Cómo hacerse rápidamente rico en México
Mary Anastasia O'Grady alerta sobre los antecedentes de Alfonso Romo, uno de los respaldos principales del candidato presidencial mexicano Andrés Manuel López Obrador.
El ex alcalde de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, está liderando las encuestas para las elecciones presidenciales mexicanas de julio. Dada su reputación de extremista anti mercado, esto debe parecer sorprendente en un México en proceso de modernización. Pero ha contado con el respaldo del magnate de Monterrey, Alfonso Romo, a quien el candidato ha designado como jefe del gabinete que propone.
El apoyo de Romo tiene la finalidad de presentar a López Obrador como alguien moderado que se acercará a los capitalistas siempre y cuando estos no hayan hecho trampa para salir adelante. Romo es un hablador. En noviembre, en una entrevista con el periodista Carlos Marín, dijo que México necesita ser “reconstruido” porque “hay una falta de valores éticos y de moral”.
Sin embargo, no está claro que Romo sea el mejor portavoz del espíritu ético empresarial. Al menos una transacción comercial, que le dejó una enorme ganancia, sembró dudas sobre su compromiso con la transparencia y la responsabilidad fiduciaria.
En 2002 Romo fue presidente y CEO del conglomerado mexicano Savia. Fue también presidente y CEO de una compañía llamada Seminis, dedicada a la producción de semillas y cuyo 75% pertenecía a Savia y cotizaba en la bolsa de valores Nasdaq.
La empresa de semillas se había involucrado en una rápida expansión a través de adquisiciones. Esto creó un estrés financiero que podría haberse superado utilizando los mercados de capitales. En cambio, en diciembre de 2002, Savia firmó una carta de carácter no vinculante para vender la empresa a la firma de capital privado con sede en California, Fox Paine. Bernardo Jiménez, portavoz de Romo, me comentó por teléfono desde México que Fox Paine había mostrado interés en la compañía desde hacía varios años y que Romo vio esto como “la mejor opción” para lidiar con la pesada deuda que Seminis arrastraba.
La oferta inicial por parte de Fox Paine fue de $3,40 por acción. La junta directiva de Seminis había contemplado un precio por encima de $4 por acción para accionistas públicos. Fue así como el 17 de diciembre de 2002, la junta directiva formó un comité especial para estudiar la oferta, discutir “modificaciones” y llegar a un acuerdo. El convenio final ofreció a los accionistas públicos $3,78 por acción y $3,40 por acción a Savia. Jiménez lo describe como el resultado de la negociación.
De acuerdo a un comunicado de prensa de la empresa con fecha del 2 de junio de 2003, el valor de la transacción fue de más de $650 millones. Savia absorbió en 2003 una pérdida en pesos equivalente a aproximadamente $224 millones, de acuerdo a los balances contables.
Los accionistas nunca descubrirían lo que el mercado estaba dispuesto a pagar por la compañía. “Savia expresó su renuencia a realizar cualquier transacción distinta a la contemplada en la carta de intención y, por lo tanto, la junta directiva de Seminis no autorizó al comité especial iniciar, solicitar o aceptar propuestas alternativas con respecto a Seminis”, según la declaración de Seminis con fecha del 8 de agosto de 2003, solicitando a los accionistas que aprobaran el trato. Jiménez dijo que la empresa ya había intentado con “los principales actores. Estos habían sido golpeados por la controversia sobre los OMG” –organismos modificados genéticamente– “y no tenían interés”.
La declaración señala que el “objetivo principal de la fusión y transacciones relacionadas [era] permitir que Fox Paine y los participantes afiliados a Romo fueran propietarios de todas las acciones comunes de Seminis”. A los accionistas públicos no se les permitió retener la propiedad. Tuvieron que contentarse con un precio 50,6% por encima del precio de mercado del día anterior al que la carta de intención fuera publicada –aunque se había cotizado hasta $3,99 por acción tiempo antes, ese mismo año–. Solo Romo y sus afiliados continuarían como accionistas.
Jiménez dijo que la idea era “privatizar la empresa, reestructurarla y venderla”. Una vez completada la operación, según la declaración de Seminis del 11 de marzo de 2004 ante la Comisión de Bolsa y Valores [de los Estados Unidos], Romo y sus filiales poseían al menos el 41% de las acciones comunes totalmente diluidas y podían tener hasta un 52% de control a través de las partes que actuaban en nombre de Romo. Fox Paine tenía el resto.
El sobreendeudamiento ocurrió bajo la dirección de Romo. Aun así, permaneció como CEO y presidente, se le otorgó un salario anual de $1 millón y se le dio el derecho a nombrar a la mayoría de la nueva junta directiva por hasta cinco años. Jiménez, que había sido director financiero de Savia, se convirtió en director financiero de Seminis.
Esto constituyó un golpe duro para Savia. Pero existía otra razón para que la empresa estuviera consternada. El acuerdo de Fox Paine se cerró el 29 de septiembre de 2003 y el 22 de enero de 2005, unos 16 meses después, Romo y Fox Paine firmaron un "acuerdo y plan de fusión" con Monsanto. Una declaración de la Comisión de Bolsa y Valores [de EE.UU.] con fecha del 11 de octubre de 2005, valoró la transacción de Monsanto en $1,500 millones en efectivo y asumió la deuda, más un bono de rendimiento de hasta $125 millones pagadero a una compañía llamada Marinet, que Jiménez me comentó que era propiedad de entes asociados a Romo.
La primera reunión con Monsanto, según Jiménez, fue en octubre de 2004; en diciembre de 2004 se firmó una carta de intención. Esto implica que Romo, sus afiliados y Fox Paine comenzaron a negociar la venta de Monsanto más o menos un año después de comprar Seminis. Con una ganancia de $950 millones, más que duplicaron su dinero: una impecable ganancia por una compañía que en el año 2003 se vendió a un precio regalado. Fox Paine no respondió a los pedidos de comentarios.
Jiménez explica esta bonanza diciendo que Seminis se reestructuró y la controversia sobre los OMG se apaciguó, "revalorizando enormemente a las compañías agrícolas y de semillas". Aun así, es una historia que naturalmente plantea el interrogante de si el CEO Romo mantuvo su responsabilidad fiduciaria como presidente para ejecutar un trato justo y transparente. Esa es la definición misma de la ética.
La respuesta importa en las elecciones, entre otras cosas porque la marca registrada de López Obrador en política es el corporativismo de compadres. Antes de que los mexicanos lo hagan presidente, deberían saber un poco más de quiénes lo apoyan.
Este artículo se reproduce con permiso del Wall Street Journal (Estados Unidos) y fue originalmente publicado en el Wall Street Journal el 25 de febrero de 2018.