EE.UU.: Finanzas rocallosas

Por Roberto Salinas-León

Jacksonhole, Wyoming— Hace nueve años, en plena crisis financiera mundial, con el fracaso del fondo LTCM y la moratoria rusa, la elite macroeconómica global que todos los años se reúne en esta gran sede rocallosa, en el simposio monetario de Jacksonhole, se encontraba prendida de alfileres, descifrando los efectos del llamado contagio financiero, esperando que surgiera una solución.

Esta vez, se respiró un ambiente similar; y es que el tema de esta edición no pudo resultar de mayor relevancia: las bases económicas del financiamiento inmobiliario. Para más de cuarenta representaciones de bancos centrales de países emergentes, la pregunta, o más bien el enigma, era: ¿por qué un evento supuestamente aislado, como la crisis de los créditos “subprime” en el mercado inmobiliario de EE.UU., ha contagiando las variables más básicas de riesgo, capacidad crediticia y estabilidad macroeconómica, en otros mercados y otros países?

En las últimas dos décadas, hemos presenciado un cambio dramático en mercados inmobiliarios a nivel mundial. La apreciación de precios inmobiliarios, junto con nuevas y novedosas tecnologías de financiamiento, han permitido un aumento explosivo de nuevos propietarios. Ello parecería ser un reflejo de acumulación de riqueza.

Pero no necesariamente. En su ponencia de cierre, el economista Martin Feldstein, Presidente de la National Bureau of Economic Research, sostuvo que la crisis de los “subprime,” y el contagio financiero consiguiente, son reflejos de un mal fundamental en la economía estadounidense. De una forma, se está pagando la factura de la política de dinero fácil que se instrumentó en 2003, como seguro de vida para evitar una posible (si bien improbable) deflación.

La caída de la construcción residencial, la caída de precios inmobiliarios y el ajuste de los valores crediticios, representan señales de que estamos en el umbral de una posible, y severa, recesión económica. Para ello, la “Fed”, según Feldstein, debe actuar con mayor agresividad (como lo hizo incluso en 1998) y recortar la tasa de interés un punto entero, o sea, por un 20% de su nivel actual.

Si ello genera algo de inflación, ni hablar, ese sería un mal que se puede remediar con posterioridad. Fue paradójico escuchar estas palabras del campeón estelar de la tasa de inflación 0%— una tesis que ha defendido en estos foros en el pasado.

Sin embargo, el riesgo sí es visible: si cae la economía estadounidense, ello tendrá un efecto negativo en la economía mundial, siendo que los primeros financian su consumo con capital extranjero —lo cual se refleja en un déficit de cuenta corriente arriba de 6% del ingreso nacional.

El mercado “subprime”, así visto, no es el culpable. Este es, después de todo, uno de los desarrollos más innovadores de financiamiento inmobiliario, al permitir que agentes de bajos ingresos participen en las bondades de financiamientos baratos a plazos largos. El reto, como lo explicó Ed Gramlich, del Urban Institute, es mejorar la supervisión de estos mercados, así como el marco jurídico que rige la asignación de créditos con mayor riesgo.

Ben Bernanke, como ya se sabe, alertó que la crisis de los créditos inmobiliarios ha afectado a la economía en general —y que, para evitar este desequilibrio, la “Fed” actuará en consecuencia. Los mercados, hasta ahora, han interpretado que un recorte de tasas es ya inevitable, incluso se da por descontado. Empero, advirtió Bernanke, las acciones que se tomen para restaurar normalidad no son, ni serán, función de rescate a inversionistas que no han observado los principios de prudencia financiera. Si fracasan, tendrán que vivir con las consecuencias.

El reto es equivalente a escalar una de estas montañas en los Grand Tetons. Ojalá, como hace nueve años, que logremos evitar una caída al precipicio rocalloso.

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