Corea del Norte
Por Pedro Schwartz
Corea del Norte chantajea al mundo libre. Tras haber adquirido el compromiso con Estados Unidos de no producir plutonio útil para bombas nucleares y haber obtenido a cambio ayuda económica y alimentaria, el Gobierno de esa república popular disparó el año pasado un cohete capaz de portar una carga mortífera por encima de Japón, hasta hundirlo en el Océano Pacífico. Acusado por Estados Unidos de estar infringiendo su compromiso de no producir armas de destrucción masiva, declaró que abandonaba el Tratado de no-Proliferación Nuclear y lanzó otro misil de aviso al mar que separa Japón de Corea del Sur. Luego exigió que Estados Unidos se sentara otra vez a la mesa con ella. Los norteamericanos respondieron que no aceptarían conversaciones bipartitas y que sólo tratarían con los comunistas coreanos si les acompañaban Japón, Corea del Sur y China. Incluso insinuaron que, si los otros seguían su camino, propondrían a Japón y Corea del Sur que también adquirieran armamento nuclear.
La situación es complicada. Aparece un poder nuclear en Extremo Oriente, caracterizado por su inestabilidad, agresividad y miseria económica. En Japón hay una gran resistencia popular al armamento nuclear, debido al trauma causado por la mortandad en Hiroshima y Nagasaki; pero un senador japonés declaró que Japón se opondría por todos los medios a su alcance a la nuclearización de Corea. Los coreanos del Sur consideran a los del Norte como hermanos y, tanto bajo su anterior presidente Kim Dae yung como bajo el recién elegido líder de la oposición Roh Muu-hyun, han iniciado una política de acercamiento al Norte. China guarda un silencio enigmático, cuando es la potencia que podría presionar a su vecino comunista, por ser su suministrador principal de petróleo y armamento convencional. Rusia no ve con buenos ojos ni la nuclearización de Corea y Japón ni el predominio de Estados Unidos en la región.
Otra dimensión preocupante son las actividades armamentísticas de Corea del Norte en el mercado negro de armas de destrucción masiva. Hay quien cree que Corea del Norte ya tiene dos ingenios nucleares, aparte los elementos portadores necesarios para lanzarlos incluso a la costa de California, construidos con material obtenido a escondidas de Pakistán. Se teme que las armas nucleares que está produciendo ahora en su central eléctrica de Yongbyon puedan venderlos a grupos terroristas adinerados .
Un ataque aéreo a los centros de producción nuclear del Norte podría tener un alto costo. A cuarenta kilómetros de Seúl, los comunistas cuentan con unas fortificaciones armadas con 1500 piezas de artillería de largo alcance. En Seúl viven 15 millones de habitantes, de los 43 con que cuenta Corea del Sur. Las consecuencias producen pavor.
Hay que ver la frontera del paralelo 38 para creerla. Defendida sobre todo por los denostados norteamericanos, resulta más siniestra que la que dividía a Alemania en dos. Aquello no es un muro y alambrada sino una banda de tierra desierta en la que apenas hay algún campesino en la parte libre. Kim Sung-il ha conseguido aparatos de interferencia que impiden a sus esclavos oír la radio o ver la televisión libre del Sur. Sólo saben de desfiles proletarios armados y de hambre.
El contraste entre las dos Coreas no puede ser más dramático. La República de Corea lleva creciendo desde el año 1982 a un media de 7,2%. La crisis financiera asiática de 1997 produjo un crecimiento negativo de 6,7% pero el año siguiente el crecimiento volvió a ser de 10,9%. El Gobierno intervino para salvar el sistema financiero comprando unos bancos y quebrando otros, hasta gastarse una cantidad equivalente al 27% del PIB. Ahora está privatizándolos. También hubo de tomar medidas para disolver los "chaebol" o conglomerados a la japonesa, en quiebra bajo el peso de sus deudas. La crisis estadounidense del año 2000 se reflejó en una tasa de crecimiento de "tan sólo" 2,5% en 2001, pero en 2002 el crecimiento ha vuelto al 6% anual. La economía no deja de tener problemas, nacidos unos de la política paternalista de los dictadores anticomunistas hasta principios de la década de los noventa y otros de las demandas de un electorado soberano: me refiero al alto costo de la rescisión de contratos de trabajo y a la creación de un sistema de pensiones de reparto en una población que envejece rápidamente. Pero la Corea democrática y capitalista ha alcanzado los $10.000 de ingreso per capita y la comunista tiene que mendigar alimentos mientras gasta la hijuela en armas. Ya saben: comunista, título que tanto enorgullece a gente como Llamazares y Saramago.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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