El anillo

Macario Schettino considera que la transformación de López Obrador conduce a México a un país de un solo hombre, el caudillo.

Por Macario Schettino

Ha terminado la primera de las 52 semanas que durará este proceso electoral de 2024. Empezó con la amenaza de Marcelo Ebrard de separarse, que propició una cena el mismo lunes pasado, muy publicitada, en la que supuestamente se establecieron reglas. Al día siguiente, Marcelo efectivamente anunció su separación del cargo, que hoy debe hacerse realidad. Los otros competidores parece que también harán lo mismo, pero todavía no es totalmente claro, en parte porque los relevos no serán simples.

Ayer se llevó a cabo el Consejo Nacional de Morena, del que no puedo platicarle mucho, por los tiempos. En ese evento deben acordarse reglas para el proceso interno, que se supone terminará en menos de 90 días con la definición de la candidatura presidencial, pero aparentemente también con personas designadas desde ya como coordinadores en las fracciones parlamentarias que tendrá ese partido en la próxima legislatura.

No se trata de un proceso parecido a los que el PRI llevó a cabo desde los tiempos de Calles, que siempre estuvieron muy controlados, fuera de la discusión pública aunque siempre en medio de rumores, cuya culminación implicaba el ocaso acelerado del presidente en funciones. Literalmente en el momento de destapar al candidato, el presidente perdía el poder. A partir de ese momento, era el candidato el que tomaba las decisiones políticas más importantes, desde las listas al Congreso o gubernaturas, hasta incluso nombramientos en el gabinete. Echeverría, por ejemplo, forzó la renuncia de Ortiz Mena a pocos días de su nominación.

Ahora, no parece haber control del proceso de parte del Presidente, aunque él insista en fingirlo, y muchos colegas crean en su existencia. Hay también evidencia clara de que López Obrador no está dispuesto a eclipsarse, ni en 90 días, ni en lo que le quede de vida. Más aún, parece claro que sin él, el candidato de Morena no podría ganar la elección. Dicho de otra forma, aunque parezca que se trata de revivir métodos de hace 50 años, estamos en otra dinámica, como ya lo habíamos comentado hace meses. La transformación de López Obrador nos lleva al país de un solo hombre, al caudillo, al único, algo que no habíamos visto hace más de 150 años. Ni siquiera Juárez o Díaz gobernaron así.

Aunque en varios países tenemos ya gobiernos de un solo hombre, la evidencia en contra es muy grande. Cuando una persona decide sola, suele equivocarse. Cuando esa persona tiene todo el poder es peor, porque su único objetivo es no perderlo. Es muy claro en el caso de Putin, pero creo que también en el de Trump, que ahora está siendo procesado por no entender que el contexto estadounidense no permite un fenómeno de este tipo. Aunque él lo haya creído, no tuvo nunca todo el poder. Creo que muy pronto también será evidente en el caso de Xi.

El contexto internacional no es favorable ya a esta concentración de poder. Tampoco lo es la economía. Los espejismos de Rusia y China se van entendiendo como lo que son. El discurso de Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional de Biden, hace seis semanas, es de la mayor importancia para entender lo que viene. Supongo que nadie en Palacio Nacional sabe de él.

A oscuras acerca del comportamiento geopolítico y de la economía mundial, sin entender bien el tamaño de la crisis social provocada por el mal manejo de las finanzas públicas, que con tal de mantener las clientelas ha destruido toda la gestión, las huestes morenistas sólo pueden atender los dictados del amo. Éste, que no puede pensar sino en no perder el poder, tampoco tiene idea de lo que ocurre a su alrededor. Parece una escena más de El señor de los anillos.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 12 de junio de 2023.