El Acuerdo de Asociación Transpacífica y la propiedad intelectual
William Watson dice que "Lograr sacar la cuestión de la propiedad intelectual del Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP) aumentaría la probabilidad de abrir los mercados, de que el TPP sea aprobado en el Congreso, y devolvería las negociaciones al tema en que deberían enfocarse para empezar: reducir las barreras proteccionistas al comercio".
La probabilidad de que se complete a tiempo el Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP, por sus siglas en inglés) se reduce cada vez más. Justo cuando el presidente estaba luchando para obtener del Congreso la autoridad para negociar por la “vía rápida” los acuerdos comerciales, una serie de opiniones opuestas al TPP surgieron hace un par de semanas cuando WikiLeaks publicó un texto preliminar y secreto de las reglas en el acuerdo sobre la propiedad intelectual. El texto fue criticado con razón por permitir que Hollywood y otras industrias influyan de manera indebida sobre la ley estadounidense y extranjera a su conveniencia.
El primer instinto de los partidarios del comercio es estar a la defensiva, pero esta vez la crítica de hecho ofrece una excelente oportunidad: en lugar de murmurar de manera poco convincente acerca del poder político de las innovadoras industrias estadounidenses, los partidarios del libre comercio deberían mantenerse firmes y demandar un alto. Imponer las reglas de propiedad intelectual mediante acuerdos comerciales se ha vuelto una obligación política que sirve a intereses especiales a costa del libre comercio.
Lograr sacar la cuestión de la propiedad intelectual del TPP aumentaría la probabilidad de abrir los mercados, de que el TPP sea aprobado en el Congreso, y devolvería las negociaciones al tema en que deberían enfocarse para empezar: reducir las barreras proteccionistas al comercio.
A pesar de estar estrechamente ligadas en la agenda comercial de EE.UU. durante los últimos 20 años, la política comercial y la política de propiedad intelectual no van bien juntas. Los acuerdos comerciales son útiles porque proveen una manera efectiva aunque imperfecta de mejorar la política comercial de EE.UU. Al contrarrestar el poder político de las industrias proteccionistas con el poder político de las industrias exportadoras, los acuerdos comerciales ofrecen la promesa de mercados abiertos en casa y en el extranjero.
Pero este modelo no tiene sentido ante las leyes de propiedad intelectual. A diferencia de las reducciones de aranceles, extender la propiedad intelectual a los mercados extranjeros no beneficia directamente a los consumidores extranjeros. Al mismo tiempo, hay un potencial daño para los consumidores estadounidenses cuando las obligaciones internacionales dificultan la reforma de las leyes domésticas de propiedad intelectual o, en algunos casos, las hacen más estrictas de lo que serían de otra forma. Utilizar las negociaciones comerciales para establecer la política de patentes y derechos de autor le da demasiado poder a la industria, sin justificación alguna.
Ya existen reglas globales para prevenir la piratería o remediar las grandes diferencias regulatorias. La Organización Mundial de Comercio impone estándares mínimos para la protección de patentes y derechos de autor y prohíbe la discriminación. Las normas de propiedad intelectual en el TPP, por otro lado, tratan acerca de cosas como extender los períodos de los derechos de autor de un tiempo muy largo a uno todavía más largo. Lograr que Canadá imponga un período más largo de derechos de autor podría beneficiar a Disney, pero eso no debería ser un objetivo de las relaciones económicas de EE.UU.
No hay que estar opuesto a las leyes de derechos de propiedad intelectual para reconocer que estas reducen el valor de los acuerdos comerciales. EE.UU. está gastando una cantidad significativa de capital de negociación para garantizar el cumplimiento de normas de patentes y derechos de autor y lo está haciendo para atender los pedidos de un grupo selecto de industrias.
Como el texto filtrado lo revela, las propuestas de EE.UU. están enfrentándose a una oposición organizada de casi todos, y a veces todos, los socios del TPP. ¿Qué otros objetivos de la negociación han tenido que ser sacrificados para lograr que se acepten estas reglas impopulares?
Los negociadores estadounidenses pueden lograr más en otras áreas si dejan de luchar por provisiones detalladas de propiedad intelectual. Hollywood y la biotecnología no son las únicas industrias que esperan que el TPP les asegure participación en los mercados extranjeros. La industria estadounidense de lácteos, por ejemplo, no se beneficia si los negociadores le dan a Nueva Zelanda una vía libre en cuanto a las barreras arancelarias a las importaciones de leche a cambio de asegurar concesiones respecto de patentes para procedimientos médicos. Más importante todavía es que los consumidores en Nueva Zelanda tampoco se benefician de esto.
La mayoría de los partidarios del TPP se equivocan cuando afirman que debemos incluir a la propiedad intelectual en los acuerdos para obtener suficientes respaldo político. Eso puede haber sido cierto en el pasado, pero los tiempos han cambiado. A los negociadores estadounidenses les convendría recordar cómo la Ley para Detener la Piratería en Internet colapsó tan dramáticamente luego de que los activistas de Internet lograron que la oposición popular se desborde. Las buenas noticias acerca de cómo el TPP reduce las barreras regulatorias para las empresas de servicios financieros que operan en Asia no tranquilizará a las masas de usuarios de Internet que consideran que lo que se propone es acabar con Internet.
Una crítica común del TPP ha sido que el acuerdo en realidad no trata acerca del libre comercio. Es hora de cambiar eso y remover la propiedad intelectual de las negociaciones del TPP.
Este artículo fue publicado originalmente en The Huffington Post (EE.UU.) el 22 de noviembre de 2013.