Chile: El asalto al modelo
Mauricio Rojas considera que con su propuesta de reforma tributaria la nueva presidenta Michelle Bachelet "da inicio a la destrucción de los fundamentos de una época de notable crecimiento y progreso en Chile. Lo hace, además, con todo el desparpajo característico de la demagogia populista, alegando que sólo los ricos pagarán, como si un asalto semejante a los inversores no fuese a deteriorar la creación de empleo y, con ello, el desarrollo de los salarios reales y la lucha contra la pobreza y la desigualdad".
Por Mauricio Rojas
Hace algunos días The Wall Street Journal (4 de mayo de 2014) publicó un artículo titulado “Atentado contra el milagro chileno”. Su tema era la drástica reforma tributaria propuesta por la nueva presidenta, Michelle Bachelet, que puede llegar a elevar la tributación de las empresas del 20 al 35%. Ello, combinando el efecto de un alza del impuesto a la ganancia del 20 al 25% y la eliminación de la franquicia tributaria referente a las ganancias reinvertidas. Así, Chile se mueve a contracorriente en un mundo donde la tendencia, especialmente en economías pequeñas y abiertas, es bajar los impuestos para atraer la inversión.
De esta manera, la presidenta socialista da inicio a la destrucción de los fundamentos de una época de notable crecimiento y progreso en Chile. Lo hace, además, con todo el desparpajo característico de la demagogia populista, alegando que sólo los ricos pagarán, como si un asalto semejante a los inversores no fuese a deteriorar la creación de empleo y, con ello, el desarrollo de los salarios reales y la lucha contra la pobreza y la desigualdad.
Pero aún más grave que este descriterio económico es el propósito del mismo, que no es otro que promover una reforma educacional cuyo norte es la estatización creciente de la educación chilena. Dentro de pocos días se presentará al parlamento el proyecto prohibiendo el lucro, es decir, el emprendimiento, en la educación que recibe algún tipo de aporte estatal. Este es un ataque directo a aquella multitud de escuelas concertadas de todo nivel donde hoy se educa en torno la mitad de los niños chilenos. De esta manera, el socialismo pretende lo que siempre ha pretendido por doquier: apoderarse de la formación de las nuevas generaciones para hacerlas a su imagen y semejanza. Que con ello se pueda destruir aquel sistema educacional que, con todas sus deficiencias, es el mejor de América Latina según las mediciones de PISA parece importarle poco a la actual presidenta.
Y por si esto fuera poco, el socialismo chileno se ha lanzado a destruir las bases mismas de una sociedad liberal proponiendo un sistema de cuotas o “discriminación positiva” en la educación y la política —y luego vendrá toda otra actividad— que pondrá a Chile en la senda de una sociedad donde los individuos no son juzgados de acuerdo a su mérito sino por su pertenencia a un grupo determinado.
Malos tiempos para Chile, pero nada nuevo bajo el sol. El socialismo no defrauda, lo que sí defrauda son los pueblos que se dejan embaucar por su demagogia y lo eligen.
Este artículo fue publicado originalmente en FAES (España) el 9 de mayo de 2014.