Centros del Progreso, Parte 11: Bagdad (astronomía)
Chelsea Follett destaca la importancia de Bagdad en la Era Abasida, ciudad que llegó a ser la capital intelectual del mundo musulmán y una de las más importantes del mundo, contribuyendo grandes avances en las matemáticas y, particularmente, la astronomía.
Por Chelsea Follett
Hoy presentamos la edición No. 11 de una serie de artículos publicados por HumanProgress.org llamada “Centros de Progreso”. ¿Dónde sucede el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Esta columna proveerá una breve introducción a los centros urbanos que fueron los sitios de grandes avances en la cultura, la economía, la política, la tecnología, etc.
Nuestro onceavo Centro del Progreso es Bagdad en el siglo 9 EC, durante el califato Abasida a principios de la llamada Era de Oro del Islam. Bagdad rápidamente se convirtió en una de las ciudades más importantes del mundo y fue uno de los principales centros de aprendizaje presenciando grandes avances en matemáticas y, más notablemente, astronomía. Como la capital intelectual del mundo musulmán, que iba desde España hasta China, Bagdad atraía académicos de muchas ubicaciones distintas. Mientras que la fe predominante era el Islam, la ciudad se convirtió en un centro de mezcla de muchas otras religiones y culturas. Durante un tiempo, Bagdad tuvo una sociedad relativamente abierta y tolerante que permitió que la ciudad florezca. La Casa de la Sabiduría era una biblioteca establecida en el Bagdad de la Era Abasida que pronto se convirtió en uno de los centros intelectuales más grandiosos de la historia. Era un centro de traducciones, intercambios filosóficos, e innovación.
Hoy, Bagdad sirve como la capital de Irak, y algunos estiman que es la tercera ciudad más grande del Mundo Árabe según su población, después de Cairo y Riyadh. Trágicamente, la ciudad ha sufrido muchas muertes, daños a su infraestructura y una pérdida irreparable de artefactos históricos debido a los recientes conflictos y la inestabilidad. Se encuentra entre las ciudades más peligrosas del mundo, y viajar allí no se recomienda debido a los riesgos de terrorismo y conflicto armado que plagan la zona.
Hoy Bagdad está tan lejos como uno pueda imaginarse que era la ciudad durante su era de oro cuando el centro urbano era el faro de la paz, la tolerancia y la academia. Las tasas de alfabetización en la ciudad podrían haber sido superiores que en muchas otras ciudades europeas en ese entonces. Una pequeña aldea entre varias a lo largo del Río Tigris primero tuvo el nombre pre-musulmán de Bagdad. La fuente de agua abundante ha mantenido los asentamientos humanos en la zona durante milenios. En el siglo 8, la dinastía Abasida (la segunda dinastía musulmana) fundó su capital en la ubicación propicia junto al río donde se encontraba el asentamiento pre-existente de Bagdad. Mientras que el significado de “Bagdad” es algo discutido, muchos académicos piensan que significa “Dado por Dios”, y que es de origen persa. Durante la era Abasida, el nombre oficial de Bagdad era “Ciudad de Paz”, o Madinat as-Salam.
El primer califa Abasida, o gobernador, Al-Mansur, llamó a los ingenieros, arquitectos, agrimensores y artistas de muchos países para construir la ciudad a lo largo de cuatro años (764-768 EC). La construcción de la ciudad empezó en julio, como lo demandó la corte Abasida de astrólogos. Esos astrólogos creían que empezar la construcción bajo el signo astrológico griego de Leo, el león, aseguraría el éxito de la ciudad.
Mientras que el origen de la ciudad puede que haya sido dictado por la astrología, una pseudo-ciencia, no siempre había una distinción clara entre astrólogos y astrónomos. La gente que creía que el cielo de la noche podía predecir los destinos humanos tenían mucho interés en predecir de manera precisa los movimientos de las estrellas. De manera que los astrólogos estudiaban astronomía legítima, y muchas personas consideraban que la astrología era una rama de la astronomía durante siglos.
Si hubiese podido visitar Bagdad durante su era de oro, hubiese entrada en un centro ajetreado de comercio y academia lleno de personas de diferentes culturas que hablaban varios idiomas. Muchos residentes de la ciudad hubiesen usado sandalias y vestimentas lujosas combinando elementos árabes, iraníes-turcos, y los estilos mediterráneos helenísticos de vestir. En el centro de la organización circular de la ciudad, definida por arcos redondeados y paredes curvas, se alzaban las cúpulas del Palacio del Arco Dorado del califato y la principal mezquita de la ciudad. El autor del siglo 9 Al-Jahiz escribió, “He visto las grandes ciudades, incluyendo aquellas conocidas por sus construcciones durables. He visto ciudades en los distritos de Siria, en territorio bizantino, y en otras provincias, pero nunca he visto una ciudad de mayor altura, más perfectamente circular, más dotada de méritos superiores o que poseyera entradas más amplias o defensas más perfectas que [Bagdad]”.
Bagdad estaba inmersa en el comercio. Al lado de las cuatro vías principales de la ciudad, posicionados como los brotes de una llana dentro del diseño circular de la ciudad, se encontraban abovedadas las galerías en las que los comerciantes realizaban sus comercios. En el caos apretado de los famosos bazares de la ciudad, hubiese encontrado productos de alrededor del mundo, entregados por caravanas de camellos que viajaban a través de la Gran Vía Khurasan hacia la ciudad o llegando mediante la ruta comercial del Río Tigris. Hubiera visto seda y cerámicas finas de China, elefantes y especias de la India, así como también rubíes y otras piedras preciosas de Sri Lanka, y delicias locales como judhaba (los residentes de Bagdad en la Edad Medieval eran apasionados acerca de su comida, organizando los líderes de la ciudad competencias de cocina). También hubiese visto el espeluznante espectáculo de personas a la venta —Bagdad practicó la esclavitud así como lo hacían todas las principales sociedades de la época.
En los bazares, también hubiese encontrado a astrólogos ofreciendo sus servicios y muchos objetos a la venta decorados con representaciones artísticas de los planetas y de las constelaciones griegas del zodiaco. Pero había más de que la conexión de la ciudad con el cielo de la noche que un entusiasmo popular con la astrología.
En la Casa de la Sabiduría o Gran Biblioteca de Bagdad, hubiese visto a astrónomos concentrados en su trabajo, cuando una posición destacada junto a otros académicos. Sumar algo a la colección de libros y manuscritos de la biblioteca de la ciudad se volvió una acción de orgullo para los gobernantes de la ciudad. Para el siglo 9 EC, la ciudad contenía una inmensa amalgama de escritos compuestos en persa, sirio, sánscrito, griego y otros lenguajes y producido traducciones árabes de esos trabajos. El esfuerzo a gran escala de traducción de los académicos de Bagdad llegó a ser conocido como “El movimiento de la traducción”, algunas veces llamado el movimiento greco-árabe de traducción debido a su énfasis en traducir la sabiduría griega.
El Califa Al-Ma’mun, que reinó desde 813 EC hasta 833 EC, supuestamente pagaron a un traductor particularmente aclamado, Hunayn ibn Ishaq (809-873 EC), el peso en oro de cada libro que tradujo. Él sentía que la sabiduría valía, casi literalmente, su peso en oro. Ishaq, apodado “el Sheik de los traductores” (sheik siendo un título para príncipes o gobernadores), se volvió el traductor más prolífico de los textos griegos acerca de medicina y ciencias. Él era un cristiano, y su habilidad de lograr una alta posición social a pesar de ser parte de un grupo religioso minoritario muestra el cosmopolitismo y la tolerancia de su era. Su hijo, Ishaq ibn Hunayn (alrededor de 830-910 EC), continuó la tradición familiar traduciendo al árabe los Elementos de Euclides y Almagest de Ptolomeo. Los líderes de la ciudad desde hace mucho habían admirado a Euclides, y el diseño circular de Bagdad puede ser un honor a las enseñanzas geométricas de de Euclides.
El Almagest fue el principal trabajo importante de astronomía. Después de la traducción de Ptolomeo al árabe, los astrónomos de Bagdad decidieron corregir varios de los cálculos de Ptolomeo acerca de los movimientos de los planetas. También perfeccionaron el astrolabio, una importante herramienta no solo de astronomía sino de navegación. Además, desarrollaron la trigonometría esférica y el álgebra, dos formas de matemáticas esenciales para calcular los movimientos de las estrellas con precisión.
Muhammad ibn Musa Al-Khwarizmi, un persa polímata, astrólogo y astrónomo designado para liderar la Casa de la Sabiduría en 820 EC, inventó el cuadrante. Ese instrumento toma medidas angulares de la altitud utilizadas en la astronomía y la navegación. En 828 EC, el Califa Al-Ma’mun ordenó construir el primer observatorio astronómico en el mundo islámico, dentro de la Casa de la Sabiduría. El historiador y científico Abul Hasan Al-Masudi, algunas veces llamado “Heródoto de los Árabes”, quien nació cerca del fin del siglo 9 EC y trabajó en el siglo 10 EC, puede que haya inventado un precursor del telescopio.
La apertura de la ciudad al conocimiento y a académicos de tierras extranjeras y con diversos trasfondos permitió a Bagdad construir sobre el trabajo de otros y producir trabajos académicos originales. Un académico de la Casa de Sabiduría, Abu Yusuf Ya’qub ibn Ishaq Al-Kindi (alrededor de 800-873 EC), cuyo trabajo abarcaba campos tan variados como la astronomía, la química, las matemáticas, la medicina, la metafísica, y la música, ejemplificaba la visión de mundo abierta y tolerante que le permitió a Bagdad florecer. “Deberíamos no avergonzarnos de apreciar la verdad y de adquirirla de donde sea que provenga”, Al-Kindi escribió, “incluso si proviene de razas distantes y naciones distintas de nosotros. Para el buscador de la verdad, nada toma precedencia por sobre la verdad, y no hay denigración de la verdad, ni un menosprecio ya sea de quien dice la verdad o de quien la transmite”.
En esa era, tales sentimientos de mente amplia eran una rareza en la mayoría de los lugares de la tierra. Sin embargo, eran comunes entre las elites de Bagdad. Al-Kindi fue designado por Califa Al-Ma’mun para servir como el tutor del hermano del califa, su eventual sucesor, el Califa Al-Mu’tasim, quien gobernó entre 833-842 EC. Ese califa, en cambio, designó a Al-Kindi como tutor del hijo del anterior califa.
La interpretación predominante del Islam fomentaba la filosofía y la exploración científica. Varios hadices citados frecuentemente, o dichos atribuidos al profeta Mahoma, instruían a los musulmanes fieles a “buscar el conocimiento”. Aquellos incluían un llamamiento a “buscar conocimiento, incluso de la China”. Aquellos dichos representaban la actitud que tenían muchos de los académicos de Bagdad, algunos de los cuales incluso sentían que era una orden religiosa buscar el conocimiento. Los académicos de Bagdad también creían firmemente en la razón humana y la existencia de fuentes de sabiduría independientes de la revelación divina.
Desafortunadamente, también habían fuerzas religiosas más conservadoras que veían cualquier cosa extranjera, incluyendo la filosofía y la sabiduría científica, como una amenaza a la sociedad musulmana. La facción conservadora también consideraba la idea de elevar la razón humana al status de una fuente de conocimiento, en lugar de depender exclusivamente de las enseñanzas religiosas para el conocimiento, como algo blasfemo. Eventualmente, el triunfo de los opositores de la razón y de la interpretación xenófoba del Islam y la subsiguiente persecución de los académicos musulmanes liberales ayudó a traer la Era de Oro Islámica a su fin.
La última caída de Bagdad llegó en la forma de una conquista. Se dice que el Río Tigris “era negro de tinta” luego de la invasión mongólica en 1258 EC, liderada por Hulagu Khan, nieto de Gengis Khan. Los mongólicos demolieron la Casa de la Sabiduría y supuestamente lanzaron sus libros al río. Tristemente, miles de libros que Bagdad coleccionó y produjo se perdieron o fueron destruidos.
Pero durante un tiempo, mientras que se estancó la escena científica de Europa en medio de la llamada época del Oscurantismo en el continente, los académicos de Bagdad realizaron grandes avances para llevar más allá la comprensión humana del cosmos. Los avances en astronomía durante el posterior Renacimiento europeo se basaron en gran medida en traducciones de obras árabes. Hasta el día de hoy, el campo de la astronomía tiene una enorme deuda con los académicos de la era Abasida en Bagdad. Muchas estrellas mantienen los nombres árabes asignados a ellas durante la Era de Oro Islámica, como Altair y Betelgeuse. Los astrónomos de hoy todavía utilizan palabras árabes para términos astronómicos comunes tales como cenit, acimut, y nadir.
Bagdad durante el siglo 9 EC es tal vez mejor conocida como el escenario de muchas de las historias contenidas en Las mil y una noches, mejor conocidas como las Noches Árabes, las cuales fueron inicialmente compiladas durante la Era de Oro Islámica. Ese compendio de historias incluye muchas fábulas bien conocidas, como aquellas de Aladino el ladrón y Sinbad el marino. Las historias han creado la imagen de una Bagdad en la imaginación popular como un lugar de maravillas y aventuras. Pero en realidad, la ciudad también fue el lugar de serios trabajos académicos.
Por avanzar de manera importante el campo de la astronomía y por contribuir a la academia en varias otras áreas como matemáticas, Bagdad en la era de la dinastía Abasida merece su lugar como nuestro Centro del Progreso No. 11. Mediante la apertura al intercambio intelectual a través de las fronteras, así como también las investigaciones académicas originales, la Casa de la Sabiduría y la más amplia comunidad académica de Bagdad realizaron grandes avances que fueron claves para muchos desarrollos posteriores en el estudio de la astronomía. En un momento en que Europa estaba inmersa en un estupor conocido como el Oscurantismo, Bagdad tenía sus ojos fijados en las estrellas.
Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 11 de septiembre de 2020.