Dejemos que el mercado regule las aerolíneas
por Edward L. Hudgins
Edward Hudgins es el Director de estudios de la regulación estatal en Cato Insitute y editor de la revista Regulation.
Quienes se sienten frustrados por el gentío en los aeropuertos y por los vuelos cancelados temen que la compra de TWA por American Airlines signifique menos competencia, lo cual a su vez significará peor servicio en el futuro. Sin embargo, la más seria restricción a la competencia entre las líneas aéreas la impone el gobierno al prohibir que las aerolíneas extranjeras transporten pasajeros entre ciudades de Estados Unidos.
Quienes se sienten frustrados por el gentío en los aeropuertos y por los vuelos cancelados temen que la compra de TWA por American Airlines signifique menos competencia, lo cual a su vez significará peor servicio en el futuro. Sin embargo, la más seria restricción a la competencia entre las líneas aéreas la impone el gobierno al prohibir que las aerolíneas extranjeras transporten pasajeros entre ciudades de Estados Unidos.
Si el objetivo es mayor competencia, dejemos que Avianca, Aeroméxico y Lufthansa compitan con las aerolíneas americanas que han ido comprando a sus competidores más pequeños. Pero la desregulación no debe pararse allí. Recordemos que en los 22 años desde que a las aerolíneas de Estados Unidos se les permitió fijar sus propias rutas y sus tarifas, el costo de volar -ajustando la inflación- se ha reducido en más de un tercio y el número de pasajeros se ha disparado de 275 millones en 1978 a 650 millones en el último año.
Hoy, todo el mundo se puede dar el lujo de volar en un avión y eso significa aviones y aeropuertos atestados de gente porque el anticuado sistema federal de control de tráfico aéreo no se ha adaptado al mayor volumen, lo cual provoca tantos retrasos como el mal tiempo.
Un creciente número de conductores tiene en sus automóviles pequeñas pantallas que muestran la posición del vehículo gracias a una tecnología de satélites, pero los aviones no la tienen. Esa tecnología que nos permite cambiar nuestra ruta para evitar congestiones de tráfico le permitiría a los controladores aéreos hacer un seguimiento más eficiente a los aviones bajo su responsabilidad, reduciendo así los retrasos. Pero las burocracias gubernamentales simplemente no responden tan rápido como las empresas privadas.
En países como el Canadá y Suiza el control de tráfico aéreo ha sido reorganizado como una actividad comercial, con accionistas que incluyen a las líneas aéreas. En diciembre de 1997, una comisión presidida por Norman Mineta, quien recientemente fue postulado por George W. Bush como secretario de Transporte, publicó un informe recomendando esa solución. La privatización del control de tráfico aéreo ayudaría mucho a descongestionar el servicio aéreo. Y desde luego que también ayudaría la privatización de los aeropuertos y resistir las presiones sobre nuevas y mayores regulaciones en nombre del medio ambiente.
Si los políticos y funcionarios del gobierno no consideran la desregulación y tratan más bien de bloquear la fusión entre TWA y American, lo más probable es que TWA vaya a la quiebra, lo cual también reduciría la competencia. En lugar de manipular el mercado, el gobierno lo debe dejar funcionar.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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