Circo político en EE.UU.

Manuel Suárez-Mier señala cómo han ido cambiando el Partido Demócrata y el Partido Republicano con las circunstancias y el paso del tiempo.

Por Manuel Suárez-Mier

Como cada cuatro años, empezó el espectáculo de las convenciones políticas en EE.UU. que, como en el circo, tiene de todo, payasos, animales, enanos y mucho teatro. Es un espectáculo sin igual pues los asistentes no tienen el menor temor al ridículo. Esta ocasión es distinta pues la pandemia obligó al Partido Demócrata, cuyo cónclave empezó el lunes de la semana pasada, a hacerla virtual en lugar de congregar a miles de gentes disfrazadas estrafalariamente en un auditorio, en algún sitio dónde el candidato quiere ganar.

La primera convención a la que asistí por televisión fue la de 1972 en la que los Demócratas eligieron al senador George McGovern de Dakota del Sur, estado que tiene 4 veces más vacas que personas, y está en una región que ha forjado a muchos exaltados populistas. Su opositor fue el presidente Richard Nixon, quien a pesar de su impopularidad por continuar la guerra de Vietnam, barrió en la elección, con 520 votos electorales contra 17, y solo perdió Massachusetts y el Distrito de Columbia, que jamás ha votado por un presidente Republicano. El argumento que le dio la victoria a Nixon fue su defensa de “la ley y el orden”, que él impondría, frente a un oponente al que pintó de blandengue, lo que alarmó a muchos, sobre todo a los blancos, por los disturbios y asesinatos que ocurrieron a fines de los 60s.

Ese mismo argumento es el que intenta usar Donald Trump, que tiene una calidad moral comparable a la de Nixon, pero carece de su talento, sobre todo en asuntos extranjeros, y de su competencia para allegarse colaboradores capaces, en lugar de la caterva de ineptos que pululan en el actual gobierno. Otra gran diferencia es que la mayoría de anglos blancos representaba casi el 80% de la población en 1970, mientras que hoy son apenas el 60% de los habitantes, con los hispanos constituyendo la primera minoría con 18% (60 millones), creciendo más rápido que los otros grupos, y los negros con 12%.

Los partidos suelen cambiar con las circunstancias, el paso del tiempo y la personalidad de sus líderes, pero no conozco una mutación tan tajante como la efectuada con Trump, que nunca fue militante del partido y lo tomó por asalto, de manera similar a Vicente Fox con el PAN. El paradigma que solía tener el partido era de un gobierno acotado y equilibrio presupuestal, alentando la libertad de mercados para alcanzar mayor crecimiento, y promover la democracia en el resto del mundo, sobre todo en los países de la órbita soviética. Eso empezó a cambiar con George W. Bush que optó por un “conservadurismo compasivo” en el que incorporaba la doctrina social de la iglesia católica a un intervencionismo más agresivo para imponer la democracia estilo EE.UU. en países en los que no tenía la menor oportunidad de florecer.

Pero lo que hizo Trump, con su populismo excluyente, egocéntrico y demagógico, fue dar un giro radical, por lo que está en duda hacia dónde irá el partido sin él. Por lo pronto, el circo político estará en pleno apogeo, la semana pasada y esta que toca a los Republicanos.

Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 21 de agosto de 2020.