Cómo combatir la melancolía y el pesimismo
Marian L. Tupy señala que dado el mundo inhóspito en el que hemos evolucionado, los humanos hemos aprendido a dar prioridad a las malas noticias.
Por Marian L. Tupy
Las encuestas muestran que el optimismo es mayor en los países de rápido crecimiento que están alcanzando al mundo desarrollado. Las altas tasas de crecimiento permiten a los ciudadanos de esas naciones experimentar enormes aumentos interanuales del nivel de vida, algo que, a falta de una revolución de la productividad impulsada por la Inteligencia Artificial (IA), es improbable que ocurra en los países ya desarrollados. Un progreso lento y constante, como el que se está produciendo actualmente en Estados Unidos, no parece suficiente para inspirar un optimismo generalizado sobre el futuro.
El problema del incrementalismo se ve agravado por la interacción entre la naturaleza humana y los medios de comunicación. Dado el mundo inhóspito en el que hemos evolucionado, los humanos hemos aprendido a dar prioridad a las malas noticias. En consecuencia, los medios de comunicación han abrazado el modelo de negocio "si sangra, manda". Peor aún, la creciente competencia entre televisión, periódicos y sitios web ha incrementado significativamente los contenidos negativos con el paso del tiempo. La inclusión de una palabra negativa adicional en un titular, por ejemplo, genera un 2,3% más de clics, según un estudio reciente.
Por desgracia, la mayoría de la gente no es consciente de nuestro sesgo innato hacia la negatividad. Podría ser útil incluir la comprensión de la psicología humana básica en los planes de estudios de secundaria. Aunque no podamos purgar el sesgo negativista de nuestro cerebro, comprender cómo y por qué reaccionamos de determinadas maneras ante un incesante aluvión de titulares aterradores puede ayudarnos a adquirir una perspectiva adecuada del mundo que nos rodea.
Otra forma de eludir los titulares apocalípticos y centrarse en las líneas de tendencia mayoritariamente positivas es desarrollar una comprensión más sofisticada de las probabilidades estadísticas. Aunque las pruebas sugieren que los humanos tenemos una capacidad innata para el razonamiento probabilístico, la aplicación formal de la inferencia bayesiana –es decir, el ajuste de nuestras creencias o conjeturas sobre algo a medida que aprendemos más información– es una habilidad aprendida. Los bebés y los adultos sin formación muestran capacidades que se ajustan a los principios bayesianos a un nivel básico, lo que indica una comprensión intuitiva de la probabilidad y la incertidumbre. Sin embargo, la aplicación precisa y formal del razonamiento bayesiano requiere educación, especialmente en escenarios complejos.
Por último, los seres humanos pueden elegir qué tipo de información consumir. Sabiendo que los medios de comunicación tradicionales no ofrecen una imagen realista del mundo, las personas pueden suscribirse a servicios –como el boletín semanal Human Progress– que recopilan los acontecimientos positivos ignorados por los principales medios de comunicación.
Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (Estados Unidos) el 8 de marzo de 2024.