EE.UU.: Los candidatos colectivistas
Por David Boaz
Hace unas semanas Barack Obama instigó a los alumnos que estaban por graduarse de la Universidad Wesleyan de Connecticut a que se dedicaran al “servicio colectivo”. Este no es un tema fuera de lo común en los discursos de graduación. Pero fue interesante lo mucho que profundizó al discutir los diversos tipos de activismo sin fines de lucro, mientras que en ningún momento mencionó las virtudes del comercio o de los logros individuales.
Obama les dijo a los estudiantes que “nuestra salvación individual depende de la salvación colectiva”. Criticó a aquellos que quieren “tomar su diploma, salir de esta tarima e ir únicamente detrás de una casa grande y buenos trajes y todas las otras cosas que nuestra cultura del dinero dice que deberías comprar”.
Las personas a las que Obama está menospreciando son aquellos que construyeron Estados Unidos—los comerciantes y empresarios y manufactureros que nos dieron los trenes, aviones, casas, electrodomésticos, motores a vapor, electricidad, teléfonos, computadoras y Starbucks. Lo que está ignorando aquí es el trabajo que hacen muchos estadounidenses, el trabajo que nos da comida, ropa, un techo y cada vez más comodidades. Es la actitud que uno esperaría de un miembro del partido Demócrata.
O del candidato republicano de este año. John McCain también denuncia el “contentarse con uno mismo” e insiste que los estadounidenses sirvan “un propósito nacional que va más allá de nuestros intereses individuales”. Durante un debate del partido Republicano en la Biblioteca Reagan el 3 de mayo del 2007, McCain ridiculizó la capacidad de liderazgo de Mitt Romney, diciendo, “Yo…lideré por patriotismo, no por lucro”. Cuando se le cuestionó esta aseveración, el McCain argumentó que Romney “administraba empresas, y las compraba, y las vendía y a veces la gente perdía sus empleos. Esa es la naturaleza de ese negocio”. Perfectamente podría haber estado transmitiendo el mensaje de Barack Obama.
“Una causa más importante”, “el servicio comunitario”—para muchos de nosotros, estas frases delicadas suenan cálidas y reconfortantes. Pero su propósito es el de menospreciar y denigrar nuestras propias vidas, es el de criticar nuestra propia búsqueda de la felicidad. Sus conceptos son más apropiados para un país más colectivista que para uno que ha sido fundado sobre una revolución liberal—una revolución que pretendía defender nuestros derechos a “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
Pareciera que a McCain le gustaría vernos a todos enlistados en las fuerzas armadas. En un ensayo de la revista Washington Monthly publicado en octubre del 2001, su visión del servicio nacional sonaba militarista. Él escribió con entusiasmo acerca de programas cuyos participantes “no sólo se ponen uniformes y trabajan en equipos… sino que de hecho viven juntos en cuarteles que antes eran bases militares, y son asignados proyectos de servicios lejos de la base donde residen”, y “se reunirían para realizar ejercicios calisténicos diarios, muchas veces en lugares públicos, por ejemplo, al frente del municipio”.
Obama no nos enviaría a las fuerzas armadas. Él solo quiere nuestras almas. Como dijera su esposa Michelle en la Universidad de California el 3 de febrero, dos días antes de las elecciones primarias de California, “Barack Obama les pedirá que trabajen. Él demandará que dejen a un lado su cinismo… Que se exijan a ser mejores. Y a que se involucren. Barack nunca permitirá que vuelvan a sus vidas normales, sin involucrarse y sin informarse”.
Hay un tinte de hipocresía aquí. Obama, quien ganó $4,2 millones el año pasado y vive en una casa de $1,6 millones—y cuyos “trajes elegantes” y “corbatas impecables” lo hicieron uno de los “Hombres Mejor Vestidos en el Mundo” según la revista Esquire—menosprecia a los estudiantes universitarios que podrían querer “ir detrás de una casa grande y buenos trajes”. McCain, quien con su esposa ganó más de $6 millones el año pasado y quien tiene por lo menos siete casas, ridiculiza Romney por haber construido empresas.
Pero la hipocresía no es el asunto más importante. Éste es en realidad que Obama y McCain nos están diciendo a los estadounidenses que nuestras vidas normales no son lo suficientemente buenas, que buscar nuestra felicidad es “contentarse con uno mismo”, que construir una empresa es “seguir nuestra cultura del dinero”, que trabajar para proveer una mejor vida a nuestras familias es una “preocupación obtusa”.
Ellos están equivocados. Cada vida humana cuenta. Su vida cuenta. Usted tiene derecho a vivirla como usted así lo desee, de buscar su propia felicidad. Usted tiene derecho a derivar satisfacción de sus logros. Y si usted persigue al todopoderoso dólar, puede que descubra que está siendo conducido, como por una mano invisible, a hacer cosas que mejoran la vida de otros.
Este artículo fue publicado originalmente en el Wall Street Journal (EE.UU.) el 28 de mayo de 2008.