Davos 2018
Macario Schettino estima que en el Foro Económico Mundial de Davos no aporta nada novedoso a los procesos importantes, aunque se percibe un activismo creciente en torno a la desigualdad, como tema principal en contra de la globalización.
La edición 2018 del Foro Económico Mundial de Davos ha pasado sin mucha pena o gloria. El año pasado se convirtió en el espacio de Xi Jinping, que fue a defender allá la globalización que Donald Trump descalificó en su discurso de toma de posesión en la presidencia de EE.UU. pocos días antes. Ahora, quien asistió a Davos fue el mismo Trump, que leyó, con cierto éxito, un discurso preparado.
Hay diversas percepciones de su presencia. El FT y The Economist reconocen que fue un buen discurso, leído sin mucha convicción por el presidente estadounidense, pero indican que en las preguntas se reveló el Trump tradicional. Aunque las preguntas también estaban preparadas, las respuestas fueron un poco más naturales: Trump, diciendo que siempre ha sido muy bueno para los negocios y el dinero, por ejemplo. Fareed Zakaria, por su parte, afirma que la presentación de Trump en Davos fue francamente buena. En su opinión, hay tres Trumps: el del circo y show, el racista, y el republicano tradicional, que puede tener una posición diferente de Zakaria, o de personas cercanas a los demócratas, pero no es una amenaza a la democracia. Es en esta tercera personalidad que Zakaria percibe el discurso.
Como ocurre frecuentemente, no importa sólo lo que ocurrió, sino lo que perciben las personas, en particular las que tienen posibilidad de difundir sus percepciones. Ya veremos cuál es la lectura dominante de la presencia de Trump en Davos, pero todo indica que lo que no va a modificarse es la impresión de que no fue el actor principal en esta edición del Foro. Ese lugar le corresponde a Emmanuel Macron, el presidente francés, quien sigue avanzando en su intento de colocar a Francia en una posición muy diferente de la que ha tenido en los últimos años.
Como usted sabe, la economía francesa no es un portento de eficiencia y, aunque sigue siendo de tamaño importante, palidece frente a Reino Unido y Alemania, al interior de la Unión Europea. La increíble decisión de los británicos de retirarse de la Unión, y las dificultades que tiene Angela Merkel para sostenerse en el poder en Alemania, le abren un gran espacio a Francia, que eligió el año pasado a un político poco tradicional, o casi podríamos decir, a alguien externo a la política. Hasta ahora, las medidas de Macron en Francia son poco más que cosméticas y las grandes reformas siguen sin avanzar, pero parece que el presidente no ha perdido tanta popularidad en el proceso de construir la fuerza política necesaria para dichas reformas. Mientras, su posición a nivel internacional ha crecido, y eso para los franceses siempre ha sido algo relevante.
En el fondo, esta edición del Foro no aporta nada novedoso a los procesos importantes. Por un lado, el activismo creciente alrededor de la desigualdad, como tema central en contra de la globalización. Por otro, el eclipse de EE.UU., como potencia hegemónica. El primero inició con la Gran Recesión, que le ha permitido a los detractores de la globalización utilizar el tema de la concentración de riqueza e ingreso como evidencia a su favor. Es el caso de Oxfam, que cada año nos anuncia datos terribles, producto de una muy mala metodología, que el año pasado criticamos, pero que se volvió a utilizar en esta ocasión, sin ninguna vergüenza. El otro tema, el retroceso estadounidense, también inicia en 2008, por el fracaso de la (absurda) invasión a Irak, pero también por el carácter del presidente Barack Obama, poco interesado en lo internacional.
Visto así, Trump no es sino la continuación (tal vez extendida al absurdo) de ambos procesos. Por eso, nada nuevo.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 29 de enero de 2018.