El aborto, la libertad y el Estado

Alejandro Bongiovanni estima que la postura frente al aborto no define a alguien como liberal o anti-liberal, se puede ser liberal y defender una visión pro-vida o una visión "pro-choice" y esta definición depende de cuándo se considera que empieza a existir una persona.

Por Alejandro Bongiovanni

El liberalismo defiende, por supuesto, los derechos a la vida, la propiedad y la libertad. Estos derechos son atributos que se les reconocen a las personas. No hay desacuerdo en que si hay persona es porque hay vida, pero el caso inverso presenta opiniones diferentes. No todos estamos de acuerdo en que si hay vida hay persona. No pretendo dirimir esta cuestión ontológica aquí ni creo que pueda darse una respuesta unívoca, pero sí creo que esto despeja la primera cuestión.

Frente a quienes creemos en que hay que reconocer cierta libertad a la mujer para interrumpir su embarazo dentro de una ventana de tiempo (basados en una idea de protección jurídica incremental de la vida humana) existe una fuerte posición denominada pro-vida (en Argentina “Salvemos las Dos Vidas”) que no cree en la existencia de dicha libertad dado que el cigoto tendría un status filosófico y jurídico igual (para una minoría del movimiento, incluso superior) al de la mujer. 

Para quienes creen que vida (en términos biológicos) es igual a persona (en términos jurídicos y filosóficos) tiene mucho sentido entonces considerar al aborto un homicidio, tanto como creer que quien defiende la libertad de abortar no es nada liberal, dado que estaría transgrediendo el derecho a la vida de una persona determinada. Esta postura rechaza (en apariencia) todo tipo de matices. Vida es igual a persona, siempre. Aborto siempre es igual a homicidio. Blanco y negro. No lo digo como una crítica, sino como una descripción para analizar las posibilidades que abre y cierra esta visión, y reflexionar sobre algunas inconsistencias llamativas. Yo estoy a favor del aborto legal y, sin embargo, creo que hay muchos matices a tener en cuenta en la aplicación. Pero me resulta curioso que se tilde a la postura como anti-liberal por las razones incorrectas: intervención estatal y gasto público. Creo que se trata de una pequeña trampa que la postura “Salvemos las Dos Vidas” realiza. Paso a explicar.

¿Requiere intervención estatal la postura “Salvemos las Dos Vidas”? Obviamente, sí. Para cumplir su cometido se necesita de la intervención estatal más dura que existe: el derecho penal. Debe existir la tipificación de la conducta “interrumpir el embarazo” y debe asegurarse la cadena de instituciones estatales necesarias para perseguir, procesar, condenar y encerrar a las mujeres que realicen la conducta tipificada. Pero no son pocos quienes, aún dentro de esta visión, dicen no querer que las mujeres vayan presas, acaso porque les da pena. ¿Rechazan entonces el poderoso uso del martillo estatal? Para nada. Re-direccionan la intervención estatal hacia los médicos. Ellos son los que deben ser perseguidos, procesados, condenados y encerrados, según sostienen. No deja de lucir algo esquizofrénico dejar libre de castigo a una mujer que demanda y facilita un homicidio y castigar a quien satisface instrumentalmente dicha demanda. Charles Manson debería estar libre bajo esta lógica. Vemos que entre el blanco y negro a esta visión se le cuela algo de gris, lo cual no tendría nada de malo si no fuera porque la única fortaleza de esta postura es, justamente, que es de blanco y negro. Al menos en apariencia.

¿Requiere gasto público la postura “Salvemos las Dos Vidas”? Obviamente, sí. Y no meramente porque el enforcement de una ley cuesta dinero (hay que pagar el sueldo del policía que labra el acta cuando una mujer desangrando por un aborto mal hecho entra al hospital, tanto como el de los fiscales y jueces que intervienen del proceso). La postura pro-vida nunca ha rechazado ni rechaza los muchos gastos estatales que se hacen para que los embarazos queridos lleguen a término, para que la vida siga su evolución. La salud pública hoy existe en Argentina (como en muchos países) e implica, entre muchas cosas, que todos paguemos por los partos, medicamentos y asistencia de mujeres que no conocemos y que no tienen recursos para pagarlos, para que la vida de sus bebés no se vea comprometida. ¿Esto implica defender la salud pública? Para nada. Esa es una discusión válida y bienvenida. Pero, ¿qué tiene que ver el aborto en esa discusión general?

Si el aborto es un homicidio, el ver quién lo paga es secundario. Si es negro, entonces no es gris. Por lo que, si vamos a discutir el gris, superemos el negro. Discutir si hay que financiar o no la salud pública es una cosa. Un tema general, interesante e independiente del tema aborto. Si, en cambio, vamos a discutir si el aborto debe incluirse dentro de la financiación estatal de salud, avancemos un paso y analicémoslo a partir de que hoy ya existe un sistema público de salud y necesitamos razones para dejarlo afuera del sistema. Ahora, argumentar que por ser un crimen no debe ser financiado por el Estado, es hacer una ensalada, mezclando negro con gris, y tratando de agarrarse de lo secundario (financiación) cuando el problema es lo principal (conducta criminal).

El pretender que la postura aborto legal es anti-liberal porque implica gasto público es un argumento absurdo, porque, como vimos, la postura contraria también lo implica. Igualmente débil resulta pretender que la postura aborto legal es anti-liberal por implicar una intervención estatal, cuando el “Salvemos las Dos Vidas” también la implica y en mayor grado. El único ataque coherente contra quienes creemos que existe un derecho a interrumpir el embarazo es la cuestión que inaugura el texto, la cuestión ontológica, y no pretendo que nos pongamos de acuerdo en eso. Para algunos una mujer tiene más importancia que un cigoto, para otros son análogamente importantes. No hay forma de solucionar esa disputa. Por esta razón no creo que la postura respecto del aborto sea, como pretenden muchos, una medianera entre liberales y anti-liberales, y creo que uno puede ser liberal y defender una u otra visión.

Pero a diferencia del blanco y negro, quienes estamos a favor de la despenalización del aborto sí podemos darnos el lujo de movernos entre matices y abrir el debate. Por ejemplo, del proyecto que hoy tiene media sanción en Argentina me gusta mucho la despenalización de la conducta. Me gusta que haya una instancia de información previa. Estoy de acuerdo con la figura del objetor de conciencia (el médico se anota para no estar obligado, en tanto médico, a dicha práctica). Pero creo que no debe ser gratuito, sino a costo de la mujer por defecto y sólo si se demuestra falta de recursos, a cargo del Estado (como el modelo alemán). Y no me gusta nada que se obligue a las clínicas a tener al menos un médico no objetor dado que considero mejor que el mercado regule la oferta de abortos en el sistema privado.

El debate está abierto.