Cómo el desarrollo de “la dignidad primero” puede promover la democracia liberal de mejor manera
Matt Warner los expertos externos deben controlar sus impulsos de “resolver” los problemas del mundo en vías de desarrollo.
Por Matt Warner
El Gran Enriquecimiento, que elevó los estándares de vida en un 3.000 por ciento desde 1800, no fue planificado desde arriba. Fue liderado por individuos que, una vez libres, podían trabajar para mejorar sus vidas y sociedades.
Desafortunadamente, esto no lo ha captado la comunidad de desarrollo internacional, que continúa ignorando el conocimiento local y presionando por proyectos liderados por extranjeros en el mundo en vías de desarrollo. En nuestro nuevo libro, mi co-autor y yo presentamos un nuevo modelo para el desarrollo internacional, que combina la lección del Gran Enriquecimiento con las más recientes investigaciones interdisciplinarias y nuestra experiencia ayudando al cambio liderado localmente en lugares alrededor del mundo. Lo denominamos el desarrollo de la dignidad primero.
Para definir la dignidad, recurrimos a las perspectivas locales. Por ejemplo, en 2019, el Overseas Development Institute entrevistó a los refugiados en Bangladesh y Líbano para aprender que significaba el término dignidad para ellos en el contexto de recibir ayuda. Mientras que las interpretaciones variaban a través de las distintas culturas, dos aspectos sobresalieron: la dignidad como respeto y la dignidad como auto-suficiencia. Un refugiado es citando diciendo, “Trabajar duro y ganarte tu propio sustento es una gran parte de la identidad Rohingya y nuestra idea de la dignidad”. En la retórica del desarrollo, la dignidad como respeto es la interpretación familiar, mientras que la dignidad como auto-suficiencia está ausente en la gran mayoría de los modelos.
Resaltar la importante de la auto-suficiencia en el desarrollo no es solo un argumento de “salir adelante por cuenta propia” como solución para la pobreza. Es un argumento acerca de que cuando los individuos participan libremente en la economía, contribuyen más que el producto marginal de su trabajo. Con dignidad y libertad, los individuos se vuelven agentes activos cuyas decisiones del día a día generan crecimiento económico y cuyo conocimiento ayuda a conformar instituciones que favorecen el libre ejercicio de esas decisiones.
La innovación que permitió el Gran Enriquecimiento requirió lo que Carl Schramm y Bob Litan denominan “un proceso de constante y contínua revolución empresarial”. Dicho proceso, argumentamos nosotros, es mejor servido por los ideales de la democracia liberal. Sin embargo, esos ideales no pueden difundirse mediante lo que algunos expertos llaman “la imitación isomorfa” o “el pensamiento del culto de la carga” —la estrategia de copiar para construir instituciones. El verdadero cambio institucional es idiosincrásico tanto en el proceso de cambio y en el resultado. Después de todo, aquellos que serán gobernados por las nuevas instituciones —quienes serán oprimidos o liberados por ellas— están en la mejor posición, tanto moral y de hecho, para construirlas.
De esta manera, la dignidad significa que la auto-suficiencia a los niveles individual e institucional del desarrollo. Las instituciones liberales no son el regalo de Occidente para el resto. Hemos ensayado ese enfoque y el resultado ha sido el auge del populismo autoritario, no como una ideología preferida por sobre el liberalismo, pero como una expresión de resentimiento hacia los de afuera, cuyos modelos institucionales mal concebidos fracasaron en funcionar como se prometió.
La comunidad global de desarrollo ahora está tratando de arreglar el lío que creó practicando la “localización”, un intento de limitar la influencia de foráneos, mientras que respaldan ONGs locales. A nivel retórico, este es un paso en la dirección correcta, pero en la práctica, no sorprende que la influencia foránea sigue siendo muy importante. En 2021, USAID, que tiene nuevos objetivos para aumentar la proporción de su financiamiento a las ONGs locales, ganó una poco halagadora cobertura de prensa por su fracaso en atraer socios locales en Centroamérica luego de que la Vice-Presidenta estadounidense Kamala Harris prometiera investigar las “causas de raíz” de la migración.
La localización debe ser acerca de más que quién recibe el dinero. Debe ser acerca de quién lidera el desarrollo. Les ofrecemos las siguientes tres guías para lograr una buena localización.
Primero, los proyectos, las estrategias y las definiciones de éxito deben provenir de las ONGs locales. Los expertos foráneos deben restringir su impulso de “resolver” los problemas de otros. Deben aceptar sus limitaciones y renunciar a fijar las prioridades y diseñar y liderar los proyectos. En cambio, las ONGs locales deben presentarse a sí mismas junto con su visión de cambio y competir para obtener respaldo.
Segundo, los montos de los premios deben ser proporcionales al proyecto. Los presupuestos predeterminados de desarrollo muchas veces son demasiado grandes y constituyen una porción demasiado grande del presupuesto total de una ONG. Los proyectos de un solo donantes y/o las ONGs de un solo donante luchan por mantener su independencia y muchas veces no logran diversificar sus fuentes de financiamiento, generando una volatilidad organizacional.
Tercero, la rendición de cuentas todavía importa. Mientras que las organizaciones locales deberían definir el éxito, los que conceden las donaciones deberían financiar únicamente aquellas organizaciones con objetivos ambiciosos, medibles y significativos. El financiamiento subsiguiente debería estar condicionado a una combinación de logros prometidos y un aprendizaje genuino de los errores que podrían informar el trabajo en el futuro.
Las agencias de ayuda financiadas por los estados puede que sean estructuralmente incompatibles con la verdadera localización. En ese caso, la filantropía privada lideraría este nuevo modelo. Pero sin importar de dónde proviene el dinero, todos los expertos externos deben tomar en serio la dignidad humana y comprender su papel fundamental en el desarrollo económico y para el futuro de la democracia liberal.
Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 24 de marzo de 2022.