Centros de Progreso, Parte 25: Chicago (ferrocarril)

Chelsea Follett destaca la importancia de Chicago durante la Era del Vapor, ciudad que jugó un papel central en la popularización del transporte ferroviario.

Por Chelsea Follett

Hoy presentamos la vigésima quinta entrega de la serie de artículos publicados por HumanProgress.org llamada Centros de Progreso. ¿Dónde ocurre el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Esta serie de artículos brindará una breve introducción a los centros urbanos que fueron los sitios de grandes avances en la cultura, economía, política, tecnología, etc.

Nuestro vigésimo quinto “Centro de Progreso” es Chicago durante la Era del Vapor. Chicago desempeñó un papel central en la popularización del transporte ferroviario y es el centro ferroviario más importante de América del Norte en la actualidad. 

Con alrededor de 2,7 millones de habitantes, Chicago es la tercera ciudad más poblada de EE.UU. Es un importante centro de comercio, con una economía diversa. Como ciudad que erigió el primer rascacielos moderno en 1885, Chicago es conocida por sus distintivos edificios y otras contribuciones a la arquitectura. Por ejemplo, la llamada Ciudad de los Vientos alberga la Torre Willis de 1450 pies de altura, anteriormente llamada Torre Sears. Esa estructura fue el edificio más alto del mundo durante casi un cuarto de siglo. Todavía es el tercer edificio más alto de EE.UU., y su plataforma de observación ahora sirve como atracción turística. 

La ciudad también es famosa por su música, comida (como la pizza “deep-dish”, característica de la ciudad), escena artística, deportes (particularmente el famoso equipo de béisbol Chicago Cubs) y universidades de investigación. Estos incluyen la Universidad Northwestern y la Universidad de Chicago. Esta última le dio al mundo la influyente Escuela de Economía de Chicago. Esta ciudad es un crisol cultural con grandes poblaciones de italianos, polacos e irlandeses-estadounidenses, entre otros. Cada año, durante la celebración del Día de San Patricio, que honra al santo patrón de Irlanda, el río Chicago que atraviesa la ciudad se tiñe de verde. 

Incluso dejando a un lado los ferrocarriles, Chicago es un importante centro de transporte. El Aeropuerto Internacional O’Hare de la ciudad se ubica como el sexto más transitado del mundo y el tercero más transitado del país. El área que rodea a Chicago tiene la mayor cantidad de carreteras federales en EE.UU.

El sitio donde ahora se encuentra Chicago fue habitado en sus inicios por varias tribus nativas. La atractiva ubicación de Chicago entre los Grandes Lagos y las vías fluviales navegables del río Mississippi la convirtió en un centro de transporte incluso en ese entonces. Los primeros pobladores no nativos de la zona hablaban francés. El nombre “Chicago” proviene de la pronunciación francesa de una palabra utilizada por los indígenas locales para una especie de ajo silvestre que crecía abundantemente en la zona (De hecho, la verdura todavía abunda y se puede encontrar en muchos platos de restaurantes de Chicago y tiendas comestibles artesanales). 

El primer habitante no indígena de Chicago fue Jean Baptiste Point du Sable (antes de 1750-1818), un hombre de la frontera de ascendencia africana que se casó con una mujer nativa y se estableció en la zona. Se ganaba la vida como comerciante y es ampliamente considerado como el “fundador de Chicago”. El negocio de Point du Sable floreció y lo convirtió en un hombre rico. El pequeño asentamiento que comenzó en la desembocadura del río Chicago algún día ayudaría a enriquecer a la humanidad. 

Chicago fue rural al principio. La ciudad se incorporó oficialmente en 1833 con una población modesta de solo 350 residentes. Sin embargo, el asentamiento estaba rodeado de ricas tierras de cultivo y bien situado para transportar alimentos en barco por toda la región de los Grandes Lagos. Ya en la década de 1830, los empresarios vieron el potencial de Chicago como centro de transporte y comenzaron a comprar terrenos en medio de una ráfaga de especulación. Para 1840, la pequeña “ciudad en auge” contaba con 4.000 habitantes. Hacia 1850 contaba con 30.000 habitantes. 

Entonces empezaron a llegar los trenes y la ciudad nunca volvió a ser la misma. El ferrocarril inaugural de Chicago fue Galena and Chicago Union. Dio la bienvenida a su primera locomotora, “The Pioneer”, el 10 de octubre de 1848. Casi de la noche a la mañana, la ciudad se convirtió en un importante centro comercial. En 1852, un habitante de Chicago preguntó: ¿puede sorprendernos que nuestra ciudad duplique su población en tres años; que los hombres que comerciaban en pequeñas viviendas de siete por nueve ahora encuentran espléndidas tiendas de ladrillo o mármol apenas lo suficientemente grandes para acomodar a sus clientes?”

Un asombrado visitante británico de Chicago durante la década de 1850 escribió: “el crecimiento de esta ciudad es una de las cosas más asombrosas en la historia de la civilización moderna”. Se refirió a Chicago como “la ciudad del rayo”. A partir de 1857, los rieles de acero duraderos –que siguen siendo el estándar en todo el mundo– reemplazaron a los rieles de hierro fundido. Esa innovación permitió que los trenes se movieran el doble de rápido que antes, mejorando en gran medida la utilidad de los trenes e impulsando aún más el transporte a vapor

El rápido crecimiento de la población de Chicago trajo nuevos desafíos de salud pública. Un sistema de drenaje de desechos insuficiente permitió que los patógenos infectaran el suministro de agua y provocara brotes de enfermedades como la fiebre, la tifoidea y la disentería. Un ataque de cólera en 1854 mató al 6% de la población de la ciudad. Reconociendo el problema, los dueños de propiedades privadas y los líderes de la ciudad cooperaron para mejorar el sistema de drenaje de la ciudad a finales de los años 1850 y 1860. Para hacer espacio para nuevas alcantarillas, levantaron la ciudad catorce pies en una hazaña hercúlea de ingeniería. El “Levantamiento de Chicago”, como se conoció el esfuerzo, se logró poco a poco levantando los enormes edificios de ladrillo, las calles y las aceras de la ciudad con grandes tornillos niveladores operados por cientos de hombres. Si eso es difícil de imaginar, aquí hay una imagen. Fue quizás el evento más sorprendente del movimiento de saneamiento moderno, tanto que el economista ganador del Premio Nobel, Angus Deaton, le atribuye en parte el dramático aumento en la esperanza de vida humana. 

Para 1870, la población de Chicago había llegado a casi 300.000 almas. Entonces ocurrió la tragedia. En una serie de días secos de octubre de 1871, un incendio arrasó con Chicago. Las llamas se cobraron unas 300 vidas, destruyeron alrededor de 17.500 edificios y dejaron a más de 100.000 habitantes de Chicago (es decir, más de un tercio de la población de la ciudad) sin hogar. Según la leyenda, el Gran Incendio de Chicago fue provocado por una linterna golpeada por una vaca perteneciente a Catherine O'Leary (1827–1895), una inmigrante irlandesa. El verdadero origen del fuego sigue siendo un misterio. Pero la historia de “la vaca de la Sra. O'Leary” ha entrado en la cultura popular, apareciendo en numerosas canciones y películas. Lamentablemente, la historia fue alimentada por un sentimiento anti-irlandés. El ayuntamiento de Chicago exoneró oficialmente a la familia O'Leary y a la infame vaca en 1997, para alivio de los tataranietos de la Sra. O'Leary.

Chicago resurgió de las cenizas como un mítico fénix para hacer sus mayores contribuciones al progreso humano. Después del Gran Incendio de Chicago, la ciudad se reconstruyó en torno a la industria ferroviaria. La ubicación central de Chicago ayudó a la ciudad a contribuir al ascenso meteórico del transporte comercial basado en trenes. Reconociendo la ubicación privilegiada de Chicago, la mayoría de las empresas ferroviarias que construyen hacia el oeste eligieron la ciudad para su sede. La ciudad también se convirtió así en un importante centro de fabricación de equipos ferroviarios. 

El rugido de los trenes de pasajeros y de carga pronto llenó el aire alrededor de las seis bulliciosas terminales interurbanas de la ciudad. También aparecieron los trenes municipales y regionales que redefinieron el transporte intraurbano. La “Union Station” de Chicago todavía luce como lo hizo durante la Edad de Oro del ferrocarril y es hoy la tercera estación de tren más concurrida de EE.UU.

Investigaciones recientes sugieren que el desarrollo de un sistema de transporte a nivel nacional, en particular los ferrocarriles, ayudó a EE.UU. a urbanizarse e industrializarse en el siglo XIX. La “revolución del transporte” facilitó que los trabajadores rurales se trasladaran a lugares urbanos y comenzaran a trabajar en manufacturas. Los trenes también permiten que las mercancías fluyan rápidamente por todo el país, lo que permite una mayor especialización económica regional. A medida que la región del noreste del país se industrializaba, el medio oeste se ganó el apodo de “granero de EE.UU.” al producir trigo para sustentar a la creciente población del país. 

Trenes de carga cargados con mercancías de otras ciudades llegaron a los patios centrales de Chicago. Allí, los trabajadores clasificaron la mercancía. Luego transfirieron las llegadas a patios de clasificación masivos en las afueras de la ciudad. 

A medida que Chicago prosperaba, la ciudad se convirtió en un centro de cultura e innovación, con contribuciones particularmente notables a la tecnología del transporte. Como anfitrión de la Feria Mundial de Chicago de 1893, Chicago le dio a la humanidad varios inventos nuevos. Estos incluían la rueda de la fortuna (también llamada rueda de Chicago), la pasarela móvil y el primer tercer riel

Para 1900, Chicago era la quinta ciudad más poblada del mundo y la segunda más poblada de EE.UU., después de Nueva York. Si pudieras visitar Chicago durante la era del vapor, entrarías en una ciudad repleta de peatones, carros tirados por caballos, tranvías y, por supuesto, trenes. Alrededor de dos mil trenes, incluidos trenes de carga, llegaban y salían de la ciudad cada día. El transporte ferroviario había recorrido un largo camino desde los días en que la gente dudaba de que las locomotoras de vapor pudieran competir con los caballos.

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 2 de abril de 2021.