Crecimiento, gasto público y libre mercado
Isaac Leobardo Sánchez asevera que la crisis financiera ha servido como la excusa perfecta para que los gobiernos alrededor del mundo aumenten el tamaño del estado y su intervención.
Por Isaac Leobardo Sánchez Juárez
A finales del 2008 el mundo se estremeció por la crisis financiera iniciada en EE.UU.. Ésta definitivamente se tradujo en un reto para los defensores del libre mercado y las políticas de liberalización económica, ya que la mayoría de países del mundo decidió incrementar el gasto público como medida para contrarrestar sus efectos. En EE.UU., baluarte del liberalismo, el gobierno anunció que respaldaría a importantes empresas del ramo financiero y automotriz, en defensa de un nacionalismo trasnochado.
En América Latina la mayoría de países anunciaron medidas de carácter contra cíclico cuyo principal objetivo consistía en incrementar la demanda vía un mayor gasto público, básicamente en infraestructura. Casi todos los analistas de la región vieron con buenos ojos este anuncio, se presentó como una solución “original” y harto solicitada.
La crisis llevó a pensar que la idea de mercados libres era inestable, injusta y destructiva, creó el caldo de cultivo ideal para los partidarios de un Estado interventor capaz de decidir por nosotros lo que es mejor para la maximización de nuestra función de utilidad. La hecatombe económica permitió resurgir las ideas de John Maynard Keynes y otra serie de economistas políticos que la historia ha demostrado se equivocaron en sus recomendaciones.
Los políticos presionados por la opinión pública, los medios de comunicación y principalmente su ignorancia se volcaron a buscar medicinas rápidas para la enfermedad y se pensó que lo mejor era aumentar el gasto público. Sin darse cuenta que esto terminará magnificando la crisis.
De manera por demás absurda también se ha planteado el incremento en la regulación de los flujos financieros y operaciones realizadas por empresas de este ramo. Esto corre en contra de la evolución natural de la economía de la información y el conocimiento. No existen leyes e instituciones capaces de regular adecuadamente estas actividades, lo mejor sería dejar que los mercados operaran libremente. Mayor regulación implica la creación de mayores burocracias y por ende despilfarro de recursos.
Esta serie de circunstancias permite realizar, aunque sea brevemente, un recuento de ideas para sustentar que el crecimiento económico no puede ser impulsado de forma permanente por un incremento en el gasto público, ya que para financiar dicho gasto se requiere de un incremento en los impuestos, un aumento del endeudamiento público o en el peor de los casos un aumento del circulante, lo que a la postre es de carácter inflacionario.
Adicional a esto, la mayoría de entidades gubernamentales en América Latina son percibidas por la ciudadanía como altamente corruptas –según la última entrega del Índice de Percepción de la Corrupción publicado por Transparencia Internacional– con lo que es posible que el gasto termine fluyendo hacia actividades que no son necesariamente rentables. Aún más, como Milton Friedman ya lo anticipara en su magistral libro, Capitalismo y Libertad: desde una oficina pública es imposible saber dónde y cuáles inversiones se deben realizar.
La fuente de creación de riqueza, el determinante próximo del crecimiento es el trabajo y conocimiento con el que cuenta cada uno de los agentes económicos. Bajo este escenario el Estado debería abocarse únicamente a crear las condiciones para una operación eficiente de los mercados. Los gobiernos deben velar porque las reglas se cumplan y ésta función la deben desempeñar con la menor cantidad de recursos posible. Se requiere de menos y no más Estado.
Los promotores de la intervención gubernamental creen que las inyecciones de dinero incrementan la demanda y por ende la producción, pero ¿de dónde provienen los recursos para sostener el gasto? Cada unidad monetaria que los gobiernos inyectan a la economía debe ser obtenida de mayores cargas impositivas o bien del endeudamiento. No se crea nuevo poder de gasto, sino que se redistribuye de un grupo a otro.
Quienes están a favor de un mayor gasto estatal consideran que el dinero se traslada de aquellas personas que ahorran a las que gastan, conduciendo a un mayor gasto. La verdad es que el gobierno no puede crear poder de compra de la nada, simplemente redistribuye el existente. ¿Es eficiente el traslado de poder compra? Definitivamente no lo es ya que la única asignación eficiente es la realizada por mercados libres.
Sin embargo, debe reconocerse que el gasto gubernamental al alterar la composición de la demanda total tiene un impacto sobre el crecimiento. Por ejemplo puede fomentar el consumo a expensas de la inversión con lo que el crecimiento de largo plazo se vería alterado a la baja ya que lo que se necesita es incrementar la cantidad de bienes y servicios producidos. De hecho se ha demostrado que el gasto público tiene la capacidad de desplazar las inversiones privadas y en consecuencia desalentar el crecimiento.
El crecimiento económico se produce cuando crece la productividad total factorial como resultado de mejoras en las máquinas y herramientas, inversión en nuevos equipos, incorporación de conocimiento y progreso técnico. La calidad del gasto gubernamental, entonces estará en función de la forma en la que afecta a estos factores.
De acuerdo con Brian Riedl de la Heritage Foundation, históricamente el mayor gasto público ha reducido la productividad y el crecimiento de largo plazo, debido a: 1) el gasto es financiado por impuestos y estos reducen los incentivos para trabajar, ahorrar e invertir, lo que resulta en una clase trabajadora menos motivada y empresarios reacios a colaborar con un gasto del que no saben su destino. En muy pocas ocasiones el gasto gubernamental incrementa la productividad lo suficiente como para compensar la perdida de la misma como consecuencia del alza impositiva; 2) frecuentemente el gasto social reduce los incentivos para elevar la productividad ya que fomenta el ocio y el desempleo, evidentemente si se combinan los impuestos con los subsidios tenemos una vía directa a la reducción de la productividad y del crecimiento económico; 3) cada unidad monetaria utilizada por los políticos implica una unidad monetaria menos asignada por las fuerzas del mercado dentro de las áreas más productivas del sector privado. Por ejemplo, puede que usen los recursos para favorecer las actividades del partido político que los llevó al poder, generando un gasto que no contribuye a elevar la productividad; 4) la provisión de servicios públicos por parte del gobierno, la mayor parte de las veces es menos eficiente de lo que podría ser si fueran suministrados por el sector privado. Para el caso de América Latina, basta con ver las condiciones actuales del sector educativo y de salud público.
En conclusión el crecimiento económico no puede verse estimulado por decisiones que se toman desde una agencia central. El crecimiento es el resultado de individuos y empresas que operan bajo condiciones de mercados libres.
En América Latina, Chile es un excelente ejemplo de las ventajas que ofrece la libertad económica. Éste país es hoy en día un ejemplo para el resto de naciones del continente; no sólo ha incrementado su crecimiento, junto con ello a mejorado el bienestar de la población. Las políticas de libre mercado y sería mucho más enfático de libertad real son el único camino conocido para el crecimiento económico.
Por libertad real me refiero a que debe existir ausencia de coerción en todas las esferas de la vida y no en unas cuantas. Por ejemplo, en México desde principios de los ochentas se abrieron los mercados al comercio internacional, se promovió la venta de empresas públicas y se desreguló gran parte de la actividad económica; no obstante, persisten límites a la libertad, los ataques a la misma son constantes. El Estado sigue siendo el único agente en el sector petrolero y de energía eléctrica, se fijan salarios mínimos al trabajo y se congelan por decreto el precio de importantes productos como el maíz, el gas y las gasolinas. Para rematar se acaba de aprobar un presupuesto para el 2010 que incrementa el déficit público y financia el gasto a través de mayores impuestos y endeudamiento público. La libertad no puede ser a medias, tiene que ser total, de lo contrario el crecimiento continuará siendo mediocre.