De Caracas a Bukit Lawang
Rubén Guía Chirino compara la abundancia de productos y servicios que presenció en Bukit Lawang, un pueblo en la isla de Sumatra, Indonesia, con la escasez que prevalece en su natal Venezuela.

Recientemente tuve la fortuna de conocer algunas partes de un país realmente fascinante, Indonesia. Allí convergen diversas lenguas, costumbres ancestrales e incluso religiones muy diversas. Por ello en estas líneas no pretendo afrontar el reto de intentar describir todo el archipiélago indonesio y su gente. Mi atención es centrarme en un pintoresco pueblo del norte de la isla de Sumatra llamado Bukit Lawang.
Bukit Lawang es un pueblo bastante interesante por diversas razones, una de ellas es su cercanía al parque Gunung Leuser, rico en fauna y flora única en el mundo. Pero no nos distraigamos en ello por ahora. Es el caso que a los lados de la rivera de un caudaloso río, se encuentra un caserío que hace parte de Bukit Lawang, al cual toma desde la ciudad más cercana, Medán, varias horas de trayecto en pequeñas vías, rodeada de incontables arrozales y sembradíos de palma de aceite.
Al llegar allí una mente prejuiciosa podría subestimar aquel caserío rivereño y selvático, ya que su aspecto exterior no es el del lujo de otros destinos asiáticos. Pero no podemos dejarnos engañar por su aspecto inicial, dentro de sus calles Bukit Lawang esconde una pujante actividad hotelera, restaurants de buen comer, tiendas de variedades, souvenirs y vestimenta.
Toda esa actividad me tomó por sorpresa, en aquella apartada esquina del mundo, donde se podría pensar que todas esas cosas son más limitadas por su lejanía con los centros poblados; y particular cercanía con la jungla. Pues todo lo contrario allí ocurre, las adversidades de la naturaleza no son impedimento para el florecimiento de negocios plenamente abastecidos, allí entre la selva y los arrozales se pueden encontrar desde productos básicos de higiene, golosinas, licores entre otras cosas más.
Superado el asombro, aquello me recordaba —salvado las obvias diferencias— las travesías de los valientes comerciantes de la ruta de la seda. Pero luego, mis pensamientos se centraron en una actividad que algunos pueden calificar de odiosa; y es que no podía dejar de pensar en Venezuela y especialmente en Caracas, donde sus enormes centros comerciales cuentan con prácticamente nada para ofrecer, a pesar de que podría decirse que los aventajan las comodidades que les brinda su infraestructura y ubicación. Entonces me resulta difícil no pensar que las provincias más remotas de indonesia, en el norte de Sumatra, resultan más competitivas y de seguro lucrativas que un establecimiento comercial de la ciudad de la otrora ciudad de los techos rojos.
En esa misma manía de reflexionar, llegué a una conclusión, a lo mejor un poco obvia para algunos, y es que no existen barreras naturales al comercio, así como los comerciantes de la ruta de la seda atravesaban mar, desierto, montaña, estepa y uno que otro maleante, para así ofrecer sus productos al mejor postor, así mismo ocurre en Bukit Lawang, los retos son afrontados y vencidos, para ofrecer una experiencia turística digna de elogio. El mercado siempre se abre camino, en palabras de Mauricio Rojas en Diálogo de conversos.
Entonces si no existen barreras naturales que impidan el comercio, se me ocurrió especular —ya que estando allí honestamente desconocía los detalles— que al menos allí en Bukit Lawang no existe una superintendencia de precios justos (sí en minúsculas), ni un control de precios, o de cambio, sino que a lo mejor la actitud por parte del Estado de Indonesia hacia el comercio no es hostil, como en otras partes del mundo en los que resulta una total pesadilla intentar hacer funcionar un emprendimiento.
Investigando un poco más, y ya en Caracas, me consigo con datos verdaderamente sorprendentes. Es que Indonesia en general no es uno de esos paraísos del libre mercado de los cuales existen ya muchas historias y estudios; de hecho Indonesia ocupa el respetable puesto 72 del ranking Doing Business y con ello ha conseguido un productivo campo, así como una impresionante actividad turística. En cambio en el otro lado del mundo y del ranking se encuentra Venezuela, en el puesto 188 de 190, ¡si! el país que posee un potencial petrolero importante en el mundo, pero que a diferencia de muchos otros, se ha dedicado construir las verdaderas barreras del comercio, que son la estatización y regulación de absolutamente todo, aunado a un abierto desconocimiento de la propiedad, lo que ha llevado a la peor de las crisis en lo económico, cultural y moral; los venezolanos no tienen ya ni la menor idea de cómo subsistir, en contraste con el campesino indonesio, que abnegado a su trabajo bien sea en los campos de arroz, de palma de aceite o en actividades turísticas, sabe que puede cubrir sus necesidades más básicas de alimentación y un poco más.
Es hora de abrir en Venezuela no un canal humanitario, es hora de abrir el mercado para que así valga la pena trabajar, sea en el campo, en el turismo o cualquier oficio y profesión y así podamos generar riqueza.