El beso de la muerte de Macri: el peso argentino y el FMI

Steve H. Hanke considera que además de la mal concebida estrategia de gradualismo económico, a Macri le afectó el peso argentino y el haber acudido al FMI, cuyos programas no aportan la cura sino que más bien crean gobiernos adictos.

Por Steve H. Hanke

En las elecciones primarias de Argentina Alberto Fernández y Crisina Kirchner derribaron al desafortunado presidente de la República Argentina Mauricio Macri. Su victoria prácticamente garantiza que el equipo Fernández-Kirchner ocupará la Casa Rosada luego de la elección presidencial en octubre.

Para muchos, incluyendo a los encuestadores, los resultados de las primarias fueron una sorpresa. No para mi. He estado advirtiendo desde hace más de un año que el gradualismo, que es el mantra de Macri, es una fórmula para lograr el desastre político. Si eso no fuera suficiente, el peso argentino es otra bomba tiempo que ha enviado a muchos políticos argentinos a una jubilación temprana. Y, para agregar un insulto a la injuria, Macri acudió a los “bomberos” del Fondo Monetario Internacional (FMI) para rescatar al peso. Estos tres factores sellaron el destino de Macri. 

Resulta que esta película se ha repetido una y otra vez en Argentina. El país ha visto muchos gradualistas terminar mal. Lo que hace único a Macri es que el promovió al gradualismo como una virtud. Macri y sus asesores obviamente nunca estudiaron la historia del gradualismo económico. Cuando los presidentes se enfrentan con una montaña de problemas económicos, son los que toman medidas atrevidas los que triunfan.

Respecto del veneno que puede ser inyectado mediante una crisis del peso, los ejemplos son casi tan numerosos que son casi imposibles de contar. Para enumerar tan solo unos pocos de los importantes colapsos del peso argentino: 1876, 1890, 1914, 1930, 1952, 1958, 1967, 1975, 1985, 1989, 2001, y 2018.

Es notable la mayor frecuencia de las crisis del peso luego del establecimiento del Banco Central de la República Argentina (BCRA) en 1935. De esto resultó un mal manejo monetario. El gráfico abajo cuenta la historia del BCRA. Antes del BCRA, el peso argentino se defendía en relación al dólar de EE.UU., siendo sus PIB per cápita casi iguales en 1935. Pero, luego de que el BCRA entró en la película, una gran divergencia empezó a darse. Ahora, el PIB per cápita de EE.UU. es aproximadamente tres veces aquel de Argentina.

El percance monetario más reciente del BCRA sucedió el año pasado, cuando pobre peso perdió 58% de su valor en relación al dólar estadounidense desde principios de 2018 hasta fines de mayo de 2019. ¿Qué estuvo detrás de ese colapso? Durante el gobierno de Macri, no obstante, el BCRA había estado financiando de manera oculta el gasto deficitario de la administración. El gobierno hizo esto mediante la esterilización de los aumentos en el componente de la base monetaria que comprende activos extranjeros netos. Eso se hizo a través de la venta de bonos emitidos por el BCRA (LEBACS). La esterilización (y el financiamiento del déficit del gobierno) se dio en una escala masiva. En el periodo de enero de 2017-mayo 2018, el BCRA esterilizó 50% del aumento total en el componente de la base monetaria que comprende activos extranjeros. Como consecuencia de esto, el BCRA era la fuente más importante de financiamiento para el importante déficit fiscal primario de Argentina. Estas travesuras monetarias/fiscales argentinas fueron una invitación a todavía otro desastre monetario.

Luego del colapso del peso, Macri fue a pedir fondos al FMI. Esta fue la daga en el corazón de la carrera política de Macri. Para empezar, los argentinos desconfían, sino es que odian, al FMI —y con justa razón: específicamente, el FMI tiene un record de fracasos en Argentina. Si, las prescripciones del FMI han resultado ser la medicina equivocada. Para estabilizar el tipo de cambio de una moneda mal concebida (léase: el peso argentino), el FMI ordena tasas de interés por los cielos. Con estas tasas, la economía colapsa, como también lo hace la moneda local que el FMI está tratando de estabilizar.

Como el economista Robert Barro de la Universidad de Harvard explica, el FMI le recuerda la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury “en la que la misión del departamento de bomberos es empezar fuegos”. El fundamento de barro para llegar a esa conclusión son sus propias investigaciones extensas. Su evidencia condenatoria encuentra que:

  • Una participación más alta del financiamiento del FMI reduce el crecimiento económico
  • Los préstamos del FMI reducen las inversiones.
  • Una mayor involucración de los programas del FMI reduce el nivel del Estado de Derecho en una democracia

Y si todo eso no es suficientemente malo, los países que participan en los programas del FMI suelen ser reincidentes. Los programas del FMI no proveen curas sino que crean adictos.

Para tener una imagen más clara del problema de adicción (léase: la reincidencia), considere el cuadro presentado abajo. Este enlista el número de programas del FMI en los cuales146 países han participado. Haití lidera el grupo con 27 programas desde que se unió al FMI en 1953. Argentina se destaca también. Ingresó el FMI en 1956 y ahora está involucrada en su programa No. 22. Esto implica que participa en un programa nuevo cada 2,8 años.

Armados con los resultados de las elecciones primarias, los argentinos ahora están cambiando pesos por dólares tan rápido como pueden. El peso perdió un impresionante 20,5% de su valor en relación a su dólar preferido desde el viernes 9 de agosto y el lunes 12 de agosto. En virtud de cualquier medida, que utilice datos de alta frecuencia, la tasa de inflación de Argentina se ha disparado a 103% al año (ver gráfico abajo).

Para acabar con la pesadilla monetaria sin fin de Argentina, el BCRA, junto con el peso, deberían ser colocados en un museo. El peso debería ser reemplazado con el dólar de EE.UU. El gobierno de Argentina debería hacer oficialmente lo que todos los argentinos hacen en momentos problemáticos: dolarizar. Es hora de que las élites argentinas despierten y enfrenten la realidad.

Este artículo fue publicado originalmente en Forbes.com (EE.UU.) el 12 de agosto de 2019.