De la democracia a la demagogia

Luis Pazos explica que "Candidatos y gobernantes, con tal de llegar o mantener el poder, cada día prometen más. No reparan en las impagables consecuencias en las finanzas públicas y en la reducción de libertades empresariales al presentar al Estado como un creador directo de empleos, educación, salud, viviendas y pensiones para todos, con tal de conseguir votos".

Por Luis Pazos

Aristóteles advirtió que la democracia puede terminar en demagogia, con resultados parecidos a los de una dictadura u oligarquía. Esa predicción aristotélica se cumple al analizar lo que actualmente sucede en diferentes grados en Argentina, Brasil, Grecia, México, España y Venezuela, por poner algunos ejemplos. La degeneración de la democracia a demagogia es un peligro en todos los países democráticos, incluyendo EE.UU.

Candidatos y gobernantes, con tal de llegar o mantener el poder, cada día prometen más. No reparan en las impagables consecuencias en las finanzas públicas y en la reducción de libertades empresariales al presentar al Estado como un creador directo de empleos, educación, salud, viviendas y pensiones para todos, con tal de conseguir votos.

Los procesos inflacionarios, como el de Alemania en la segunda década del siglo XX, y las grandes recesiones, como la de EE.UU. en la tercera década, son producto de manipulaciones en la cantidad de moneda en circulación o en las tasas de interés, para que los gobernantes, sin tener recursos reales, creen empleos o incentiven el crecimiento.

El principio democrático olvidado es el de un gobierno limitado, subsidiario, que hace la diferencia con los gobiernos totalitarios de las dictaduras, oligarquías y demagogias. Un gobierno democrático crea las condiciones de paz, seguridad jurídica y justicia, para que los ciudadanos generen innovaciones, empleos, salubridad, escuelas, viviendas y bienestar, pero cuando los gobernantes se presentan como garantizadores de empleos, altos salarios y pensiones para todos, llegamos a situaciones como la que actualmente atraviesa Grecia y viven cotidianamente, en mayor o menor grado, los países Iberoamericanos.

Los gobiernos deben garantizar la paz, la justicia, la propiedad, la competencia y las libertades económicas y no, aprovechar la ignorancia de la mayoría sobre las políticas económicas demagógicas, para prometer todo, a costa de generar una crónica inestabilidad económica y paulatina pérdida de las libertades de producir, comercializar y consumir, al concentrar el Estado poder económico y político con la excusa de crear y repartir riqueza.

Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 25 de junio de 2015.