Ecuador: La violencia como mecanismo de reivindicación
Franklin López Buenaño dice que "La sublevación de la policía [en Ecuador] es una demostración más de las consecuencias del paternalismo estatal".
Hace poco más de cinco años, el entonces presidente Lucio Gutiérrez fue derrocado. El jueves pasado, hubo una rebelión (no un golpe ni conato de golpe) protagonizada por elementos de la policía nacional. La sublevación de la policía es una demostración más de las consecuencias del paternalismo estatal. Es que las manifestaciones violentas para “reivindicar” aspiraciones se han vuelto consuetudinarias en el Ecuador debido a la creencia ancestral en el paternalismo, actualmente personificado por el del Estado.
Las clases pobres, como los indígenas, durante los años de colonia hispana y probablemente antes de la llegada de los Conquistadores y en los albores de la época republicana, dependían de su seguridad del patrón, del potentado, del caudillo. Quién no tenía “padrinos” no se “bautizaba”, decía el refrán. La incertidumbre creada por las condiciones precarias a las que fueron sometidos les hacía necesario tener “palancas” o “enchufes”. El caudillismo no era más que un reflejo de la necesidad social de disponer de un protector. Claro está que este al final extraía del “ahijado” la sumisión y mano de obra barata o gratuita.
Esta situación comienza a desaparecer en los años 70, cuando la bonanza petrolera permite la expansión del gobierno y se convierte en el nuevo “patrón”. El paternalismo personalista se torna en paternalismo estatal. Pero las condiciones psicológicas y las actitudes de la generalidad de la población siguen aferradas a las expectativas que un día existieron con respecto al patrón.
Precisamente en la década de los 70 también comienzan a tomar fuerza las “manifestaciones” para reclamar al “patrón gobierno” los favores prometidos. La primera bonanza petrolera se termina pero no se terminan las exigencias de la población. Poco a poco las manifestaciones se han vuelto cada vez más violentas. Exacerbados los ánimos por la izquierda radical “revolucionaria”, los maestros, los trabajadores públicos y privados, y los indígenas aprendieron que se pueden lograr prebendas y beneficios del Estado con el eufemismo de “derechos adquiridos” a base de quemar llantas, cerrar carreteras, romper vidrios o a bala. Así se fue abriendo el camino a la violencia hasta culminar en una Constitución que institucionaliza la generosidad del Estado con plata ajena.
Los casi cuatro años de la presidencia de Correa se han beneficiado de una segunda bonanza petrolera. Esto le ha permitido al gobierno de Alianza País regar favores a diestra y siniestra. El gasto público pasó del 24% del PIB en 2006 al 40% en 2009. Se estima un presupuesto de 16.857 millones de dólares, pero como no va a haber suficientes fondos ni del petróleo, ni de los impuestos, el déficit para el 2010 se cree que llegará a $4.000 millones. Para tener una idea de cómo ha crecido el gasto del Gobierno central, veamos, el déficit del año 2009 ($2.635 millones) constituye 80% de todo lo que gastó en 2000. Hace 5 años el gasto del Gobierno ascendía apenas a $6.232 millones.
Las protestas de la Policía Nacional ocurren porque una ley enviada por el Ejecutivo planeaba reducir las bonificaciones (50% en efectivo, 50% en bonos estatales), prolongamiento de los años de servicio (de 5 a 7) para recibir indemnizaciones, otorgamiento de condecoraciones y otras canonjías que los gobiernos de turno (inclusive el actual que les duplicó el sueldo) habían venido otorgando a la policía y a las fuerzas armadas para ganar su respaldo. Cuando se propone un poco de austeridad, la costumbre de recuperar prebendas con violencia es automática.
La rebelión de la policía no es un episodio nuevo ni ahí terminará la historia. Los maestros han salido una y otra vez a protestar por aumento de sueldos y la última vez porque se les exigía “evaluación”. Los indígenas protagonizaron un gran levantamiento en 1990 y recientemente porque no se permitía que controlen los recursos hídricos. Los estudiantes salen a las calles cada vez que los dirigentes de la FEUE deciden que sus “derechos” han sido violados y saldrán a las calles cuando se resuelva que “no hay almuerzo gratis” ni educación universitaria gratis. Los taxistas cierran las calles y paralizan la ciudad para que no se permita la competencia de los mal llamados taxistas “piratas”. Igual sucederá cuando a los empleados públicos no se les pueda reducir el sueldo sino que se les pagará con “condoritos” en lugar de dólares; cuando a las amas de casa de clase media no se pueda seguir “subsidiando” con gas barato; cuando se acabe la plata ajena, ¿arderá Troya?