¿Chile contra el neoliberalismo?
Por Ángel Soto
Una jornada de tensión y violencia se vivió en Chile este pasado 29 de agosto. De madrugada se comenzó a sentir el llamado a la movilización social de organismos sindicales en contra del “neoliberalismo”. El resultado concluyó con detenidos y destrozos a la vía pública, ya que junto a los trabajadores que reclamaban por lo que consideran justo, el lumpen de siempre irrumpió en las calles y desbordó el orden público. En tanto muchos tuvieron que retirarse temprano de sus trabajos —por seguridad— mientras los vándalos hicieron de las suyas. Una sensación de inseguridad inundó al país.
¿Protestaban contra el “neoliberalismo”? No es fácil contestar la pregunta. Lo que sí, dejó en evidencia las contradicciones de una sociedad —como la chilena— que funciona en base al modelo de libre mercado, pero cuyo convencimiento respecto de las bondades esta sólo en un sector de elite.
También demostró la deslealtad del Partido Socialista —tienda en la cual milita la propia Presidenta Bachellet— el cuál apoyo el llamado a protestar, mientras uno de sus ministros, José Antonio Viera-Gallo, llamado hace unos meses al gabinete en medio de una crisis precisamente para darle un aire de respiro al gobierno, hizo declaraciones contra el “modelo neoliberal”, dejando en evidencia que si bien no les convence a un sector de la Concertación, es lo que les permite gobernar. Preocupante situación, pues al mismo tiempo este secretario de estado aloja en su casa al Secretario general de la OEA y pre-candidato presidencial José Miguel Inzulza.
Muchos ahora entendemos porqué el actual gobierno es temeroso de continuar el camino adoptado por Chile hace unas décadas, porqué crecemos lentamente mientras muchos reclaman más acciones, porqué las autoridades “atornillan al revés”. No es un problema de capacidad, es de convencimiento. La semilla estatista y redistribuicionista del pasado parece que estuvo dormida y ahora comienza a despertar. Esa es la primera lección que sacamos de esta jornada.
La segunda es que —tal como afirmara Enrique Mac Iver en 1900— los chilenos “parece que no somos felices, se nota un malestar… de todo el país”, que al igual que a comienzos del siglo XX produce intranquilidad. ¿Qué le está pasando a la sociedad de este país? Hay en el ambiente una crispación de los ánimos. Cuestión que se nota no sólo en la violencia física con que actuaron los vándalos, sino en la violencia verbal, la intolerancia, con que actúan los políticos, los jóvenes, las barras de fútbol, la televisión.
Algo está cambiando en la sociedad chilena. De ese país de construcción de consensos, estamos transitando a uno de rupturas. Alguien dirá que es sinónimo de madurez, tal vez, pero lo concreto es que somos más violentos e intolerantes, y no creo que el culpable sea el “modelo neoliberal”.
Los niños de 12 a 15 años que fueron detenidos no protestaban contra la apertura exterior ni la libertad de precios, muchos menos contra la propiedad privada ni el emprendimiento, condiciones básicas de un modelo de sociedad libre. Tampoco lo hacen las barras de fútbol ni los jóvenes que golpean descontroladamente a otro.
Es simplista culpar al “modelo” de los males, pero sí hemos de reconocer que es efectivo. La retórica populista y demagógica —al mejor estilo latinoamericano— también está presente en Chile, y no cabe duda que ésta será la primera de una serie de manifestaciones que vendrán en el mediano y corto plazo. ¿Nos comenzamos a contagiar del barrio? El tiempo lo dirá. Lo que es claro, es que no somos ni tan invulnerables, ni tan ejemplares como muchos quisieran vernos.
Este artículo fue publicado originalmente en InfoLatam (España) el 29 de agosto de 2007.