Douglass North, 1920-2015

Ike Brannon dice que "North será recordado por forzar a los economistas a dejar de obsesionarse con el ciclo económico y empezar a hablar acerca de las instituciones —esto es, las reglas económicas del juego, ya sean explícitas o implícitas, que existen para el comercio".

Por Ike Brannon

El economista ganador del Premio Nobel Douglass North falleció a principios de mes a sus 95 años. Él tuvo una carrera notablemente fecunda y es uno de los pocos laureados que lograron permanecer productivos luego de recibir el premio, incluso habiendo tenido más de 70 años cuando fue notificado del premio por la Academia Real Sueca de las Ciencias.

North será recordado por forzar a los economistas a dejar de obsesionarse con el ciclo económico y empezar a hablar acerca de las instituciones —esto es, las reglas económicas del juego, ya sean explícitas o implícitas, que existen para el comercio. Esto comprende el rol de los sindicatos en una economía, la fuerza de las protecciones de patentes, y el grado hasta el que el gobierno regula los mercados financieros, los precios, o los salarios, para citar tan solo unos pocos ejemplos.

Él llegó a comprender la importancia de las instituciones hacia el final de su carrera. Luego de pasar sus años anteriores haciendo de la historia económica un campo nuevamente respetable (por qué una “ciencia” como la economía requeriría observar el pasado, no eran pocos los miembros de mi profesión que creían esto), decidió que las instituciones en una economía importaban más que los detalles estadísticos con los que se obsesionaban gran parte de los historiadores económicos cuando se trataba de comprender los factores que pueden crear el crecimiento económico. Esta opinión lo condujo a alterar radicalmente su agenda de investigación, para el beneficio de todos nosotros.

Prevenir el ciclo económico es una locura, como ciertamente los demostró la Gran Depresión, pero si podemos identificar claramente las políticas que producen un crecimiento económico a largo plazo más sólido, eso sería un bien absoluto. Su trabajo acerca de la historia económica lo ayudó a derivar lecciones del pasado.

En general conocemos algunas de las instituciones necesarias para el crecimiento económico: regulaciones limitadas y sensibles, una fuerza laboral bien educada, derechos de propiedad bien definidos, y mercados financieros que funcionen bien. Las investigaciones tempranas de North sugieren que hay razones para creer que las exigencias políticas pueden ayudarnos a empujar a los países hacia estos resultados. En otras palabras, una economía orientada hacia el mercado puede ser un equilibrio de largo plazo para los países.

Sin embargo, luego de que el colapso de la Unión Soviética y la disolución de la Cortina de Hierro fracasaran en producir una serie de nuevas democracias de mercado, él empezó a dudar de sus conclusiones anteriores, y decidió estudiar el asunto más a fondo.

Obtener el Premio Nobel le confirió la libertad de embarcarse en un proyecto ambicioso de viajar alrededor del mundo y ver si podía descubrir La Verdad acerca del crecimiento económico. Pocos años luego de embarcarse en este viaje él llegó al encuentro anual de la Asociación Americana de Economía para contarle a una audiencia abultada lo que había aprendido de sus peregrinaciones.

Nos dijo, de manera un tanto sorprendente, que él no había aprendido nada nuevo, y pasó su tiempo informándole a los 600 economistas que habían asistido qué tan poco sabemos acerca de los ingredientes necesarios para el crecimiento económico. Resultaba que las reglas breves que concordamos que son necesarias para que ocurra el crecimiento no son para nada suficientes para lograr el crecimiento.

Él concluyó que este fracaso de la profesión debería ser la principal preocupación de todos nosotros e instigó a los miembros del público a organizar sus personales y empezar a pensar acerca de este asunto junto con él.

Esa misma noche me topé con North estando solo en el bar del hotel. Me presenté y le pregunté si tenía algún consejo para un economista recientemente graduado. Mientras esperaba que el mesero le traiga su cambio me dio su dosis de 15 segundos de realismo. No escribas estudios académicos acerca de temas que a nadie le importan con el mero objetivo de asegurarte una cátedra permanente, me dijo, y agregó: pasa unos cuantos años tratando de encontrar algo original que realmente sume a la disciplina, y si eso no pasa entonces dedícate a hacer otra cosa.

De manera que hoy estoy haciendo otra cosa y agradecido de que Douglass North me aconsejó escapar del destino del purgatorio improductivo que es la mediocridad académica. Todavía estoy contemplando el reto que me dio hace tantos años atrás —a mi como a muchos otros economistas.

Este artículo fue publicado originalmente en The Weekly Standard (EE.UU.) el 7 de diciembre de 2015.