EE.UU.: Las reformas no abordaron las causas de la crisis financiera
Mark Calabria afirma que "El defecto fundamental en los esfuerzos de reforma de los últimos cinco años ha sido la marcada tendencia de concederle más poder discrecional a los mismos reguladores que fracasaron la última vez. Los mercados no son perfectos, pero tampoco lo es el Estado".
Por Mark A. Calabria
Los eventos de septiembre de 2008, incluyendo el rescate de Fannie Mae, Freddie Mac y AIG, junto con la caída de Lehman Brothers, quedarán registrados entre los más importantes en la historia económica de EE.UU. Desafortunadamente, los cinco años que han pasado desde ese entonces han sido un período de oportunidades perdidas para abordar los defectos estructurales en nuestro sistema financiero.
No me malinterpreten, se ha hecho bastante. Tristemente, gran parte de lo que se ha hecho ha sido inútil o incluso dañino. Las horas dedicadas a la reforma financiera no deberían constituir nuestra métrica para determinar si ha sido exitosa o no, sino más bien la efectividad de ellas y su relación real con las causas de la crisis financiera.
Según esta medida, queda claro que la Ley Dodd-Frank se desvío. Las 16 secciones de la ley y sus cientos de páginas tienen poca relación con los determinantes reales de la crisis.
La narrativa detrás de la Ley Dodd-Frank es más o menos así: la concesión agresiva de préstamos condujo a incumplimientos de las hipotecas, que causaron el colapso de los precios de las viviendas (socavando el valor de los títulos respaldados con hipotecas), lo cual a su vez desató una fuga del sistema bancario comercial (de entidades como Lehman o los fondos comunes de inversiones). Todo esto causó pánico porque los reguladores carecían de las herramientas para resolver los problemas en estas instituciones que no eran bancos de la misma forma en que los habían resuelto en los bancos.
El problema es que esta explicación no tiene mucho sentido. Primero, el cambio en los precios de las viviendas precedió a los incumplimientos. Así que a menos que los incumplimientos de las hipotecas hubiera causado un efecto multiplicador retroactivo como los de Star Trek, debería ser evidente que lo que condujo a los incumplimientos fue la caída en los precios de las viviendas.
Esta caída vino luego de la inevitable alza de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal como reacción ante una economía en calentamiento. Los cambios en las tasas de interés impactan directamente en los precios de las viviendas al afectar tanto la factibilidad de compra así como también el descuento aplicado al momento de valuar cualquier activo.
Considerando esto, entonces, ¿qué lanzó a la economía estadounidense hacia una crisis? Una burbuja inmobiliaria. La burbuja fue inflada con crédito barato, que reventó cuando el crédito se restringió, y resultó en un mercado eventualmente sin compradores dispuestos a creer que los precios de las viviendas solamente podían subir.
Si el problema fue la burbuja, ¿qué se ha hecho para evitar otra? Esencialmente, nada. De hecho, observando a la Reserva Federal, sería fácil concluir que está intentando crear nuevas burbujas.
Las burbujas rara vez ocurren en mercados sin algún tipo de restricción sobre la oferta. Esta es la razón por la que la burbuja inmobiliaria estaba concentrada en California, que tenía considerables barreras regulatorias al aumento rápido de la oferta de vivienda. Florida, Arizona y Nevada tenían obstáculos regulatorios similares. Estas brechas regulatorias entre la demanda y la oferta están detrás de la crisis inmobiliaria, y solo han empeorado, sugiriendo que las próximas bonanza y crisis inmobiliaria podrían ser mayores que las anteriores.
No abordar este problema realmente es uno de los más grandes fracasos de la Ley Dodd-Frank. Mientras que ha establecido algunas restricciones sobre los criterios de las hipotecas, estos no son los criterios que realmente importan. Los mismos estudios del gobierno federal muestran que los principales determinantes de los incumplimientos son el patrimonio y el crédito del prestatario. Aún así la Ley Dodd-Frank se obsesiona con criterios como “penalidades de pago adelantado” o “documentación” cuando el impacto de estos sobre el incumplimiento es insignificante.
Peor aún, al hacer que las violaciones pequeñas y técnicas determinen los incumplimientos, la Ley Dodd-Frank garantiza que el nivel de incumplimientos de hecho sea más alto la próxima vez que el mercado de vivienda colapse.
Nuestra obsesión nacional con la propiedad de la vivienda tampoco ha cambiado, al menos no en Washington. Cuando los reguladores tuvieron la oportunidad de imponer requisitos de pago inicial, no lo hicieron. ¿Por qué? Porque requerir pagos iniciales para préstamos respaldados por el contribuyente sería limitar la propiedad de viviendas solamente a aquellos que lo podían pagar.
Para considerar algo que va más allá de las viviendas, también se nos ha dicho que la Ley Dodd-Frank acabó con aquello de “demasiado grande para fracasar”. La verdad está lejos de eso. En cambio, Dodd-Frank simplemente le dio a los reguladores más poder para decidir a quién rescatar y a quién dejar caer. Recuerden que los reguladores tenían las herramientas en septiembre de 2008 para evitar cualquier pérdida a los contribuyentes por causa de Fannie Mae o Freddie Mac pero decidieron no utilizarlas. Dado que Citibank es igual de grande, y más complejo que Freddie Mac, ¿alguien seriamente cree que el gobierno federal permitiría que Citibank caiga?
El defecto fundamental en los esfuerzos de reforma de los últimos cinco años ha sido la marcada tendencia de concederle más poder discrecional a los mismos reguladores que fracasaron la última vez. Los mercados no son perfectos, pero tampoco lo es el Estado. El principal objetivo de la reforma financiera debió haber sido alinear de mejor forma los incentivos de los participantes del mercado con aquellos de los reguladores.
En lugar de forzar a los acreedores a monitorear las entidades a las que les prestan, hemos enraizado aquello de “demasiado grande para fracasar”, finalmente reduciendo el nivel de regulación privada. Ahora somos cada vez más dependientes de los burócratas del Estado, quienes nunca pierden su empleo sin importar lo que se les pase por alto o cuántos bancos fracasen bajo su supervisión.
Al extender tales incentivos perversos, la Ley Dodd-Frank no evitará las crisis del futuro, en cambio las hará más severas y frecuentes.
Este artículo fue publicado originalmente en The Orange County Register (EE.UU.) el 21 de septiembre de 2013.