Colonialismo moral
por Tomas Larsson
Tomas Larsson es el autor de "The Race to the Top: The Real Story of Globalization", publicado por el Cato Institute.
Cuando la Casa de Representantes de los Estados Unidos votó para otorgar al presidente la autoridad de promoción del comercio surgieron, como en otros debates sobre la liberalización, el tema de la destrucción ambiental y el del maltrato a los trabajadores. Hoy, con la recesión y el creciente desempleo, el sentimiento proteccionista está de nuevo tratando de esconderse tras el disfraz de la solidaridad; pero así como algunos críticos pueden estar siendo hipócritas al promover el "comercio justo", otros son sin duda sinceros, y vale la pena entender por qué sus sentimientos están desubicados.
Por Tomas Larsson
Cuando la Casa de Representantes de los Estados Unidos votó para otorgar al presidente la autoridad de promoción del comercio surgieron, como en otros debates sobre la liberalización, el tema de la destrucción ambiental y el del maltrato a los trabajadores. Hoy, con la recesión y el creciente desempleo, el sentimiento proteccionista está de nuevo tratando de esconderse tras el disfraz de la solidaridad; pero así como algunos críticos pueden estar siendo hipócritas al promover el "comercio justo", otros son sin duda sinceros, y vale la pena entender por qué sus sentimientos están desubicados.
Como señaló Jagdish Bhagwati, profesor de economía en Columbia University, el imponer límites al comercio para promover preocupaciones morales o ambientalistas, constituye una especie de colonialismo. Su principio central es el de que "la fuerza hace lo correcto", con los países más grandes, más ricos y más poderosos señoreándolo sobre los no tan ricos y no tan poderosos.
Los Estados Unidos puede imponer sanciones comerciales en contra de India si los pescadores indios se portan mal con los bonitos delfines; pero siendo realistas, India no puede cerrar el comercio con EE.UU. si los estadounidenses se portan mal con las vacas. De manera similar, EE.UU. Puede castigar a Noriega si los noruegos no quieren comer carne con genes manipulados, pero Noruega no puede castigar realmente a los norteamericanos si sus leyes laborales son menos generosas con los sindicatos laborales que las leyes noruegas.
Cuando se trata de asuntos de gobierno sobre los que raramente hay consenso dentro de las fronteras de un país en particular, ¿conviene que se resuelvan a través de cláusulas de comercio y no por medio de políticas internas? Es mejor que aceptemos como un principio fundamental de la política comercial que las decisiones éticas deben de ser tomadas por los productores y los consumidores, no por políticos y burócratas.
De todos modos, las restricciones "éticas" al comercio rara vez, si es que alguna, logran lo que buscan. Las causas reales de malas condiciones laborales y ambientales son la pobreza y el despotismo, y el proteccionismo no ayuda a aliviar la pobreza y a promover la libertad y la democracia en países como China, Pakistán y Birmania.
De hecho, al tratar de promover "estándares mínimos de trabajo" por medio de barreras arancelarias, es muy probable que el resultado sea lo opuesto a lo que se busca. Keith E. Maskus, economista de la Universidad de Colorado, ha estudiado el asunto de los estándares mínimos para el Banco Mundial, y concluye que los intentos para detener la llamada "competencia desleal social" de los países pobres presenta un "riesgo serio y real" para el bienestar de algunos de los miembros mas vulnerables de las sociedades del tercer mundo.
"La famosa prohibición francesa a las pelotas de fútbol pakistaníes durante la Copa Mundial de 1998 resultó en una significante dislocación del empleo de niños. Quienes les siguieron la línea encontraron que una gran proporción terminó mendigando y/o en la prostitución", según me dijo Maskus. Cerrar una oportunidad que no es óptima no necesariamente instala una mejor en su lugar.
El verdadero temor de muchos proteccionistas es que el comercio con países con estándares laborales menores va a generar pérdida de empleos en casa, pero en general, los estándares laborales bajos son una desventaja competitiva para una economía-o el resultado de problemas más profundos que representan obstáculos para la economía. La "carrera hacia el fondo" es producto de la imaginación: después de todo, no son los países con los peores índices de respeto a los derechos humanos los que ocupan los primeros lugares en competitividad, exportaciones o inversión.
Esto no es sorprendente. Los líderes nacionales que ignoran los derechos de los trabajadores sin duda ignoran también otras potestades cívicas de importancia como los derechos sólidos a la propiedad, la libertad de prensa, el respeto al Estado de Derecho, etc. Es más probable que la propiedad privada y los contratos se respeten bajo gobiernos que reconocen los intereses sociales legítimos. Esto trae menos arbitrariedad en los gobiernos, reglas más predecibles, y un mejor clima para la inversión y la innovación.
No debe olvidarse que casi todos los países que hoy son prósperos y democráticos fueron algún día pobres y antidemocráticos. El creciente comercio internacional es lo que ha llevado a que eleve la prosperidad-y a que eleve la apertura política. En años recientes el proceso ha sido evidente en algunos países asiáticos como Corea del Sur, Taiwán, Filipinas, Tailandia e Indonesia.
La preocupación por lo estándares laborales y ambientales es legítima, y lo que los países ricos pueden hacer es desmantelar las barreras comerciales. Tanto EE.UU. como la Unión Europea imponen tarifas menores a bienes sin procesar que a productos terminados que provienen del mundo subdesarrollado. Como resultado, se crean menos empleos para los jóvenes educados de lo que sería posible.
Para aquellos que se preocupan por el destino de los países en vías de desarrollo, dar al presidente la habilidad de expandir el comercio le da a esos países un empujón hacia arriba. Qué lástima que eso sea lo último en la mente de la izquierda controlada por sindicatos.
Traducido por Constantino Díaz-Durán para Cato Institute.