Después de Siria, la próxima crisis de refugiados vendrá de Venezuela
Alex Nowrasteh señala que desde la llegada del socialismo bolivariano de Hugo Chávez a Venezuela, 4 millones de venezolanos han huido del país y que conforme el país colapsa probablemente esa cifra aumentará considerablemente. Nowrasteh considera que la experiencia con los refugiados sirios podría aportar algunas lecciones.
Por Alex Nowrasteh
Colombia recientemente desplegó 3.000 tropas hacia su frontera con Venezuela para controlar el flujo entrante de más de 250.000 refugiados que huyen del régimen socialista que está haciendo colapsar al país. Brasil declaró un estado de emergencia social, desplegó más de 100 soldados hacia la frontera, estableció nuevos puntos de seguridad, y un hospital de campo para lidiar con los más de 60.000 refugiados venezolanos que han ingresado por el norte del país. Estas son probablemente las primeras de muchas medidas por parte de Colombia, Brasil y otros gobiernos vecinos para abordar este caos.
Desde la llegada del socialismo bolivariano de Hugo Chávez hace dos décadas, 4 millones de venezolanos han huido del país—incluyendo al 1,2 millón que salió solamente en los dos últimos años. La escala de la emigración venezolana está rápidamente acercándose a los 5,5 millones de sirios que escaparon de su país durante su guerra civil. Una encuesta realizada por la empresa venezolana Consultores21 descubrió que 40 por ciento de los encuestados querían huir del país en diciembre de 2017. Si esto se volviera una realidad, eso implicaría alrededor de 13 millones de inmigrantes, haciendo que palidezca el número de personas que huyeron de Siria hasta ahora por causa de su guerra civil.
En el manejo alrededor del mundo de los refugiados sirios hubo éxitos y fracasos, proveyendo lecciones para aquellos que intentan abordar la crisis venezolana—más allá de declarar estados de emergencia y desplegar soldados. Los refugiados venezolanos pueden ser integrados acarreando un costo mínimo para los contribuyentes, las organizaciones internacionales de ayuda, y las caridades, pero solo si los gobiernos siguen reglas básicas sencillas.
La primera es darle a los venezolanos permisos de trabajo tan pronto sea posible. Perú creó un permiso renovable de trabajo y residencia por un año para 11.000 venezolanos, aunque han aplicado más de 30.000. Solamente el año pasado, 149.000 venezolanos ingresaron al Perú. Brasil también ha creado un permiso temporal de residencia para el creciente número de venezolanos.
Estos permisos son grandes pasos iniciales, pero necesitan estar disponibles para todos los venezolanos que estén huyendo del colapso del estado socialista bolivariano. Mientras más rápido puedan trabajar los venezolanos y mantenerse por cuenta propia, más rápido se aliviará la carga sobre los servicios públicos. De lo contrario, los venezolanos continuarán siendo casos de caridad o continuarán trabajando en el sector informal. Este problema se dio en muchos países europeos, que invitaron a los sirios que buscaban asilo pero luego hicieron que sea imposible que trabajen legalmente o empiecen sus negocios. Jordania y Turquía redujeron ambos problemas al eventualmente emitir permisos de trabajo a los sirios, obteniendo efectos generalmente positivos en la economía local.
Inicialmente Colombia creó un permiso especial de trabajo y residencia para los venezolanos, llamado el PEP, con el objetivo eventual de concedérselo a 150.000 de los 750.000 a 2 millones de venezolanos que están viviendo en el país. Desde ese entonces, el presidente Juan Manuel Santos ha revertido esa política y limitado la emisión de nuevas visas de trabajo para los venezolanos en un esfuerzo para lograr “más control y seguridad en nuestras fronteras”. Como en Europa, el principal efecto de estas nuevas restricciones será el de un mayor número de cruces ilegales y menos integración económica.
Segundo, mantener el orden es fundamental. Los electores en los países anfitriones se podrían tornar en contra de los refugiados venezolanos si estos cruzan las fronteras de forma ilegal y de manera caótica, abrumando los servicios sociales y volcándose al crimen. Los países vecinos por lo tanto deberían monitorear de cerca la situación de seguridad y alentar a los venezolanos a que se alejen de las regiones fronterizas y procedan tan pronto les sea posible a las principales ciudades o a las regiones que están creciendo más rápido, justo como lo ha empezado a hacer Brasil.
Tercero, los países de fuera de la región deberían empezar a recibir a venezolanos. Alrededor de 59.000 venezolanos buscaron asilo en EE.UU. en 2014, constituyendo 12 por ciento del total de solicitudes de asilo. Alrededor de 30.000 venezolanos solicitaron asilo solamente el año pasado, 34 veces la cantidad de solicitantes en 2013. El Presidente Donald Trump redujo en más de la mitad el número de refugiados y agregó a Venezuela a su lista de países con prohibición de viaje—pero podría hacer una excepción especial para los venezolanos dado el interés propio político. Dado que los venezolanos están huyendo de un estado socialista en colapso, muchos de ellos se verán atraídos a la retórica anti-socialista del Partido Republicano de igual forma que se vieron atraídos las anteriores olas de inmigrantes cubanos, vietnamitas y chinos.
Los países fuera de Sudamérica y del Hemisferio Occidental también podrían darle la bienvenida a los venezolanos. Alrededor de 10.000 venezolanos solicitaron asilo en España el año pasado. Dado que los ciudadanos de ambos países hablan el mismo idioma, la integración al mercado laboral español debería ser relativamente fácil.
El Presidente venezolano Nicolás Maduro ha acabado con la oposición política y el proceso democrático conforme la economía continúa colapsando, de manera que el éxodo continuará. La experiencia de Siria muestra que los permisos de trabajo son la clave para ayudar a los refugiados y a los gobiernos anfitriones a abordar el flujo entrante de inmigrantes. Maduro caerá algún día, pero mientras tanto le conviene a todos que los venezolanos que escapen sean capaces de trabajar legalmente.
Este artículo fue publicado originalmente en el DC Examiner (EE.UU.) el 28 de marzo de 2018.