Crisis del intervencionismo global

por Daniel T. Griswold e Ian Vásquez

Daniel T. Griswold es Director del Centro de Estudios de Política Comercial del Cato Institute.

Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.

Los críticos del capitalismo han aprovechado la turbulencia económica en Asia y la amenaza de contagiarse a América Latina para decir: "se lo advertimos". Robert Kuttner en el diario Washington Post culpó prácticamente todos los problemas económicos mundiales en "la gran ilusión de nuestra era, la adoración utópica del libre mercado".

Por Daniel T. Griswold y Ian Vásquez

Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.

Los críticos del capitalismo han aprovechado la turbulencia económica en Asia y la amenaza de contagiarse a América Latina para decir: "se lo advertimos". Robert Kuttner en el diario Washington Post culpó prácticamente todos los problemas económicos mundiales en "la gran ilusión de nuestra era, la adoración utópica del libre mercado".

Si se adora al libre mercado, se trata de una fe tibia, más respetada en la teoría que en la práctica. Aunque indudablemente que la tendencia mundial de la ultima década ha sido hacia la libertad, la intervención gubernamental sigue prevaleciendo en la mayoría de las naciones. Los problemas económicos de la actualidad no son la consecuencia de mercados libres sino de malas políticas gubernamentales.

Rusia es el mejor ejemplo de ello. Desde el colapso soviético la burocracia rusa ha crecido, la mayoría de las tierras agrícolas permanecen colectivizadas, la propiedad privada de la tierra en las ciudades y en el campo todavía está prohibida y la industria no disfruta de la protección básica de los derechos de propiedad. La banca, al igual que gran parte de las grandes empresas, sigue estrechamente vinculada al estado, recibiendo subsidios y demás formas de favoritismo. La emisión de deuda gubernamental a corto plazo para mantener a flote ese sistema aseguraba una eventual crisis. Tal cosa está muy lejos de ser capitalismo.

Los gobiernos occidentales ayudaron a crear el desastre ruso que estaban determinados a evitar. A través del FMI volcaron más de 25.000 millones de dólares en Rusia, pero según un ex funcionario, Boris Pyodorov, ese dinero sirvió para evitar una economía de mercado: "El FMI pretendía ver en Rusia muchas reformas, mientras que Rusia aparentaba instrumentar esas reformas". Como consecuencia, lo que ha prevalecido en Rusia es la ley de la jungla y no un estado de derecho.

El fracaso en Asia se debe a la creencia de que las sociedades no deben construir un muro separando al sector privado del gobierno. Así, durante mucho tiempo en Malasia, Tailandia, Indonesia y Corea, la adjudicación de los créditos dependía en gran parte de decisiones políticas. Cuando se hizo evidente la extensión de la malas inversiones, los gobiernos ya no fueron capaces de mantener las tasas de cambio irreales de sus monedas.

Japón, que actualmente sufre bajo el peso de 1 billón de dólares (uno con 12 ceros) en cuentas bancarias incobrables, ha empeorado la situación al no instrumentar las reformas necesarias.

No es coincidencia que Brasil, uno de los países más atrasados de América Latina en instrumentar reformas de mercado, haya sido el primero en ser afectado. Aunque el gobierno ha moderado la inflación en años recientes, ha aumentado enormemente los gastos, alcanzando un déficit presupuestario de 7,9%, lo cual está debilitando la confianza en su moneda. Dos terceras partes del déficit brasileño es consecuencia de un sistema de seguro social en bancarrota.

En la economía global, el libre flujo de capitales impone disciplina a los gobiernos, obligándolos a instrumentar políticas racionales. Si las tasas de cambio en Asia o en el mundo en desarrollo hubieran estado determinadas por el mercado, las equivocaciones gubernamentales no se hubiesen acumulado de manera tan desastrosa sin que el mercado actuara de forma inmediata y visible.

El sistema deja de funcionar cuando a nivel nacional, o a nivel internacional a través del FMI, los gobiernos intervienen para rescatar a inversionistas. La garantía explícita o implícita de un rescate disminuye el incentivo de los inversionistas de cuidarse en países con políticas poco sanas, lo que a la vez protege y aísla a los políticos de las presiones y disciplina del mercado.

Ha sido la proliferación desde 1982 de los subsidios gubernamentales a las pérdidas lo que condujo a severas crisis bancarias en el mundo en desarrollo, costando a más de 20 de esos países entre el 10% y el 25% de sus PIB. La lección es muy clara: para evitar las crisis, no se pueden mezclar políticas de apertura con políticas socialistas.

La alternativa al mercado libre es el estancamiento económico y ejemplo de ello ha sido la India, donde en nombre de la "justicia social" se han mantenido en la pobreza a cientos de millones de habitantes. En otras naciones con libertad económica como Hong Kong, el nivel de vida es 16,2 veces mayor que en la India. En Corea es más de 8 veces superior al de la India.

El crecimiento a largo plazo creado por la libertad económica justifica con creces el riesgo de fluctuaciones a corto plazo. No hay que ser un genio para darse cuenta que la intervención gubernamental idolatrada por economistas como Kuttner nos aseguran inestabilidad sin ninguna esperanza respecto a un futuro más próspero.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
© Todos los derechos reservados. Para mayor información dirigirse a: AIPEnet