El atolladero de Medio Oriente
Ian Vásquez considera que los Acuerdos de Abraham, lejos de crear una región pacífica en la que Estados Unidos se involucraría cada vez menos, los acuerdos garantizan su activa presencia, sobre todo en temas de seguridad.
Por Ian Vásquez
El mes pasado escribí en estas páginas que la política de Estados Unidos de acercar Arabia Saudita a Israel no sería “transformadora para Medio Oriente y más allá”, como sostenía el gobierno de Joe Biden, sino que representaba el continuismo de políticas que fortalecían el statu quo autoritario y la inestabilidad en la región.
Como sabemos, desde entonces, Hamás atacó de sorpresa a Israel, masacrando a más de 1.400 de sus ciudadanos y provocando una represalia del país judío que ha resultado en miles de muertes de palestinos en Gaza y la promesa de una invasión bélica al territorio. La guerra entre Israel y Hamás está al borde de convertirse en una guerra regional que podría atraer la participación de poderes más allá del Medio Oriente.
No cabe duda de que una de las razones principales del ataque de Hamás fue precisamente el propuesto acercamiento de Arabia Saudita con Israel. A cambio del acercamiento, lo que proponía Estados Unidos al país árabe era un pacto de seguridad y ayuda en su programa nuclear civil. Para Arabia Saudita, eso es mucho más importante que basar sus relaciones en los intereses de los palestinos.
Para Israel, normalizar relaciones con los países árabes le sirve, entre otras cosas, para reducir la presión que recibe en la región respecto a sus políticas hacia los palestinos. Es verdad que, por ahora, Arabia Saudita y el resto del mundo árabe han criticado fuertemente la represalia de Israel. A la misma vez, tanto Israel como Arabia Saudita han confirmado que siguen interesados en el acercamiento.
Incluso ahora, o quizás más ahora que antes, los intereses de los dos países están alineados. Después de todo, su enemigo en común es Irán, benefactor de Hamás y Hezbolá, grupo antiisraelí militar basado en el Líbano. Por esa misma razón, el apoyo de Estados Unidos no hacía falta, pero su participación ha acelerado y acrecentado una crisis regional y garantiza que siga el superpoder inmiscuido en el atolladero del Medio Oriente.
Mi análisis se basa en un estudio reciente del experto Jon Hoffman. Ahora él y Justin Logan, otro experto en seguridad internacional, han elaborado una crítica de fondo de la política estadounidense hacia la región en The National Interest.
Los autores sostienen que “la dedicación de Washington al inestable y antiliberal orden regional ha sido perjudicial tanto para la estabilidad regional como para los intereses estadounidenses”, a pesar de que Washington sostiene que está promoviendo la paz y la estabilidad. De hecho, pocos días antes de la guerra entre Hamás e Israel, el asesor de seguridad nacional de Biden proclamó el éxito de la política estadounidense de tal manera: “la región del Medio Oriente está más tranquila hoy que en las últimas dos décadas”.
Hoffman y Logan no solo critican el apoyo estadounidense a la dictadura de Arabia Saudita, sino también a los Acuerdos de Abraham, el proceso liderado por Estados Unidos que normaliza las relaciones de Israel con otros países árabes. A pesar de que tales acuerdos se han presentado como “el amanecer de un nuevo Medio Oriente”, los autores dicen que “los Acuerdos de Abraham no representan una panacea para los problemas de la región. Representan la formalización de un orden político, económico y de seguridad coercitivo diseñado para mantener el statu quo en la región”.
Lejos de crear una región pacífica en la que Estados Unidos se involucraría cada vez menos, los acuerdos garantizan su activa presencia, sobre todo en temas de seguridad. Eso puede ser de interés para los gobiernos de Israel y algunos árabes, pero Estados Unidos recibe casi nada a cambio en términos de beneficios. Se queda en el atolladero del Medio Oriente, muchas veces acrecentando sus problemas.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 24 de octubre de 2023.