Educando a Amaretch

Por James Tooley

Texto del discurso del Doctor James Tooley en la reunión de la Red Liberal de América Latina en la Ciudad de Guatemala, el 4 de Noviembre de 2006.

William Easterly dedicó su último libro, La responsabilidad del hombre blanco (The White Man’s Burden), a Amaretch, una niña de Etiopía de 10 años, cuyo nombre significa ‘bonita’, y a los millones de niños como ella. Los días de Amaretch transcurren recogiendo ramas para venderlas por una miseria. Ella quiere ir a la escuela pero sus padres no pueden pagarla. ‘¿Podrían ustedes’, preguntó él a empresarios de todo tipo, ‘descubrir una manera de poner a una bonita niña como Amaretch en una escuela?’.

Hay empresarios en el mundo en desarrollo que indican la manera de hacerlo. Ellos sostienen que niños como Amaretch necesitan miles de millones de dólares de ayuda externa para la educación pública. Y creen que los pobres deben ‘ser pacientes’, ya que los expertos en desarrollo opinan que la educación estatal debe ser reformada primero para librarla de la corrupción e ineficiencias. Sólo así, en algún tiempo distante, creen que podremos ayudar a niños como Amaretch a que reciban educación.

Pero esta idea está terriblemente equivocada. Completa y enteramente mal encaminada. Ignora la realidad de que los padres pobres están abandonando en masa las escuelas públicas para enviar a sus niños a las ‘económicas’ escuelas privadas. Estas escuelas privadas cobran tarifas menores –tal vez uno o dos dólares al mes, lo cual es asequible incluso para padres de un salario pobre.

Por los últimos tres años, yo he conducido una investigación en áreas pobres de África y Asia, financiado por la Fundación John Templeton y promovido por una oportunidad en la reunión de la Mont Pelerin Society en Goa, India.

Donde quiera que investigáramos encontramos que la educación privada para los pobres es común. Por ejemplo, en los barrios pobres y miserables de Lagos, Nigeria, en las áreas rurales pobres que rodean Accra, la capital de Ghana, o en los barrios pobres de Hyderabad, India, la gran mayoría de niños estudiantes –entre el 64 y el 75 por ciento— están estudiando en escuelas privadas.

En los mejores distritos de la India rural del sur, la mitad de los niños estudiantes están en escuelas privadas. Incluso en la lejana China rural un gran número de escuelas privadas existen fuera del radar oficial. De hecho, encontramos 586 escuelas privadas en los barrios más remotos, aunque los oficiales nos dijeron que éstas no existían: los oficiales nos dijeron que las escuelas privadas para los pobres eran lógicamente imposibles porque en China tienen una educación pública universal.

¿Podría darse la misma situación aquí en Latinoamérica? No lo sé y doy la bienvenida a sus ideas acerca de esto. Pero sé que en cada país que he visitado, la gente me ha dicho que eso no sucede en su país. Las escuelas privadas, me han dicho, tanto en Accra como en Zimbabwe, son para los ricos y no para los pobres. Aún cuando yo las he visto en los barrios más miserables de esos países, me han dicho eso. Así, todos parecen estar errados sobre este ubicuo fenómeno.

Las escuelas privadas para los pobres son una historia de enorme éxito que debe ser celebrada. Mi más reciente investigación ha mostrado que las escuelas privadas para los pobres son enormemente superiores a las escuelas de gobierno: los maestros parecían impartir mejor su clase en ellas cuando los visitamos sin anuncio previo. Las escuelas privadas estaban mejor equipadas, en general, con servicios sanitarios y de agua potable. Al respecto, la única aportación en la cual las escuelas públicas cumplían uniformemente es que todas contaban con patio de recreo.

Y examinando a alrededor de 24 mil niños, encontramos que los puntajes académicos en matemáticas, inglés y otras lenguas, fue mayor en las escuelas privadas que en las escuelas de gobierno. Lo importante es que todo esto fue logrado a una fracción del costo de maestro por cada estudiante. En Nigeria, por ejemplo, los profesores de escuelas públicas ganaban cuatro veces más que los de las escuelas privadas, aún cuando sus estudiantes lograban calificaciones más bajas.

La existencia de este floreciente sector privado revela las formas en las que la Amaretch de Easterly puede ser ayudada. La clave es reconocer que los padres pobres están eligiendo. Ellos no quieren escuelas de gobierno, donde los maestros no demuestran si enseñan o no. Ellos quieren escuelas privadas, donde los maestros son responsables ante ellos, a través del director de ésta.

Extender el acceso a estas escuelas puede ser realizado fácilmente, tal vez a través de bonos escolares específicos que ayuden a aquellos como Amaretch, cuyos padres no pueden pagar por un puesto en una escuela privada. Los dueños las de escuelas privadas ya están haciendo esto, ofreciendo puestos subsidiados o gratis para los más pobres, incluyendo a los huérfanos. En los barrios pobres de Hyderabad, por ejemplo, 18 por ciento de los cupos en escuelas privadas fueron provistos de esta manera.

Proporcionar a Amaretch un lugar en la escuela es un reto posible. Pero como las escuelas privadas para pobres son generalmente negocios, no caridades, una nueva oportunidad creativa para los empresarios existe a fin de ayudar a mejorar la calidad de la educación. Esto es crucial. Cuando yo le he dicho a la gente acerca de estas escuelas, ellos piensan que los barrios pobres deben ser atendidos por beneficencias, ONG’s, apoyados de algún modo desde afuera. Pero no: la gran mayoría de éstas escuelas trabajan como negocios –una escuela cobrando dos dólares al mes con 500 niños, puede incluso reunir dos mil dólares de ganancias al año. A veces estas escuelas tienen nombres religiosos. Pero esto es porque a los padres les gusta eso. A veces éstas se encuentran en edificios eclesiásticos –pero en realidad sólo están alquilando ese terreno.

Como las escuelas son negocios, se puede notar como el mercado puede ser acelerado –pero la clave es que si no hacemos nada en este mercado, éste continuará creciendo. La oportunidad está ahí para que compañías de microfinanzas puedan involucrarse a fin de ayudar a los propietarios de las escuelas a mejorar su infraestructura. Por ejemplo, preparamos dos programas piloto de préstamos, en Hyderabad y Lagos, ofreciendo préstamos de 500 a 2.000 dólares, con tasas comerciales, para ayudar a los empresarios escolares a construir letrinas, renovar salones o comprar terrenos. Las escuelas, aún sin tener derechos de propiedad formales u operando semi-legalmente, estaban hambrientas por este tipo de inversiones.

Los empresarios pueden ayudar a mejorar la calidad de enseñanza también. Las agencias de ayuda externa han arrojado miles de millones tratando de que las escuelas mejoren su currículum o su enseñanza. Estas intervenciones no son sostenibles y se desvanecen antes de que los donantes expertos se den cuenta. Encontrarán continuamente las computadoras y los videos proporcionados en las casas de los maestros y directores, no en las escuelas. Como sea, las escuelas privadas están operando intensivamente en mercados competitivos. Ellas están hambrientos también de innovaciones que demuestren mejoras en las clases, a fin de incrementar la contribución del mercado. Los empresarios pueden invertir en investigación y desarrollo para encontrar qué sirve para mejorar los resultados educativos en estas escuelas, luego trabajar en conjunto con otros empresarios para asegurar que esos métodos exitosos sean difundidos a un mercado mayor. Así, los problemas de sustentabilidad y efectividad que tanto endemonian cualquier intervención de ayuda estarían resueltos.

Educar a Amaretch es un problema con una solución. Los empresarios que han creado escuelas privadas que sirven a los pobres están ansiosos de recibir inversiones; ellos están esperando a los inversionistas que los puedan apoyar en lograr proveer una mejor ‘educación para todos’.

Ha sido tremendo trabajar en este proyecto. Y he tenido el privilegio de hacer un par de filmes al respecto, uno para la BBC y otro reciente para la PBS. Permítanme terminar con una historia sobre lo que pasó cuando hicimos el filme para la BBC en el barrio debajo de Makoko, en Lagos, Nigeria.

Pasó algo que yo había visto en varias escuelas públicas en África y en India, pero que nunca creí que pudiera ser captado por la cámara. Estábamos en la escuela en una visita anunciada, acompañados por el administrador escolar más antiguo de esa área. Pero cuando recorrimos la escuela, encontramos a un joven profesor durmiendo, tendido en su escritorio, mientras una niña intentaba enseñar al resto de la clase con un harapiento libro. Imagínense la escena. El camarógrafo de la BBC, el productor, el director y yo llegamos al salón. Los niños se callaron para saludar a sus visitantes. Ellos recitaron un ‘Sean bienvenidos, equipo de la BBC’. El profesor aún dormía. Un estudiante, avergonzado, trató de despertar al maestro. Él aún duerme.

Un poco descortés, la producción de la BBC dobló este fragmento de película con la voz del profesor Olakunle Lawal, el Honorable Comisionado para la educación del estado de Lagos, quien es un caballero muy distinguido, doctorado en la Universidad de Oxford, dando su punto de vista sobre los problemas pasados pero siendo benigno con la profesión de enseñar hoy en Nigeria. Con anterioridad, nos dijo elocuentemente, “los maestros no eran bien motivados para los retos inherentes a sus condiciones de servicio. A veces usted tenía pagos salariales al azar, y otras veces pagos incompletos. En los últimos 6 años las cosas han cambiado considerablemente. La escuela pública es muy buena ahora, se tienen recursos humanos bien capacitados”. Eso fue un poco malicioso, colocar su voz sobre la imagen del profesor dormido. Pero eso ilustró, para mi, por qué un padre piensa que, en las escuelas públicas, ‘nuestros niños están abandonados’. Y la razón por la cual otro padre, quien ha intentado dejar a su hija en las escuelas públicas gratuitas de Kenia, la ha devuelto a una escuela privada en los barrios bajos: ‘Si tu vas al mercado y ofrecen frutas y vegetales gratis, sabes que están podridos. Si quieres productos frescos, tienes que pagar por ellos’.