Cómo los holandeses domaron las aguas
Joakim Book indica cómo Holanda superó el reto oceánico mediante la construcción de diques, canales, compuertas, entre otras innovaciones desde los siglos 17 y 18, siendo mucho más pobres y menos tecnológicamente avanzados que la mayoría de personas en el mundo actual.
Por Joakim Book
Brittania alguna vez puede que haya mandado en el mar, pero fueron los holandeses quienes domaron el mar. En el manejo del agua y en el combate de un mar bravo, los holandeses son los campeones indiscutibles —un título que ellos orgullosamente mantuvieron por mucho tiempo. Algunos de los molinos de viento holandeses, por ejemplo aquellos en Kinderdijk, fueron construidos hace cientos de años atrás explícitamente para vaciar los cuerpos de agua de la zona. Los primeros diques y represas en estas tierras bajas fueron en gran medida construidos hace 2.000 años atrás, probablemente por los romanos y frisones.
Durante siglos, las personas que viven a lo largo de las costas del Atlántico han tallado y construido represas en áreas cuando la marea subía, gradualmente secando la marisma de agua salobre y expandiendo la tierra adecuada para la agricultura. Hoy más de un tercio del territorio del norte de Europa se encuentra debajo del nivel del agua. Aún así, como dice el escritor danés Bjørn Lomborg, nadie aquí “necesita equipo de buceo para moverse”. La razón, explica orgullosamente el sitio de información de turismo en Países Bajos, es que los holandeses “tienen uno de los sistemas anti-inundaciones más sofisticados del mundo”.
Considerado una de las maravillas modernas del mundo, algunas de las barreras contra las olas que hoy protegen los Países Bajos tienen kilómetros de largo. La Barrera Scheldt contra Olas de Tormenta en el Este, por ejemplo, consiste de 62 paneles de acero entre pilares de concreto que tienen casi 40 metros de alto y pesan más de 18.000 toneladas. Durante tiempos normales, estos permiten el flujo libre del agua y los pescados con un floreciente ecosistema acuático. Cuando una tormenta particularmente importante se acerca, las barreras pueden ser bajadas para proteger la tierra que está detrás.
La Barrera Scheldt del Este es solo la más grande de 13 grandes represas y barreras que constituyen las Obras del Delta. Otra estructura impresionante es la Barrera Maelstant en la principal vía de agua hacia Rotterdam, el puerto marítimo más importante de Europa. Consistiendo de puertas huecas de acero de 210 metros de largo y 22 metros de alto que usualmente descansan en muelles secos adyacentes, las puertas abren y cierran las vías de agua cuando las olas de tormentas de al menos 3 metros son esperadas. Cuando se cierran, las puertas forman una barrera de protección casi a prueba de agua. Los holandeses están amenazados por el agua por todos lados.
Aún así, en lugar de estar sometidos a los vaivenes de la naturaleza, los holandeses son dueños de su destino. Para conmemorar su logro, cerca de la Barrera para Olas de Tormenta en Scheldt del Este hay una inscripción. En holandés, dice “hier gaan over het tij, de maan, wind en wij”, que puede ser traducido como “La marea aquí es gobernada por tres: la Luna, el Viento y Nosotros”. Por esta razón un dicho popular en holandés dice: “Dios creó la Tierra, pero los holandeses crearon los Países Bajos”.
La creación de estos sistemas elaborados de protección del agua es usualmente atribuido a la acción estatal luego de la tormenta de 1953, la cual mató a más de 2.000 personas. Conforme los diques mal mantenidos, que sufrieron daños durante la Segunda Guerra Mundial, permitieron la inusual combinación de una marea alta de primavera y una tormenta fuerte, las aguas se apresuraron a través de hectáreas de casas, pasto, y personas. Durante las próximas cuatro décadas, los holandeses construyeron represas, barreras de protección, y sistemas cada vez más sofisticados de tal manera que la devastación que sufrieron en 1953 no vuelva a suceder.
La construcción estas supremas proezas de la ingeniería —aproximadamente desde la tormenta de 1953 hasta la última inauguración de la Barrera de Maeslant en 1997— costó alrededor de 5 por ciento del PIB, a lo largo de varias décadas. El mantenimiento anual del todo el programa de las Obras del Delta, financiado con el Fondo Delta que a su vez se nutre de los contribuyentes, asciende a $1.800 millones al año, lo que equivale a 0,2 por ciento del PIB de Holanda en 2019.
La Barrera de Maeslant ha sido cerrada unas pocas veces y la barrera de Scheldt del Este al menos unas 27 veces —más recientemente en febrero de 2020 por la tormenta Ciara. El número de muertes de holandeses debido a inundaciones desde que se volvió operativo el programa de las Obras del Delta es cero.
Pero el dominio del mar por parte de los holandeses no empezó en 1953. Durante siglos, las juntas locales de agua (o “juntas polder”) mantuvieron dunas, fortificaciones, arroyos y trincheras para proteger del agua. Ellos establecieron cobros a la población en su zona geográfica de influencia, evitando las disputas políticas en la capital.
Algunos de los documentos financieros más antiguos que sobreviven son los bonos perpetuos de estas empresas de agua, las cuales, casi cuatro siglos después, todavía pagan intereses sobre el dinero que recaudaron en la década de 1640. El historiador financiero de Yale William Goetzmann escribe en Money Changes Everything que:
“si un país fue dirigido por los españoles, los franceses, o los holandeses, las empresas de agua mantenían su poder de tributación y la capacidad de levantar su propio ejército en tiempos de necesidad —ejércitos para combatir las inundaciones.[…] Sin sus propias capacidades, la gran amenaza a los ciudadanos no sería por parte de sus vecinos sino del siempre presente riesgo de inundación”.
El nivel del mar sube —debido a un planeta en calentamiento, expandiendo termalmente los océanos, y a los picos de hielo, hojas de hielo y glaciares que se derriten— y esto podría provocar nuevas preocupaciones en un mundo sensible al cambio climático. Generación tras generación de personas viviendo a lo largo de la costa holandesa del Atlántico han luchado una batalla cuesta arriba contra un mar agresivo. Nunca dejando de drenar tierras mediante el uso astuto de canales, diques, compuertas, barreras, molinos de viento para bombear el agua hacia afuera, y persistentemente empujando el mar hacia atrás, los holandeses han superado su reto oceánico.
El Panel sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas reporta que el nivel promedio del mar a nivel global aumentó en alrededor de 20 centímetros entre 1901 y 2010. Aún así, a lo largo del mismo periodo, ¡los holandeses expandieron su área de tierra en decenas de miles de kilómetros cuadrados! Los holandeses, en otras palabras, nos muestran que incluso los países pobres (según los estándares modernos) pueden salir victoriosos de una lucha contra los elementos.
Si los holandeses pudieron responder a las olas agresivas mientras que eran mucho más pobres y menos tecnológicamente avanzados que la mayoría de las personas en el mundo actual, ¿por qué no podrían las naciones en vías de desarrollo que están a un nivel bajo del mar también superar la amenaza que constituye el alza gradual de los niveles del mar? Vietnam ahora tiene el PIB per cápita de Países Bajos en la década de 1940; los bangladeshis son, en promedio, tan ricos como los holandeses a principios del siglo 20. ¡Pero los holandeses dominaron el océano desde los siglos 17 y 18!
En su artículo largo de enero de este año, el periodista del Financial Times Simon Kuper escribió que “cuando sea que una ciudad empieza a pensar acerca de protegerse así misma en contra de inundaciones, alguien dirá: ‘¡Traigan a los holandeses!’” Así es.
Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 28 de octubre de 2020.