El apetito americano por las materias primas: Pruebas de la desmaterialización
Marian L. Tupy afirma que mientras que la demanda de ciertas materias primas ha crecido, muchas otras han experimentado descensos absolutos debido a los avances tecnológicos y las mejoras de la eficiencia.

Por Marian L. Tupy
Resumen: Un nuevo estudio examina cómo Estados Unidos ha modificado sus patrones de consumo de materiales desde 1900, mostrando una tendencia de "desmaterialización relativa" a partir de 1970 aproximadamente. Mientras que la demanda de ciertos productos básicos ha crecido, muchos otros han experimentado descensos absolutos debido a los avances tecnológicos y las mejoras en la eficiencia. La innovación y la globalización han permitido a la economía estadounidense extraer más valor de menos recursos, lo que plantea interrogantes sobre la sostenibilidad a largo plazo de esta tendencia en un mundo cada vez más digital e intensivo en energía.
Un nuevo estudio de Iddo K. Wernick, del Programa para el Medio Ambiente Humano de la Universidad Rockefeller, titulado "¿Se está desmaterializando América? Tendencias y compensaciones de la demanda histórica de cien productos básicos en Estados Unidos" ofrece un notable retrato de lo mucho que ha cambiado Estados Unidos en términos de consumo de materiales desde 1900.
El estudio examina las tendencias de uso de 100 materias primas –incluidos el mineral de hierro, el pollo, el galio y el titanio– y muestra que una nación que comenzó el siglo XX con un apetito aparentemente sin fondo por las materias primas dio un giro radical en torno a 1970. Este giro, que paradójicamente coincidió con el primer Día de la Tierra, marcó el momento en que la economía estadounidense inició una marcha de décadas hacia lo que Wernick denomina "desmaterialización relativa". En esencia, la "desmaterialización" se refiere a la desvinculación gradual del uso de recursos del crecimiento económico.
En Superabundancia: Por qué a medida que crece la población crecen también los recursos disponibles, Gale L. Pooley y yo documentamos un fenómeno paralelo en el escenario mundial y constatamos que los recursos se hacen más abundantes con el tiempo. Nuestra idea clave es que los precios en tiempo –o el tiempo necesario para ganar el dinero para comprar un bien específico– han estado bajando durante casi dos siglos para casi todos los productos básicos. Aunque Wernick se centra en los patrones de consumo físico dentro de Estados Unidos, su estudio corrobora una idea relacionada: el aumento de la eficiencia permite a los estadounidenses producir u obtener más rendimiento con menos insumos, lo que contribuye a mantener bajo control el aumento de los precios.
El documento de Rockefeller divide los productos básicos en tres grupos en función de su evolución entre 1970 y 2020. El primer grupo está formado por sólo ocho materias primas –como el galio, el titanio y el pollo– cuya demanda creció más deprisa que el producto interior bruto (PIB), lo que demuestra que algunos productos vitales para la economía moderna (y la mesa) pueden seguir superando a la economía en general. El uso del segundo grupo de 51 productos básicos, como el petróleo y los fertilizantes nitrogenados, creció más lentamente que el PIB global, pero aumentó en términos absolutos. Esa disociación relativa se traduce en una menor intensidad de uso: consumimos más recursos a medida que crece nuestra economía, pero menos por dólar de producto económico.
Por último, el uso del tercer grupo –41 materias primas, entre ellas el mineral de hierro, el cadmio, el amianto e incluso el agua– experimentó descensos tanto en consumo absoluto como en intensidad de uso. Según Wernick, algunos de ellos, como el amianto, cayeron en desuso por motivos de seguridad, mientras que otros, como el mineral de hierro, perdieron terreno debido a las nuevas tecnologías de fabricación, como los hornos de arco eléctrico, que hicieron más económico el reciclaje. La demanda de materias primas antaño indispensables se redujo, lo que subraya el hecho de que la mayoría de los recursos no tienen por qué seguir siendo económicamente esenciales a largo plazo.
El estudio de Wernick también reconoce el papel de la globalización en el cambio de los patrones de uso de los recursos: ciertos procesos de producción que consumen mucha energía o contaminan mucho han emigrado al extranjero, lo que significa que Estados Unidos puede parecer más eficiente en el uso de materiales mientras importa productos acabados que incorporan el uso de recursos de otros lugares. Pero ese cambio no es absoluto ni unidireccional: Estados Unidos también exporta grandes cantidades de productos agrícolas, enviando agua, fertilizantes y tierras de cultivo "incorporados". Estos intercambios no se anulan mutuamente, pero la cadena de suministro mundial, que permite que los recursos fluyan hacia donde son más valiosos, beneficia a todos.
Los detractores de esta narrativa optimista suelen señalar la "paradoja de Jevons", según la cual una mayor eficiencia conduce a productos más baratos y desencadena un mayor consumo total. La evolución de la economía estadounidense después de 1970 plantea ciertamente preguntas intrigantes. ¿Se consiguió una relativa desmaterialización a costa de un mayor crecimiento económico, que se ralentizó en torno al primer Día de la Tierra? ¿Es la desmaterialización un producto de la eficiencia impulsada por el mercado o un resultado de las leyes y normativas medioambientales impuestas por el gobierno?
Mirando hacia el futuro, ¿qué ocurrirá con el uso de los recursos estadounidenses a medida que Estados Unidos se convierta en una potencia de la información? Aunque la informática requiere un uso intensivo de electricidad, puede crear un valor masivo con poco uso de materias primas físicas. ¿Y si estamos a punto de utilizar combustibles increíblemente densos para generar esa electricidad, como podrían indicar los acuerdos entre las empresas tecnológicas y las nuevas compañías nucleares?
La marcha del progreso tecnológico, combinada con la desregulación y los impulsos de crecimiento económico prometidos por la segunda administración Trump, podría dar respuesta a estas preguntas.
En conjunto, las conclusiones de Wernick confirman que, aunque la economía estadounidense nunca ha dejado de anhelar materiales –incluidos metales, alimentos y elementos de alta tecnología recientemente indispensables–, ha mejorado a la hora de extraer más valor de menos cosas. Nuestro ingenio está desvinculando el crecimiento de la mera aportación de materiales, aunque sigue siendo una incógnita si esta tendencia se mantendrá a largo plazo.
Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (Estados Unidos) el 10 de abril de 2025.