Denles cucharas en lugar de palas
Manuel Suárez-Mier dice que menospreciar e incluso atacar todo aquello que conduce a una mayor productividad acaba fabricando más pobres y empobreciendo más a los que ya lo eran.
En una visita que hizo mi admirado maestro Milton Friedman a China antes de que adoptara con fervor la economía de mercado que le permitió volverse el gigante que es hoy, sus anfitriones lo llevaron a visitar instalaciones y proyectos en construcción de los que estaban orgullosos.
Al detenerse en un sitio donde cientos de trabajadores cavaban un hoyo para hacer una presa, Friedman se sorprendió que no usaran maquinaria para mover la tierra, a lo que el burócrata chino que lo acompañaba dijo que era para crear más empleo. Mi maestro replicó “en ese caso, denles cucharas en lugar de palas”.
El presidente de México piensa con asombrosa precisión lo mismo que Friedman encontró en China en su era de planeación central y ausencia total de libertad individual, como lo evidenció al inaugurar una planta de la empresa Bimbo donde declaró “lamentar que estuviera tan automatizada”.
El tipo de economía que admira quedó claro en una visita que hizo a la provincia en la se detuvo a encomiar a la “auténtica economía popular”, admirando un trapiche jalado por una mula para producir jugo de caña de azúcar (ver aquí).
Su proyecto de nación consiste en “fortalecer la economía apoyando a los artesanos, a pequeños productores y microempresarios, (lo que) es igual o más importante en creación de empleos y desarrollo que solo apostar a las grandes corporaciones automatizadas y de poca generación de puestos de trabajo (sic)”.
Esa filosofía se refleja también en sus programas de construir caminos de mano de obra y privilegiar la agricultura tradicional con “apoyos”, alentar la tenencia de la tierra comunitaria, prohibir el uso de semillas mejoradas, fertilizantes y fungicidas químicos, y aniquilar la agricultura moderna y de exportación.
Esta forma de ver la economía permea en sus políticas de gobierno en todos los ámbitos, pero sobre todo en energía, y resalta mucho en la promoción de ciencia y tecnología en donde se pretende privilegiar “las raíces ancestrales de las culturas autóctonas y rechazar la ciencia neoliberal y extranjera”.
Todo lo anterior, sumado al combate frontal a la inversión privada, garantiza el estancamiento de la economía y la pauperización de la población pues atenta contra el crecimiento de la productividad, único camino que conduce a generar riqueza y a una mejora sostenida de su calidad de vida.
El pensamiento del primer mandatario mexicano me recuerda lo que escribió el gran ensayista Christopher Hitchens de la Madre Teresa de Calcuta, al señalar que “estaba menos interesada en ayudar a los pobres que en usarlos como una fuente infatigable de miseria para promover la propagación de sus creencias”.
En el caso del cabecilla mexicano, fabricar más pobres y empobrecer aún más a los que ya lo eran, tiene también el fin político de hacerlos dependientes sin remedio de sus dádivas clientelares, lo que él piensa que le garantiza una base política cada vez mayor que le permitirá a él y a su partido eternizarse en el poder.
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 19 de febrero de 2021.