¿China dominará el mundo?
Manuel Hinds considera que el régimen político de China no le permite hacer las reformas que son el mínimo necesario para lograr convertirse en un país desarrollado.
Por Manuel Hinds
Fácilmente el 90% de la gente diría que China dominará al mundo, basándose en su rapidísimo crecimiento económico así como en la creciente agresividad con la que confronta al mundo para imponer sus intereses. Hay muchos indicadores, sin embargo, que sugieren que, como Japón en los años ochenta, China puede estar cerrando un ciclo de alto crecimiento y entrando en uno de estancamiento que lo va a debilitar política, militar y económicamente.
La estimación de que un país que ha estado creciendo a gran velocidad por varias décadas va a seguir creciendo así en el futuro y se convertirá en el amo del mundo, pero que luego se estanca, es algo que ha pasado varias veces. Sucedió, por ejemplo, en los años ochenta, cuando todo parecía decir que Japón iba a sobrepasar a EE.UU. en corto tiempo. Pero a principios de los noventa, una burbuja de bienes raíces reventó en Japón, marcando el fin de la gran expansión japonesa. Después de una década, Japón volvió a crecer, pero a una tasa mucho menor, similar a la de todos los países desarrollados, dentro de los cuales Japón ya estaba plenamente establecido.
China, coincidentemente, está en grave peligro de entrar en una crisis financiera, también causada por una burbuja de bienes raíces, que puede resultar en un largo estancamiento y luego en una tasa de crecimiento mucho más baja. Diferente de Japón, sin embargo, esta desaceleración agarraría a China cuando todavía no ha logrado su desarrollo pleno, su autonomía como una economía fuerte y creativa. Pero las razones para esperar este estancamiento son mucho más profundas que una burbuja de bienes raíces. Tienen que ver con la manera en la que China ha crecido.
Los países pueden crecer económicamente por tres razones. Una, porque invierten recursos en bienes de capital (maquinaria y equipo, edificaciones, etc.). Dos, porque incorporan más trabajadores a la producción. Tres, porque aprenden a usar más eficientemente el capital y los trabajadores, de modo que pueden crecer aunque no inviertan más o introduzcan más trabajadores a la producción. China creció fabulosamente usando las dos primeras: invirtió grandes cantidades en bienes de capital e incorporó enormes poblaciones a la producción industrial, sacándolas de su economía agraria y llevándolas a las ciudades. Mientras que Taiwán, Singapur y Corea del Sur invertían 30% de su producción en nuevos bienes de capital, China llegó a invertir casi el 50% a comienzos de este siglo. Esto hizo que la eficiencia del capital bajara, ya que se invertía en bienes que ayudaban cada vez menos a subir la producción. En los ochenta, una inversión de $2 resultaba en una producción de $1 más en la economía. En la última década, se invirtieron $5 para producir un dólar adicional. Mucha de esta inversión, como lo demuestran los edificios que no se pueden vender, nunca se podrá recuperar. Como se financió con deuda, que ahora representa el 270% del Producto Interno Bruto (PIB), esa pérdida pesará mucho sobre la economía.
Por el lado de los trabajadores, el control de la natalidad del siglo pasado llevará a un descenso y un envejecimiento de la población. En 1980 había 7 personas trabajando para cada persona ya retirada; ahora sólo dos. La fuerza laboral va a comenzar a caer en unos años. Si no aumenta la productividad, la producción caerá. Y por ese lado, la productividad total de la economía está aproximadamente al mismo valor que tenía en 1960 (40% de la de EE.UU.), mientras que, por ejemplo, la de Alemania subió de 48% en los sesenta a 93% ahora.
Con la población declinando, con miles de edificios que se contaron como producción pero que no tienen habitantes, y con la productividad estancada, China puede quedarse cogida en lo que se llama “la trampa de los ingresos medios” —un punto en el que se traban muchos países que son capaces de crecer rápidamente de pobres a una medianidad pero de allí no pueden pasar al desarrollo pleno por no poder realizar las reformas que son necesarias para dicho desarrollo: el establecimiento del imperio de la ley, protección efectiva a los derechos de propiedad físicos e intelectuales, un poder judicial independiente, y desarrollo educacional suficiente para aumentar la productividad de la economía. Una sociedad creativa, sostenible, no se puede establecer sin estos ingredientes.
El régimen político de China no le permite hacer estas reformas, que son el mínimo común denominador de todos los países desarrollados. Si no puede hacerlas, se va a quedar a medio camino, un gigante peligroso, como ha sido Rusia por tanto tiempo, pero con graves debilidades que le imposibilitan seguir creciendo económicamente y dominar al mundo.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 16 de diciembre de 2021.