Debimos haber salido antes de Irak
Christopher Preble afirma que “Salir de Irak fue una sabia decisión; que se tuvo que haber tomado mucho antes. EE.UU. ganó poco de esta guerra y los beneficios nunca serán cercanos al costo en vidas y recursos”.
Salir de Irak fue una sabia decisión; que se tuvo que haber tomado mucho antes. EE.UU. ganó poco de esta guerra y los beneficios nunca serán cercanos al costo en vidas y recursos. De hecho, la guerra probablemente socavó la seguridad estadounidense, y seguiría haciéndolo si hubiéramos mantenido a las tropas ahí por otra década o más, como algunos de los más fervientes defensores de la guerra querían que se hiciese.
Por supuesto, EE.UU. nunca debió haber invadido Irak en primer lugar. La guerra fue promovida bajo premisas falsas, pero el error más grande en los argumentos de sus defensores fue su imprudente estimación de costos.
Algunos alegaron que la guerra no tendría costo alguno, ya que sería pagada por los ingresos del petróleo iraquí. Otros se atrevieron a hacer conjeturas entre los $50.000 millones y $200.000 millones. Estas cifras absurdamente bajas fueron sustentadas por la creencia de que los ciudadanos iraquíes apoyarían una presencia militar extranjera. No fue así.
El costo directo de la guerra llegó a un total de casi $1 billón y los costos de atención para los heridos en la guerra es probable que excedan los $2 billones. El total final no será conocido por años. Este dinero se pudo haber utilizado en otras cosas —en el país, o en la persecución de Al Qaeda y otros terroristas en muchos otros lugares. La salida de Irak nos permite enfocar nuestra atención y recursos en la construcción de nuestra nación aquí en casa y atender los verdaderos retos de seguridad que enfrentamos.
Las tropas y sus familias han pagado el precio más elevado. Más de 4.400 estadounidenses murieron en Irak; casi 32.000 más resultaron heridos. Muchos más llevan consigo cicatrices emocionales y psicológicas que no aparecerán en las estadísticas oficiales de víctimas. No honramos su sacrificio al aferrarnos a la ficción de que esta misión era vital para la seguridad de EE.UU. No lo era, pero esa culpa le pertenece a los que impulsaron esta guerra, no a aquellos encargados en luchar en ella.
Ninguna cantidad adicional de sacrificio de nuestros valientes hombres y mujeres uniformados iba a cambiar la verdad fundamental de Irak: Los iraquíes querían su país de vuelta. Ahora lo tienen. Les deseo lo mejor.
Este artículo fue publicado originalmente en U.S. News and World Report Online(EE.UU.) el 23 de enero de 2012.