Contradicciones del sistema monetario global

por Judy Shelton

Judy Shelton es Directora de Empower America y miembro del Consejo Editorial del Cato Journal.

Ya se sienten en América Latina, Estados Unidos y Europa las repercusiones financieras de la crisis cambiaria en Asia. Las estimaciones de crecimiento se han reducido. En Estados Unidos, algunos productores se han visto doblemente afectados: por la menor demanda de sus productos en los mercados asiáticos, acompañada de una brutal competencia por parte de los productores en países que ahora tienen monedas considerablemente más baratas.

Por Judy Shelton

Ya se sienten en América Latina, Estados Unidos y Europa las repercusiones financieras de la crisis cambiaria en Asia. Las estimaciones de crecimiento se han reducido. En Estados Unidos, algunos productores se han visto doblemente afectados: por la menor demanda de sus productos en los mercados asiáticos, acompañada de una brutal competencia por parte de los productores en países que ahora tienen monedas considerablemente más baratas.

Cuando el tipo de cambio se desploma, ya sea debido a los excesos de los especuladores, la incompetencia de los gobiernos o la poca visión de banqueros e inversionistas, los individuos que día tras día llevan adelante sus negocios en forma eficaz y honesta tienen que enfrentar fuertes repercusiones. Es realmente injusto que sean las víctimas del actual desorden monetario global.

Tener reparos al sistema de relaciones monetarias internacionales no significa una crítica al mercado. Cuando una compañía sufre una reducción de sus ganancias por desempeñarse menos bien que sus competidores debe luchar por mejorar. Tal vez debe reducir gastos, motivar a su equipo gerencial y modernizar sus productos. Pero, ¿quién tiene la culpa cuando una compañía pierde mercado, no por deficiencias internas sino porque se desploma el valor del dinero en otros países?

Consideremos la situación que enfrentan los exportadores agrícolas y de materias primas en Estados Unidos y América Latina. Sus ventas se han venido abajo desde principios de diciembre, cuando los países asiáticos cancelaron pedidos o no pudieron obtener las líneas de crédito necesarias para pagar por sus importaciones. Los textiles en Estados Unidos están sufriendo una considerable caída en sus ventas internas porque las importaciones provenientes de Asia son ahora mucho más baratas.

No se trata de riesgos normales del mercado sino que las convulsiones sufridas por varias monedas están afectando la dinámica de la oferta y la demanda. Sólo los proteccionistas resienten las presiones de la legítima competencia extranjera, pero cuando las ventajas en precio sólo reflejan los efectos de la devaluación de otras monedas, los productores nacionales tienen derecho a reclamar.

Hasta 1971, el Fondo Monetario Internacional mantuvo un sistema de tipos de cambio fijo que ofrecía un entorno monetario estable, el cual a su vez permitía maximizar los grandes beneficios económicos del comercio internacional. Desde el acuerdo firmado en Bretton Woods, al final de la Segunda Guerra Mundial, las monedas al convertirse en dólares se ceñían a una tasa fija y los bancos centrales extranjeros podían contar que recibirían una onza de oro por cada 35 dólares redimidos ante el banco central de Estados Unidos. Sin embargo, en la actualidad el FMI no asegura estabilidad entre las monedas. De hecho, lo que ahora hace es alentar la depreciación cambiaria como táctica para lograr ventajas competitivas, una perversa traición de su misión original.

Los gobiernos muestran poco interés en alterar los acuerdos monetarios vigentes, ya que han aprendido a manipular las paridades para así obtener ventajas políticas. En México, la política cambiaria posterior a la devaluación se convirtió en un juego de expectativas. Se dice que la paridad dólar/peso se mantiene en flotación, mientras que se apacigua a los exportadores con sutiles insinuaciones respecto a que el gobierno evitará que el peso se "sobrevalúe". En su nuevo papel de gobernador del banco central mexicano, Guillermo Ortiz señaló: "No impediremos un ajuste en la tasa de cambio". Ello sugiere un papel no intervencionista en los mercados cambiarios. ¿Pero cómo concuerda eso con su siguiente declaración en el sentido de que "el banco central actuará en caso de volatilidad de los mercados"?

Japón también está envuelto en similares ambigѼedades retóricas respecto a sus políticas cambiarias, ansioso de aumentar sus exportaciones a Estados Unidos para estimular su estancada economía, mientras se preocupa del cabildeo de Detroit en Washington al estar siendo afectados los fabricantes de automóviles de Estados Unidos por la debilidad del yen.

Mientras tanto, los que buscan competir en la aldea global se han convertido en instrumentos de agendas políticas, víctimas de bruscos ajustes del sistema monetario. Pero ante las grandes pérdidas ocasionadas por el caos monetario causado por el actual régimen de tasas de cambio, la comunidad empresarial muestra una timidez alarmante.

La culpa no es del libre comercio sino de un entorno de irracionalidad monetaria que facilita (y alienta) ajustes arbitrarios en los términos de intercambio. Pero no debemos perder la esperanza. Los tiempos de crisis exigen soluciones creativas. Es hora que el sector privado reafirme la necesidad de una economía global abierta, fundamentada en el libre comercio.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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