Educación empresarial o emprendedora

Fernando Nogales Lozano dice que "Las universidades corporativas han conseguido triunfar porque sus procesos educativos los desarrollan simultáneamente en las empresas, los mercados y la economía, y todo ello motivando en paralelo en cada persona el uso sus mejores  talentos y las posibilidades de intercambios de los mismos entre profesionales que trabajan en equipos y compiten con equipos".

Por Fernando Nogales Lozano

El artículo “Empresarialidad y educación: Principios pedagógicos”  con el que abrimos esta miniserie nos ha ido permitiendo profundizar en la “educación en casa” y en la “educación diferenciada”. En el presente, nos vamos a centrar en el último artículo de esta serie, el que hace referencia a la “educación emprendedora”.

Para la Escuela de Economía Austriaca, la “empresarialidad” hace referencia a la función emprendedora que toda persona tiene como consecuencia de tener que poner en práctica sus talentos individuales en su objetivo de dar respuestas a sus constantes y variadas necesidades. En este sentido, hablar de “educación emprendedora”, implica fomentar en los alumnos el descubrimiento de sus propios talentos y el estímulo porque los desarrollen a lo largo de sus vidas, pues es de la creatividad de las personas, expresada, bien individualmente, bien a través del libre intercambio de talentos y habilidades, de donde ha surgido siempre la riqueza humana.

Para la Escuela Austriaca, la acción humana educada en el emprendimiento, genera o encuentra en el conocimiento disperso y los acuerdos espontáneos, las vías que mejor posibilitan las soluciones teórico-prácticas a las constantes necesidades individuales1.

En este sentido el emprendedor es para toda sociedad, caracterizada por sus múltiples necesidades, un captador de información dispersa y un coordinador de oportunidades entre ofertantes y demandantes de productos/servicios. Es por ello que al empresario se le ha de ver, no sólo como un agente creador de riqueza, sino también y sobre todo como un civilizador de los órdenes espontáneos y, por su tendencia al libre intercambio, uno de los principales generadores de las sociedades abiertas2.

Por tanto, dada la trascendencia de la función empresarial, es de vital importancia preguntarse: ¿Qué educación sería la más adecuada para despertar en los ciudadanos sus potencialidades de empresarialidad? ¿La privada, la estatal o la realizada en la empresa?

Sin desdeñar para nada la importancia que juega la educación primaria y secundaria en el despertar de los talentos en los niños y en el intercambio lúdico de los mismos entre ellos (de lo cual ya he hecho referencia en los artículos anteriores), quiero centrarme ahora en los ciclos de educación superior. En otras palabras, ¿Qué universidades serían las más adecuadas para despertar en los ciudadanos sus potencialidades de empresarialidad? ¿Las universidades privadas, las universidades estatales o las llamadas universidades corporativas?

En principio cabría pensar que cualquiera de las tres deberían tener posibilidades similares de desarrollar las potencialidades de empresarialidad de los individuos, pero la realidad detecta diferencias significativas al respecto. Profundicemos un poco por separado.

Las universidades privadas

En nuestra civilización occidental las universidades privadas tuvieron su origen en los ámbitos religiosos, cuyo objetivo principal fue el de recoger y transmitirnos las fuentes del saber grecorromano y judeocristiano. En ellas se profundizó entre otras, en materias que iban de la teología, filosofía, historia y derecho, pasando por las artes, hasta la economía (de lo cual es buena muestra la Escuela de Salamanca).  Hoy hay en el mundo centenares de universidades religiosas de gran prestigio internacional ofertando carreras en la mayor parte de las especialidades científicas y técnicas. Su rigor pedagógico y prestigio académico suelen estar muy encima de la media de las universidades estatales en lo que al desarrollo de los talentos individuales y redes de intercambio de saberes se refiere (claves éstas imprescindibles para el desarrollo de la empresarialidad en las personas).

El resto de la universidades privadas destacar, que si bien no son religiosas, al igual que aquellas, su denominador común es que funcionan bajo las leyes de la competencia del libre mercado, por lo que para mantenerse en el sector educativo, o son eficaces o las universidades privadas de mayor excelencia las hacen desaparecer.

 Las universidades estatales

Las universidades privadas religiosas, con el advenimiento de la Industrialización, no fueron capaces de dar pronta respuesta a las nuevas necesidades de conocimientos de carácter técnico y científico que necesitaban las empresas y trabajadores, lo que dio lugar a la emergencia de las universidades privadas no religiosas. Ahora bien, las mal llamadas “universidades públicas” (es más riguroso llamarlas “universidades estatales”, pues toda educación privada también es pública), comenzaron a surgir en el siglo XIX como consecuencia del incesante intervencionismo de los estados en las políticas educativas. Hasta ese momento las universidades eran todas privadas (religiosas unas y otras no).

Como era de esperar, dado el intervencionismo de los estados en las universidades estatales (muy en concreto con ingentes cantidades de presupuesto económico), muchas de las originarias universidades privadas se vieron abocadas a la desaparición. Su intervencionismo no solamente fue económico, también homogenizó las políticas educativas, haciendo de facto desaparecer la competencia entre las universidades estatales. Con el tiempo, como era de esperar, las universidades estatales fueron alejándose de las necesidades de conocimiento de las empresas y trabajadores. Hoy muchas de ellas permanecen gracias a la ingente cantidad de subvenciones y el poder exclusivo que tienen los estados para otorgar a través de ellas los títulos profesionales.  En su contra los datos son abrumadoramente negativos: alto índice de abandono universitario, alto índice de repetidores, alto índice de parados universitarios, y lo que es peor, altísimo índice de universitarios trabajando en actividades que no desean y para las cuales están sobrepreparados.

Como es de sospechar, las consecuencias que para el desarrollo de la empresarialidad de las personas tiene todo este intervencionismo en las universidades estatales son extremadamente negativas: desconocimiento de los talentos individuales a desarrollar (hay una tendencia ha estudiar lo fácil o aquello en lo que cree que encontrará trabajo); falta de motivación (un gran número de universitarios sólo desea ser funcionario, aunque no le guste); desconocimiento del mundo de la empresa (incluso adoctrinamiento en contra de ellas); etc.

Las universidades corporativas

Las universidades estatales tuvieron su preponderancia en tanto en cuanto se adelantaban a las empresas en el conocimiento que estas necesitaban que tuviesen sus trabajadores.  Eso fue así hasta mediados del siglo XX, pero a partir de ese momento, la generación de conocimiento por parte de las empresas se fue acelerando a tal ritmo, que hoy se puede decir que el conocimiento que crean los departamentos de I+D+i de las mayores corporaciones mundiales, no pueden conseguirlo al mismo ritmo ninguna universidad estatal (ni tampoco tienen los medios financieros ni técnicos suficientes para ello).

¿Qué facultad estatal de Farmacia puede hoy competir en generación de conocimientos por ejemplo, con Laboratorios Sandoz, Bayer, Pfizer, etc.? Dichas multinacionales cotizan en Bolsa, sus tecnologías son de última generación, en ellas trabajan varios premios nobel, etc. Lo mismo podemos decir de otras multinacionales del sector del automóvil, de la informática, de la aeronáutica, de la alimentación, del turismo, de las finanzas, etc.

Fue como consecuencia de la alta competencia entre las empresas (y por tanto, por la rápida obsolescencia del conocimiento), que éstas se vieron obligadas a crear sus propios departamentos de formación, lo que dio lugar más tarde a la creación de las llamadas universidades corporativas3. En ellas, los profesionales aprenden “in situ” a través del mundo de la industria los procesos de generación, transmisión y gestión del conocimiento comerciable4. No sólo, las universidades corporativas coordinan y transmiten dichos conocimientos también a sus proveedores y clientes, pues sus políticas de formación están insertadas en los planes estratégicos de las empresas5.

Hoy en los países más desarrollados no dejan de crecer el número de universidades corporativas (más de 4.000 en la actualidad), ni los encuentros entre las mismas para contrastar o cooperar en alianzas entre ellas6.

Las universidades corporativas7 han conseguido triunfar porque sus procesos educativos los desarrollan simultáneamente en las empresas, los mercados y la economía, y todo ello motivando en paralelo en cada persona el uso sus mejores  talentos y las posibilidades de intercambios de los mismos entre profesionales que trabajan en equipos y compiten con equipos. Es la forma que les permite a las personas ser más productivas.

Me resulta curiosa (por lo frecuente) la siguiente experiencia personal (y cada vez de más gente). Conozco a bastantes personas que han estudiado en universidades privadas (la mayoría son religiosas), sienten que el paso por las mismas les ha enriquecido sus vidas. Conozco también a profesionales y ejecutivos que en sus empresas tienen universidades corporativas,  sienten que gracias a ellas sus carreras profesionales han ganado en valor en los mercados en los que se mueven. Como es lógico, conozco a muchos más universitarios que han estudiado en universidades estatales, no pocos de ellos sienten que su formación les ha enriquecido muy poco como personas y como profesionales, tienen la sensación de haber recibido un conocimiento profesional que ya está obsoleto en el mundo de las empresas.

Tal vez ha llegado el momento ya, de repensar las políticas y estructuras educativas que nos hemos dado, pues las más abundantes y costosas (las de carácter estatal) no satisfacen las diferentes necesidades del saber humano8: ni profesionales, ni personales.

Referencias:

1. Mises, Ludwig von. La acción humana. Unión Editorial. Madrid, 2009

2. Gómez, Alejandro. Creadores de riqueza. Unión Editorial. Madrid, 2012.

3. Jarvis, Peter. Universidades Corporativas: Nuevos modelos de aprendizaje en la sociedad global. Ediciones Narcea S.A. Madrid, 2006.

4. Nogales Lozano, Fernando. Tesis Doctoral “La Gestión del Talento Directivo en la Sociedad Postindustrial” (Capítulo 6).Universidad Pontificia de Salamanca. Campus Madrid. 2008.

5. Pérez, Alfonso. En este video su autor presenta los objetivos de aprendizaje de las Universidades Corporativas y expone varios ejemplos de universidades corporativas españolas (http://www.youtube.com/watch?v=5Yt5-qdbM5A ).

6. Ya en el 2010 el 27 y 28 de Septiembre, Gas Natural Fenosa patrocinó en Barcelona (España) el “Primer Foro Internacional de Universidades Corporativas" http://www.ejecutivos.es/noticia/13087/Formaci%C3%B3n/gas-natural-fenosa-patrocina-primer-foro-internacional-universidades-corporativas.html

7. Rubio, Antonio. Universidades corporativas. Editorial LID. Madrid, Enero de 2012 (más información sobre su autor y contenidos de esta reciente obra en: http://www.diariojuridico.com/actualidad/noticias/lid-publica-universidades-corporativas-una-obra-sobre-formacion-interna-para-empleados.html).

8. Para la Escuela Austriaca, la educación no tiene como objetivo exclusivo el ámbito de lo profesional, pues también la búsqueda del conocimiento “per se” y del enriquecimiento existencial son objetivos individuales relevantes para las personas . Conozco a ingenieros que han estudiado filosofía como una necesitad vital; físicos, que han estudiado teología (y a la inversa, religiosos, doctores en Teología que son astrofísicos), etc. Estas personas para estudiar no buscan solamente instituciones  “almacenes de información” (al estilo de las universidades estatales), sobre todo buscan entornos educativos de gente motivada por el placer de aprender y compartir a través del intercambio de saberes.