Colombia enfrenta su hora de peligro con Petro

Daniel Raisbeck estima que el plan de Petro para ir hacia una asamblea constituyente se inspiraría más en el de Nicolás Maduro de 2017 que en el de Hugo Chávez.

Por Daniel Raisbeck

En junio de 2022, una ligera mayoría de votantes colombianos eligió a Gustavo Petro como presidente. Decir que ignoraron numerosas señales de alarma sería quedarse corto.

Gustavo Petro comenzó su vida pública a finales de la década de 1970 como miembro del M-19, el sanguinario grupo guerrillero urbano que –entre sus muchos actos de terrorismo– asaltó el Ministerio de Justicia en noviembre de 1985, mantuvo como rehenes a sus magistrados y a cientos de empleados y, en última instancia, causó la muerte violenta de 111 personas.

En 1994, apenas dos años después de la última amnistía oficial del M-19, que coincidió ampliamente con la introducción de una nueva constitución en 1991, Petro –entonces congresista– invitó a Hugo Chávez a Bogotá, donde lo acogió durante más de una semana. En aquel momento, Chávez había sido recientemente amnistiado, tras haber sido condenado por liderar un sangriento y fallido intento de golpe de estado en Caracas en 1992.

Reflexionando sobre su estancia con Chávez en la capital colombiana, Petro dijo: "Encontramos un entendimiento ideológico en la lucha contra la corrupción y en el discurso bolivariano".

Chávez llegó a la presidencia de Venezuela en 1999. En 2003, Petro presumía ante una revista colombiana, que lo describía como "uno de los asesores más cercanos de Chávez en el nuevo modelo que se estaba implantando en Venezuela", del cambio de rumbo del país. "Estamos en una etapa de transición", dijo Petro, "de un modelo neoliberal a uno que yo llamaría 'neopopulismo'".

Con el tiempo, bajo los controles de precios y de divisas de Chávez, los alimentos y los productos básicos escasearon en Venezuela. También lo hicieron las declaraciones públicas de Petro sobre el modelo chavista. El "neopopulismo", resultó ser un eufemismo para referirse al socialismo pasado de moda. Y Petro intentó distanciarse de las consecuencias que había contribuido a provocar. Mientras se presentaba a la presidencia en marzo de 2010, tuiteó:

"Somos socialistas del siglo XXI y Chávez es un socialista del siglo XX. Yo no expropio los bienes de los trabajadores".

Pero Petro borró después dicho tuit.

Cuando Chávez murió en 2013, Petro, que entonces era alcalde de Bogotá, asistió a su funeral en Caracas. En ese momento, Petro afirmó que Chávez había sido "un gran líder latinoamericano". En Twitter, publicó una fotografía de una estantería de un supermercado repleta de productos, añadiendo un desmentido sobre la escasez de alimentos en Venezuela, como ya ocurría desde hacía tiempo.

Durante su estancia en Caracas, Petro habló con Telesur, la agencia de medios estatal venezolana, de su encuentro inicial con Chávez. Según la página web de la Alcaldía de Bogotá, Petro dijo que, en 1994, él y Chávez habían jurado llevar a cabo "una integración bolivariana" de América Latina. "Nos comprometimos a luchar por ese objetivo", dijo.

No obstante, de cara a las elecciones presidenciales de 2018, que Petro perdió, volvió a intentar restar importancia a sus estrechos vínculos con el chavismo. Petro afirmó continuamente que, dado que se oponía a toda futura exploración petrolera en Colombia, sus políticas económicas no tenían nada que ver con el modelo de Chávez para Venezuela, que era dependiente del petróleo. 

La retórica ecologista radical, incluso apocalíptica, de Petro le ayudó a ganar las elecciones de 2022. Su giro, no demasiado sutil, de estatista tradicional a alarmista del cambio climático no encontró oposición. Los rivales políticos de Petro, los medios de comunicación y los líderes de opinión de centro-izquierda le permitieron dócilmente cambiar el eje del debate político.

Le tocó a un periodista extranjero, el mexicano Jorge Ramos, proporcionar la única excepción memorable. En una entrevista en CNN en 2018, Ramos le preguntó a Petro si creía que Chávez había sido un dictador. Tras eludir la pregunta durante unos 40 segundos, Petro dijo: "Creo que la política internacional está fuertemente dividida por el tema del cambio climático". Se produjo el siguiente intercambio:

Ramos: "No, no, no. ¿Fue Hugo Chávez un dictador o no, señor Petro? [...] Podemos hablar después del cambio climático si quiere".

Petro: "Hugo Chávez fue elegido por el pueblo varias veces".

Ramos: "¿Usted cree que Chávez fue un dictador?".

Petro: "Creo que no hubo dudas sobre sus elecciones según la información que tengo".

Ramos: "Pero usted no me ha contestado si Chávez fue un dictador o no". [Ramos procede a citar el tuit de Petro de 2013 en el que elogiaba a Chávez como un gran líder] ¿Un gran líder latinoamericano? Tuvo presos políticos, causó muchas muertes, censuró y controló todos los medios de comunicación. Es eso un gran líder político?".

Petro: "Yo creo que Chávez murió y, desde su muerte, una parte de Venezuela lo admira y otra parte no lo admira."

Ramos: "Pero usted, señor Petro [...] Muchos colombianos temen que usted haga lo mismo".

Petro: "Yo no puedo hacer lo mismo por dos razones fundamentales. Primero, porque lo que propongo para Colombia es separar la economía del petróleo y del carbón...."

Ramos: "Pero usted no me ha querido responder. Es muy sencillo. Para usted, ¿Chávez era un dictador o no?".

Petro: "Yo creo que fue elegido por el pueblo".

Petro acabó admitiendo –con una evidente falta de convicción en su lenguaje corporal– que el régimen venezolano se había vuelto autoritario, pero sólo bajo el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, y que la economía estatista de Cuba perjudicaba a la democracia. Pero la respuesta de Ramos había dejado al descubierto su táctica retórica: afirmar que el colapso económico y humanitario de Venezuela no se debía a las políticas socialistas de Chávez, que Petro había celebrado y promovido, sino a la primacía de la industria petrolera del país.

De ahí que Petro afirmara que sus oponentes de centro-derecha, que no pretendían cerrar la exploración y producción de petróleo en el país, eran los verdaderos defensores del chavismo en Colombia. No el propio Petro, el único político colombiano que había contribuido a reforzar el poder de Chávez en Venezuela.

Petro se salió con la suya con su sofisma. También con su afirmación de que, a pesar de declaraciones anteriores sobre la supuesta necesidad de cambiar la Constitución, no pensaba convocar una asamblea constituyente si era elegido, como había hecho Chávez en Venezuela en 1999. Así, destacados políticos y líderes de opinión del centro-izquierda se dejaron convencer de que Petro era un demócrata y, como tal, no representaba ninguna amenaza para las instituciones republicanas de Colombia. En otras palabras, Petro no era Chávez. Tampoco Colombia, la república democrática más longeva de Sudamérica, era tan débil institucionalmente como lo era Venezuela cuando Chávez tomó el poder.

Un pilar de esta teoría era la formidable oposición a la que podría enfrentarse Petro desde el Congreso, donde el partido de Petro no tenía mayoría. Pero esto pasaba por alto la larga tradición colombiana de un Congreso progubernamental, cuyos miembros son siempre susceptibles al patrocinio de una presidencia poderosa.

De hecho, mientras Petro se preparaba para su investidura, formó una coalición no sólo con el Partido Verde, de centro-izquierda. También llegó a incluir al Partido Liberal, miembro de la Internacional Socialista desde la década de 1990, al Partido de Unidad Nacional, nominalmente de centro-derecha, e incluso al Partido Conservador. La formidable teoría de la oposición se derrumbó incluso antes de que Petro jurara su cargo.

En noviembre de 2022, la coalición de Petro ya había aprobado una ley tributaria que aumentaba las tasas a los empleados y empresas del sector formal, restablecía un impuesto nacional sobre la riqueza, introducía un impuesto sobre el azúcar (que recae con más fuerza sobre los más pobres de la sociedad) y prohibía a las empresas mineras deducir los pagos de regalías de sus impuestos sobre la renta. La "reforma fiscal" de Petro significó en realidad fuertes subidas de impuestos (aunque esto ya era la norma en Colombia mucho antes de que Petro llegara al poder).

Más recientemente, Petro ha obtenido el apoyo del Partido Liberal y de senadores conservadores por su sabotaje del sistema privado de pensiones. Petro pretende acabar con la posibilidad de que los trabajadores elijan entre las alternativas de pensiones privadas y públicas para su ahorro obligatorio para la jubilación; el sistema privado consiste en cuentas de jubilación individuales, mientras que la versión pública es un sistema insostenible de reparto subvencionado con cargo al presupuesto nacional. Actualmente, los trabajadores del sector formal pueden elegir libremente entre ambos modelos. Petro pretende obligar a todos los trabajadores a acogerse al sistema estatal, dejando los fondos privados como alternativa voluntaria para quienes ganen más de tres veces el salario mínimo. 

Políticos liberales y conservadores apoyan el esquema estatista de pensiones de Petro a pesar de la salida oficial de sus partidos del gobierno. El gobierno original de Petro, el del "Acuerdo Nacional", sólo duró hasta el primer semestre de 2023, cuando la clase política se dio cuenta de que Petro realmente pretendía –como lo había dicho todo el tiempo– desarraigar la participación del sector privado en el sector de la salud.

En marzo pasado, el Congreso se negó a aprobar la propuesta de Petro de ampliar el control estatal del sistema de salud a expensas de las compañías privadas de seguros médicos. El gobierno de Petro respondió tomando el control de la administración de una de las mayores aseguradoras privadas, que gestiona los fondos de salud de 5,7 millones de afiliados. Petro también anunció que había llegado el momento de convocar una asamblea constituyente extralegal, ya que el Congreso no podía "estar a la altura" de la aplicación íntegra de su agenda.

Cuando se trataba de la sanidad, la oposición por fin se hizo formidable. Y Petro se movió para hacerla inútil. Los analistas no habían tenido en cuenta que, a la hora de la verdad, Petro no tenía intención de respetar los protocolos constitucionales.

Aunque la Constitución vigente permite la creación de una nueva asamblea constituyente, exige que ambas cámaras del Congreso voten a favor por mayoría, seguida de la aprobación de la Corte Constitucional y de la mayoría de los votantes en un plebiscito, tras lo cual debe celebrarse una elección para elegir a los miembros de la asamblea. Pero Petro dice que ninguno de estos requisitos es necesario para cambiar la Constitución.

Petro argumenta que el poder "constituido" que surgió en 1991 se ha corrompido, mientras que el poder "constituyente" es "el pueblo", al que dice representar. "El poder constituyente no se convoca", dijo en una entrevista. "Es el pueblo, que se convoca a sí mismo para decidir las cuestiones fundamentales del país. Ese es el poder constituyente".

Petro ha insinuado que "el pueblo" expresará su apoyo a una nueva Constitución a través de una serie de cabildos o asambleas populares que el Gobierno convocará en todo el país.

Así, afirma que puede saltarse el Congreso, las cortes y la necesidad de un plebiscito legal para dar paso a una nueva constitución. Sus pilares, dice Petro, deben incluir "la lucha contra el cambio climático" y "la descarbonización de la economía". Esto implica un mandato constitucional para la actual guerra de Petro contra la industria de hidrocarburos de Colombia. La constitución de Petro también incluiría "una política monetaria que priorice el empleo y la producción". Es decir, una toma de control del banco central nominalmente independiente.

El intento de Petro de crear una nueva constitución estatista recuerda a los métodos del propio Hugo Chávez, replicados por los "socialistas del siglo XXI" latinoamericanos Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia. Al igual que Petro, que insinúa que la Constitución colombiana de 1991 está obsoleta, Chávez afirmó que la Constitución venezolana estaba "moribunda" cuando tomó posesión como presidente.

Pero incluso los opositores de Chávez admitieron que, en 1999, su convención constitucional "comenzó como un proceso democrático que en sus orígenes no implicaba la ruptura del régimen político anterior". Petro, en cambio, intenta una ruptura total con el orden establecido. Pretende saltarse todos los controles y equilibrios existentes a su poder.

El plan de Petro se parece más a la espuria asamblea constituyente de Nicolás Maduro de 2017, que anuló el poder de la Asamblea Nacional, donde la oposición tenía mayoría desde su victoria en las elecciones de diciembre de 2015. En ese sentido, los comentaristas que aún afirman que Petro no es Chávez tienen razón, aunque por ninguna de las razones que ellos esgrimen (como la fortaleza de las instituciones colombianas).

Más bien, el desprecio de Petro por el Estado de derecho es posiblemente mayor que el de Chávez durante las etapas iniciales de su gobierno. Por otra parte, mientras que Chávez trató de ocultar sus verdaderas intenciones durante su campaña a la presidencia en 1998, Petro hizo campaña ofreciendo abiertamente recetas chavistas. Ahí estaban, por ejemplo, su amenaza de expropiar determinadas empresas, su ambigüedad sobre su intención de cambiar la Constitución y su defensa de la doctrina marxista, como la teoría del valor trabajo.

En 2022, una pequeña mayoría de los votantes colombianos actuó en contra de su buen juicio y permitió que Petro se mantuviera en el poder. Ahora, una gran mayoría se opone firmemente a su gobierno. La cuestión es si la propia república resistirá la inminente embestida constitucional de Petro.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 19 de abril de 2024.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 19 de abril de 2024.