que han tenido las políticas costarricenses en salud y educación para promover el bienestar del pueblo y su crecimiento económico —un tema técnico y de prioridades estatales. Pero también demuestran claramente los terribles costos que el divisionismo, los continuos conflictos y la inestabilidad política han tenido para El Salvador.
En el fondo, al buscar las razones últimas por las que Costa Rica se ha despegado del resto de Centro América para estar entre los países más desarrollados de la región es fácil identificar una que los distingue. Diferente a El Salvador, y a algunos otros países como Venezuela, Perú y ahora desafortunadamente Chile, en Costa Rica la población ha buscado consistentemente su propia mejoría, mientras que en nuestro país y los otros mencionados ha buscado hundir a los demás. En la famosa expresión, “O todos en el suelo o todos en la cama”, en El Salvador el objetivo del pueblo ha sido que todos en el suelo, mientras que en Costa Rica el objetivo ha sido que todos suban poco a poco a la cama. Partiendo de una situación que no era muy diferente en los años sesenta, con algunas ventajas para El Salvador (como la creación en ese momento de un grupo de empresas de alta tecnología alrededor de Texas Instruments), El Salvador se estancó en un pantano de agresiones mutuas, dándole más prioridad a la destrucción del prójimo que al progreso propio, mientras que en Costa Rica la gente se centró en el mejoramiento propio y en encontrarlo en la mejoría del capital humano: salud, educación, y aceptación de los demás. En este proceso, mientras en El Salvador la gente, como ahora, buscaba un desarrollo inmediato, en Costa Rica, maduramente, comprendieron que la economía y el bienestar del pueblo pueden mejorarse solo si la gente se vuelve más productiva, lo cual toma tiempo, y se armaron de paciencia mientras actuaban en la salud y la educación del pueblo. En El Salvador la gente no tiene paciencia.
Lo quería todo ya, y arrebatado. La historia les dio la razón a los costarricenses. Los sesenta años pasaron para ambos países, pero los resultados fueron muy distintos. En sus arrebatos de rabias internas, los impacientes, los que se desgarraron en odios y resentimientos, pasaron por guerras, envidias, venganzas, y se atrasaron todavía más de lo que estaban. Su ingreso, que era el 76% del de los pacientes, es ahora sólo el 34% del de éstos, y todos sus indicadores de salud, educación y bienestar social se han mantenido muy por debajo de los de Costa Rica. Y mientras esto ha ido pasando, en vez de aprender una lección tan clara, los salvadoreños han renovado sus odios y sus instintos destructivos. Igual que en los sesenta años anteriores, la destructividad sigue haciendo su labor, mientras que Costa Rica se va convirtiendo en desarrollada. Si El Salvador sigue con odios, y no descubre el verdadero camino al desarrollo, la diferencia va a ser cada día peor.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 26 de agosto de 2021.