Dejando la retórica a un lado, los socios asiáticos de EE.UU. están renunciando a su propia defensa
Justin Logan considera que si los líderes estadounidenses realmente desean compartir de manera equitativa la carga de la defensa de Japón y Taiwán ante la amenaza de China, deberían estar conscientes de qué suele conducir a que estos aliados se ocupen más o menos de su propia defensa.
Por Justin Logan
Este verano, la publicación del reporte de defensa de Japón mantuvo a observadores en Washington a la expectativa. No solo el documento por primera vez mencionó la defensa de Taiwán como un interés de seguridad de Japón, sino que la imagen en la portada mostraba un guerrero amenazante sobre un caballo, esto en marcado contraste con el arte de portada deprimente y abstracto en reportes anteriores.
De igual forma, Taiwán continúa señalando la amenaza que constituye China. En una entrevista con Newsweek en julio, la vocera de la cancillería de Taiwán argumentó que “enfrentados con la amenaza de seguridad presentada por China y sus constantes avances hacia nuestro país, nuestro gobierno debe fortalecer las capacidades de auto-defensa de Taiwán”.
Dado que Japón y Taiwán estarían en las líneas delanteras de cualquier esfuerzo para defender el status quo asiático en contra de la agresión china, sus políticas de defensa impactan a EE.UU. Desafortunadamente, su gasto en defensa muestra que no son tan serios acerca de la amenaza china como su retórica lo sugiere. Su anémico gasto en defensa muestra que están contentos con endosarle ese costo a EE.UU.
En los 10 años desde que la administración de Obama anunció un “giro hacia Asia”, el gasto chino en defensa se ha duplicado aproximadamente en términos reales, según el International Institute for Strategic Studies. El presupuesto de defensa chino se acerca a $200.000 millones usando matemáticas conservadoras, con casi todo su esfuerzo de defensa concentrado en escenarios dentro y alrededor de China.
Enfrentados a esta amenaza cercana y creciente, Japón y Taiwán han alzado sus hombros, gastando cerca de 1 y 2 por ciento de su PIB en defensa, respectivamente. Considerando su tamaño en relación a China y el crecimiento económico lento, cada año la brecha entre el poder chino y la defensa de los socios de EE.UU. en contra de este se vuelve más amplia.
Taiwán y Japón no solo necesitan gastar más en defensa, necesitan gastar mejor. Ellos necesitan decisiones de compras públicas y conceptos operacionales que provean la mayor eficiencia por cada dólar gastado. Pero en el caso de Taiwán especialmente, las decisiones de compras públicas han sido terribles. Habilitadas por Washington, Taiwán ha gastado miles de millones en armas como tanques y aviones avanzados que serían inútiles en un conflicto con la República Popular de China. En cambio, los funcionarios de Taiwán se refieren al valor simbólico de estos sistemas, conforme aseguran a los ciudadanos de la isla que EE.UU. está comprometido con su defensa.
Las quejas de EE.UU. acerca de la distribución de la carga entre los aliados no son nada nuevo, por supuesto. En su estudio clásico de la dinámica de las alianzas, Mancur Olson , Jr. y Richard Zeckhauser mostraron que cuando “la membresía de una organización es relativamente pequeña, los miembros individuales…tenderán a proveer solo cantidades sub-óptimas de este bien. También habrá la tendencia de que los miembros ‘más grandes’…soporten una porción desproporcionada de la carga”.
Aunque las décadas posteriores a su publicación han refinado esta teoría, la idea básica ha sobrevivido la prueba del tiempo. Considerando esta idea de Olson y Zeckhauser, una cierta cantidad de evasión es inherente a cualquier cooperación de defensa entre Japón y EE.UU. o Taiwán y EE.UU.
Pero la política estadounidense de asegurar constantemente a Taiwán y Japón del compromiso de Washington fomenta esta indefensión aprendida. Quienes diseñan las políticas públicas generalmente ven en la confortación de sus aliados y socios como un bien puro, pero hay una desventaja: los aliados que están demasiado cómodos con el abrazo de EE.UU. es menos probable que se cuiden a sí mismos.
En su estudio de los esfuerzos de defensa de Japón, Jennifer Lind de Dartmouth lo dijo claramente: “Históricamente, Tokyo no ha expandido significativamente sus compromisos de defensa como resultado de los pedidos de EE.UU., sino que lo ha hecho cuando el compromiso de EE.UU. con la región parecía disminuir”.
Dicho de otra manera, cuando se trata de compartir la carga, dar golpes en la mesa no funciona—dudas acerca del compromiso de EE.UU. si. Cuando el presidente Joe Biden se refiere a la alianza entre Japón y EE.UU. como “imborrable” e “inquebrantable”, como lo hizo en abril, su intención es positiva: asegurarle a Japón la fortaleza del compromiso estadounidense. Pero cuando Japón no se preocupa acerca de la fortaleza del compromiso de EE.UU., es menos probable que tome medidas para proveer más firmemente para su propia defensa.
La compensación entre el consuelo y la distribución de la carga es real, y de suma cero. Además, es difícil sembrar dudas en las mentes de nuestros aliados y socios sin sembrar dudas en China también. Pero con el gasto de defensa fijado en 1 o 2 por ciento del PIB, Japón y Taiwán están volviéndose menos relevantes para su propia defensa. Este problema es probable que empeore con el tiempo, no que mejore.
Si a los líderes estadounidenses les importa compartir de manera equitativa la carga de lidiar con China, estos necesitan demostrarle a los socios de EE.UU. en la región que ahora no es el momento de aguantar esta situación, y que EE.UU. no pretende sobrellevar por sí solo la carga de proteger a Asia de China. Si las tendencias actuales continúan, los estadounidenses estarán a cargo de defender estados que han elegido no defenderse a sí mismos.
Este artículo fue publicado originalmente en The Diplomat (EE.UU.) el 5 de agosto de 2021.