El acuerdo de libre comercio muestra lo que será el futuro de la política comercial post-Brexit
Ryan Bourne destaca la importancia del acuerdo de libre comercio firmado entre el Reino Unido y Australia, acuerdo que fija un precedente positivo para los futuros acuerdos liberalizadores.
Por Ryan Bourne
Durante la campaña del referéndum, los economistas partidarios del Brexit dijeron que fuera de la unión aduanera de la Unión Europea (UE), el Reino Unido rápidamente firmaría acuerdos de libre comercio (TLCs) que reflejaban el instinto liberal de eliminar aranceles, cuotas y barreras al comercio de servicios.
Suiza tenía acuerdos comerciales con China, Japón y Canadá, después de todo. La ciudad-estado de Singapur, un país tan históricamente empapado en el libre comercio como Gran Bretaña, había firmado acuerdos con Australia, Nueva Zelanda, India, Japón, Corea del Sur, la Asociación de Libre Comercio Europea y EE.UU. también. Gran Bretaña, con una recientemente repatriada política comercial, de igual forma liberalizaría con socios alrededor del mundo.
Estos argumentos fueron descartados por los que deseaban permanecer dentro de la UE como unos que no reflejaban las complejas ventajas y desventajas que un Reino Unido enfrentaría. Bueno, el mes pasado el gobierno sentó una señal temprana. Liz Truss, la Secretaria de Comercio, acordó un TLC liberalizador con Australia tan solo un año después de haberse iniciado las negociaciones. A modo de comparación: la UE ahora está en su cuarto año de negociaciones por un acuerdo con Australia.
La mayoría de los aranceles serán eliminados por el acuerdo Reino Unido-Australia de manera inmediata. Incluso los aranceles agrícolas serán eliminados gradualmente a lo largo de 15 años, con relajamientos continuos y significativos de las cuotas para la carne australiana en el ínterin antes de que se eliminen totalmente. Los datos digitales fluirán más fácilmente, muchas calificaciones profesionales serán mutuamente reconocidas en ambos países, y los visados de trabajo para vacaciones en Australia serán expandidos.
La velocidad del acuerdo refleja que, desde la derogación de las Leyes de Maíz, el Reino Unido ha sido, en gran medida, una nación de libre comercio. En cambio, otros gobiernos europeos muchas veces demandan una protección significativa de intereses agrícolas y manufactureros de países no pertenecientes a la UE o exclusividad para el uso de “indicadores geográficos” tales como “Parmigiano-Reggiano” o aceitunas “Kalamata”. Súmele a esto los diferentes “intereses” de los 27 países de la UE y que las negociaciones se ven retardadas por una mezcla de demandas proteccionistas y líneas rojas.
Las barreras al comercio transfronterizo son económicamente destructivas, elevando los precios y protegiendo la ineficiencia. Así que cualquier partidario del libre comercio que se respete a sí mismo, partidario del Brexit o no, debería respaldar un acuerdo que facilita importar equipos deportivos, galletas, y vino de Australia, que elimina las protecciones agrícolas domésticas, y que resulta en que los australianos eliminen los aranceles a la importación de carros, whisky y cerámicas del Reino Unido.
Pero no. De manera tediosa y predecible, una serie de abogados que simpatizan con la postura de haber permanecido dentro de la UE se deshicieron de sus credenciales de libre comercio y se convirtieron en mercantilistas. El Reino Unido se ha sometido y le ha dado a Australia todo lo que deseaba en cuanto al acceso agrícola, dijeron —implicando que una buena política comercial tiene que ver con ganar acceso para las exportadores mientras que se protege a las industrias de las importaciones. Ignorar la economía básica del comercio, parece, es un precio que ellos están dispuestos a pagar para comunicar sus credenciales anti-Brexit.
En realidad, los australianos simplemente gozarán de términos agrícolas similares a los del Reino Unido, solo que 15 años después.
Los economistas saben que los aranceles son piedras dañinas en nuestro propio puerto, no piezas de negociación a ser protegidas. El pueblo británico está de acuerdo con esto. Una encuesta del Adam Smith Institute ha mostrado que favorecen de manera abrumadora el TLC con Australia. Los británicos desde hace mucho han tenido el deseo de tener acceso más amplio a alimentos, productos y servicios más baratos. Los quejidos de los intereses especiales del agro, alentados por los abogados comerciales, no reducirán ese entusiasmo.
Ni tampoco lo harán las afirmaciones mal concebidas de que este acuerdo es económicamente insignificante. Los críticos del acuerdo resaltan la evaluación de 2019 del gobierno del Reino Unido que decía que un TLC con Australia podría elevar el PIB por entre tan solo 0,01 por ciento o 0,02 por ciento después de 15 años. Pero este tipo de análisis subestima considerablemente el estímulo dinámico a la actividad que el libre comercio suscita.
Estos modelos toman la estructura industrial de la economía de hoy, insertan las reducciones a los aranceles y cuotas del potencial acuerdo y estiman las ganancias para el PIB derivadas de que los recursos pasen hacia sector que reflejan mejor las ventajas compartidas del Reino Unido dadas las condiciones actuales. Este ejercicio es útil para comparar una serie de políticas negociadas con otras. Pero es un análisis estático, no una proyección. No nos dice el impacto integral de la liberalización comercial porque ignora cualquier impacto que esta tenga sobre la innovación, la verdadera fuerza detrás de la prosperidad a largo plazo. Tampoco explica el desplazamiento del comercio a través del tiempo y tampoco son buenos estos modelos para evaluar el comercio de servicios o el impacto de las barreras reducidas sobre la movilidad de los trabajadores.
La verdadera economía es constantemente afectada por la destrucción y shocks creativos —incluyendo las nuevas tecnologías, los gustos cambiantes, la disrupción política, los retos agrícolas y los esfuerzos empresariales. El comercio más libre permite una especialización más rápida en estas circunstancias siempre cambiantes. Remover las barreras comerciales alienta a los empresarios a explorar horizontes más amplios. Al diversificar las líneas de suministro, el comercio más libre provee opciones para mitigar la disrupción doméstica que perjudica a los consumidores. Todos estos beneficios son difíciles de calcular pero van más allá de las ganancias estáticas para el PIB derivadas de una reducción en los aranceles.
Además, la voluntad del Reino Unido de eliminar la protección agrícola aquí nos pone en una buena posición de cara a otras negociaciones comerciales que podrían ser económicamente más importantes. Como parte de la propuesta accesión de Gran Bretaña al Acuerdo Comprensivo y Progresivo para la Alianza Trans-Pacífica (CPTPP), el Reino Unido debe acordar términos con 11 países, incluyendo Australia. Este acuerdo muestra a otros firmantes que el Reino Unido realmente desea profundizar el libre comercio, sin ceder ante las voces más bulliciosas a favor del proteccionismo en casa.
Esto es importante: los países del CPTPP constituyen 13,5 por ciento del PIB global hoy. El Reino Unido ya tiene acuerdos con siete de sus miembros, pero la accesión total brindaría una relación comercial profunda con una región del mundo que está creciendo rápido, conforme la importancia de Europa disminuye. EE.UU. eventualmente podría unirse también y estará interesado en la liberalización agrícola. Esto, más otros acuerdos bilaterales, mostrarán que el libre comercio no requiere de una unión política.
Tal vez es inevitable que eliminar protecciones sea percibido por algunos como “concesiones” con otros países. Muchos economistas, sin embargo, comprenden que la mejor medida para juzgar los cambios en las relaciones comerciales no es cu[antas “ganancias” un lado obtiene para sus industrias, sino si el paquete integral aumenta la libertad económica. Al eliminar las protecciones y fijar un precedente para los acuerdos liberalizadores, este acuerdo hace eso —justo como lo predijeron los partidarios del Brexit.
Este artículo fue publicado originalmente en UK Telegraph (Reino Unido) el 17 de junio de 2021.