Defendiendo la libertad en EE.UU.
Por Edward H. Crane y William A. Niskanen
William A. Niskanen es presidente Emeritus de la junta directiva y Economista Distinguido del Cato Institute.
En los momentos traumáticos posteriores al 11 de septiembre del 2001 existe una mayor conciencia entre los estadounidenses sobre qué tan valiosa es su libertad. También han comprendido la necesidad de que el gobierno realice un mejor trabajo de inteligencia para luchar contra el terrorismo. Pero no le deberían permitir al Estado usurpar libertades básicas.
Este es un peligro conforme más y más leyes y regulaciones anti-terroristas atan al país. Existe un peligro congruente: el ascenso del neoconservadurismo en la derecha. El gobierno está usando la amenaza del terrorismo para expandir su tamaño domésticamente y en el extranjero. Estados Unidos debe salvaguardar sus libertades en la lucha contra el terrorismo, pero debe protegerse de políticas perniciosas que minan la libertad en el nombre de ésta.
Desde el 11 de septiembre, el Congreso y el Departamento de Justicia han implementado leyes y reglamentos para proteger a Estados Unidos. Pero algunos de estos nuevos pasos amenazan las libertades civiles. Un ejemplo es la ley Patriota. Esta legislación de 131 páginas, la cual muy pocos legisladores leyeron, abandona las normas de procedimiento y expande el poder de la rama ejecutiva, la cual ya es de por sí muy poderosa.
Bajo ninguna circunstancia se debería mantener prisionero indefinidamente a un estadounidense en territorio norteamericano sin que se le levanten cargos o se le brinde representación legal. Y aún así esto sucedió bajo la ley Patriota. Y ahora se habla de otra Patriota II. El premio Nóbel James Buchanan sostiene que los gobiernos adquirirán más poder cuando la oportunidad se les presente. La historia muestra que esto es cierto, y la ley Patriota lo refleja. Hoy en día, con la guerra contra el terrorismo, las oportunidades para que el Estado se expanda son omnipresentes. Tanto los socialdemócratas como los conservadores se hacen los ciegos ante las usurpaciones innecesarias del poder, si no es que claman abiertamente por éstas.
Alan Dershowitz, profesor de derecho de Harvard, ha propuesto la idea de "garantías de tortura", en las cuales las cortes podrían autorizar el uso de la tortura para obtener información. La agenda neoconservadora constituye una amenaza particular para la libertadquizás mayor que las ideas ideológicamente gastadas de la socialdemocracia de izquierda. Siempre un movimiento de líderes intelectuales brillantes, el neoconservadurismo ha sido mayoritariamente un movimiento con cabeza pero sin cuerpo. Uno rara vez se topa un neoconservador en la calle.
Subyacente en el neoconservadurismo se encuentra un deseo por rediseñar a Estados Unidos y al mundo a través de los esfuerzos de un gobierno federal robusto. Por años The Weekly Standard, la revista neoconservadora, ha promovido iniciativas tendientes a reforzar el poder internacional de Estados Unidos. Vivir simplemente en una sociedad libre parece ser insuficiente para los neoconservadores.
Durante la campaña presidencial de George W. Bush, la influencia neoconservadora se hizo sentir en ideas de políticas tales como las iniciativas basadas en la fe que involucraría al gobierno federal en caridades privadas locales, frecuentemente con una orientación religiosa. También fue visto en el llamado para un papel federal más amplio en la educación local. Estas son ambas inconsistencias con los conceptos de un gobierno limitado y el federalismo.
Pero los neoconservadores tienden a mostrarse desdeñosos de la idea de que un gobierno federal debería estar limitado a la protección de los derechos individuales a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Como William Kristol, editor del Standard, lo ha puesto: "¿Estamos dispuestos a decir que el país está peor debido a Roosevelt, Kennedy o Johnson? Yo no estoy dispuesto a decir eso".
Durante su campaña, Bush dijo muchas cosas sensibles sobre política exterior, incluyendo la necesidad de que Estados Unidos sea "humilde" en sus relaciones con otras naciones. Pero desde el 11 de septiembre la influencia neoconservadora en la política exterior estadounidense ha alcanzado nuevas alturas. Tenemos serias preocupaciones sobre la doctrina de guerra preventiva y la aparente abdicación de las responsabilidades del Congreso con respecto a comprometer vidas y tesoro en un conflicto armado.
Algunos en el movimiento neoconservador han hecho un llamado abierto por un imperio estadounidense alrededor del mundo. El escritor Max Boot recientemente alabó lo que él definió como "imperialismo" estadounidense y dijo que Estados Unidos debería imponer sus puntos de vista "a punta de pistola". James Woolsey, ex director de la CIA, ha solicitado una campaña de varias décadas para reordenar todo el Medio Oriente de acuerdo a las líneas neoconservadoras. Dicho pensamiento es profundamente anti-estadounidense.
Pero no todo es desolación. Lo que se necesita ahora es que los conservadores que creen en un gobierno limitado de la variedad ejemplificada por el ex presidente Ronald Reagan y el ex senador Barry Goldwater unan fuerzas con los libertarios y los socialdemócratas liberales que respetan las libertades civiles. Éstos deberían manifestarse en apoyo a la tradición estadounidense de libertad.
La globalización ha sido primordialmente una empresa estadounidense y ha sido buena para los pobres del mundo. La ciencia, la tecnología y el espíritu comercial del país están curando al enfermo, limpiando el ambiente y haciendo del mundo un lugar mejor y más placentero en donde vivir. Estados Unidos es un gran país con poco por qué disculparse. Tiene un enemigo que derrotar. El reto es no derrotarse a sí mismo.
Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.