El acuerdo de Biden sobre Oriente Medio es un desastre

Jon Hoffman explica que Arabia Saudí pretende explotar la ansiedad de Washington en torno a la creciente influencia en Oriente Medio de otros actores como Rusia y China.

Por Jon Hoffman

El gobierno de Biden está considerando actualmente la posibilidad de llegar donde ningún otro presidente ha llegado antes: ofrecer una garantía formal de seguridad a Arabia Saudí y ayudar al reino a desarrollar un programa nuclear civil a cambio de que Riad normalice sus relaciones con Israel.

El presidente Biden y su equipo argumentan que Estados Unidos tiene un interés de seguridad nacional en negociar un acuerdo de este tipo, incluso si eso significa concesiones masivas y sin precedentes a Riad.

Biden y su equipo se equivocan. Firmar un acuerdo de seguridad mutua con Arabia Saudí supondría un error de cálculo catastrófico. Una garantía de seguridad para Arabia Saudí atraparía a Washington como protector de Riad a pesar de la desconexión fundamental entre los intereses y valores de Estados Unidos y el reino.

Arabia Saudí busca mayores compromisos de seguridad a cambio de normalizar formalmente las relaciones con Israel, país con el que ya está estratégicamente alineada. Esto forma parte de una estrategia deliberada del príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman (MbS) para explotar los crecientes temores en Washington de que Estados Unidos esté perdiendo influencia en Oriente Medio en relación con otros actores como Rusia o China.

Como informó el Wall Street Journal, "en privado, dijeron funcionarios saudíes, el príncipe heredero ha dicho que espera que al enfrentar a las principales potencias entre sí, Arabia Saudita pueda eventualmente presionar a Washington para que ceda a sus demandas de un mejor acceso a las armas y la tecnología nuclear de Estados Unidos".

Y sin embargo, aunque Rusia y China han ampliado sus respectivas huellas en Oriente Medio, ni Moscú ni Pekín pueden llenar el vacío estadounidense en Oriente Medio, ni lo desean. Los Estados de la región son conscientes de las limitaciones a las que se enfrentan Rusia y China. Arabia Saudí y otros socios regionales de Estados Unidos han cultivado la ansiedad de Washington ante la posibilidad de perder su posición frente a Rusia o China y están presionando para obtener importantes concesiones políticas, dando lugar a una especie de "influencia inversa".

El pináculo de esta estrategia de influencia inversa es el juego del cucú que MbS está jugando con Estados Unidos sobre si Arabia Saudí se unirá a los llamados Acuerdos de Abraham. Desde la introducción de los Acuerdos en 2020 por el presidente Donald Trump –que fue testigo de cómo Israel normalizaba formalmente sus relaciones con Baréin y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), ampliados más tarde para incluir también a Sudán y Marruecos–, los funcionarios estadounidenses e israelíes han estado decididos a añadir a Arabia Saudí a la mezcla.

Los Acuerdos de Abraham se han convertido en el nuevo "lema" de la política exterior estadounidense en Oriente Medio. Mediante esta serie de acuerdos de normalización, Estados Unidos espera crear una coalición más formal a través de la cual cree que puede promover mejor sus intereses, concretamente manteniendo su influencia regional en medio de la "invasión" rusa y china, al tiempo que presta más atención a otros teatros globales como Europa Oriental y el Pacífico.

Sin embargo, los actores regionales utilizan cada vez más los Acuerdos como mecanismo para mantener a Estados Unidos enredado en la región como garante permanente de su seguridad. A los Estados árabes que se adhirieron a los Acuerdos de Abraham se les otorgaron considerables concesiones políticas por hacerlo, sin ningún debate serio sobre si esas concesiones servían a los intereses de Estados Unidos. Interpretan los Acuerdos como un mecanismo para mantener el statu quo regional, con garantías de seguridad más concretas e integradas por parte de Estados Unidos.

Este es precisamente el prisma a través del cual Riad ve su posible entrada en los Acuerdos de Abraham: como una forma de presionar a Estados Unidos para que otorgue al reino amplias concesiones y garantice que Washington siga siendo su protector último a largo plazo. El continuo apoyo de Washington a actores como Arabia Saudí ha dado lugar a un círculo vicioso: al comprometerse a apuntalar las fuentes subyacentes de la inestabilidad regional, Estados Unidos se ve obligado una y otra vez a enfrentarse a desafíos que son, en gran medida, producto de su propia presencia, políticas y socios en Oriente Medio. Para hacer las cosas aún más obscenas, Washington puede estar profundizando su compromiso con estos Estados iliberales en un momento en el que ha quedado claro que la región apenas importa para la seguridad nacional estadounidense.

Estados Unidos debe decidir si seguirá suscribiendo a actores como Arabia Saudí y el statu quo artificial de Oriente Medio, o si reconocerá los fracasos de sus propias políticas y limitará su implicación a un nivel acorde con los intereses estadounidenses.

Este artículo fue publicado originalmente en Responsible Statecraft (Estados Unidos) el 27 de septiembre de 2023.