Centros de Progreso, Parte 14: Ciudad de Benín (Seguridad)
Chelsea Follett destaca la importancia de la Ciudad de Benín como un Centro de Progreso debido a su impresionante red de muros, los cuales protegieron a la ciudad de ataques durante siglos.
Por Chelsea Follett
Hoy marca la treceava parte en una serie de artículos publicados por HumanProgress.org denominada Centros del Progreso. ¿Dónde sucede el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Estos artículos proveerán una breve introducción a los centros que fueron el lugar de grandes avances en la cultura, la economía, la política, la tecnología, etc.
Nuestro catorceavo Centro de Progreso es la Ciudad de Benín, cuyos muros alguna vez fueron posiblemente la estructura más grande alguna vez construida por los hombres en el planeta. La red de muros de la Ciudad de Benín era colectivamente cuatro veces más larga que la Gran Muralla China y consumía alrededor de cien veces más materiales para se construida que la Gran Pirámide de Giza en Egipto, según algunos cálculos. La Ciudad de Benín era la capital del Imperio de Benín (1180-1897 EC), que estaba entre los estados más desarrollados en África Sub-Sahariana antes del periodo colonial europeo. La Ciudad de Benín también era conocida por sus obras de arte en bronce y un alto grado de orden público en sus mejores días. La prosperidad requiere de seguridad física ante la violencia y de la protección de la propiedad del robo o la conquista, y la escala sin precedente de los muros de la Ciudad de Benín constituían un logro significativo en seguridad.
Mientras que los Muros de la Ciudad de Benín eventualmente cayeron debido a un ataque militar, la estructura sin precedente exitosamente protegió las vidas y la propiedad de aquellos que vivían dentro de la ciudad durante siglos.
Hoy, la Ciudad de Benín es la capital y la ciudad más poblado del estado de Edo en el sur de Nigeria, alrededor de 200 millas al este del centro económico y cultural de Lagos. La Ciudad de Benín no debe confundirse con el país de Benín, vecino de Nigeria hacia Occidente. Un importante centro urbano en la costa Oeste de África, la Ciudad de Benín es el hogar de más de 12 millones de personas. Las industrias locales importantes incluyen el caucho y la producción de petróleo. La Ciudad de Benín es conocida por sus festivales, cultura de vestidos elaborados y por ser el sitio del palacio real de una de las monarquías más antiguas del mundo—aunque hoy, la monarquía es en gran medida ceremonial. El actual Oba, o gobernador tradicional, del pueblo local, fue coronado en 2016 y es considerado el Oda No. 40 de Benín. Su palacio ha sido designado un Sitio Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El Imperio de Benín, también algunas veces conocido como el Reino de Edo, surgió en algún momento alrededor del siglo 10 EC cuando el pueblo Edo se asentó por primera vez en el bosque lluvioso en África Occidental. El año tradicional para el inicio del imperio se considera que es 1180 EC. Para el siglo 15 EC, el Imperio de Benín era un poder regional establecido.
El imperio de volvió más rico mediante la conquista de territorios vecinos y mediante el comercio boyante con los europeos —inicialmente los portugueses y luego los británicos. La palabra “Benín” proviene de unos comerciantes portugueses que escucharon mal una palabra en el lenguaje africano-occidental Yoruba en el siglo 15 o 16 EC. La historia cuenta que durante una disputa de sucesión real, las presiones políticas condujeron a un (rey) Oda a renunciar a su cargo. Cuando el Oba renunció a su título, estando frustrado, públicamente denominó al reino al que el estaba entregando como la tierra de “Ibinu”, significando irritación o furia. En la forma de “Benín”, el nombre se quedó.
La capital del Imperio de Benín era la Ciudad de Benín. Si pudiese visitar la ciudad en su era de oro, en el siglo 17, usted vería a una ciudad tan ordenada que el robo era prácticamente impensable dentro de sus muros. Lourenco Pinto, el capitán de mar portugués en un barco de misiones, escribió en 1691 EC, “La Gran Benín [Ciudad de Benín], donde el rey vive, es más grande que Lisboa. Todas las calles siguen tan lejos hasta donde puede llevar la vista. Las casas son grandes, especialmente aquella del rey, que está lujosamente decorada y tiene columnas finas. La ciudad es rica y productiva. Está tan bien gobernada que el robo es desconocido, y las personas viven con tal seguridad que no tienen puertas para entrar a sus casas”.
La seguridad de la ciudad le permitió a los residentes ser altamente productivos. Pinto también escribió, “Los artesanos tienen sus lugares cuidadosamente asignados en los cuadrados que están divididos de tal manera que en un cuadrado conté en total ciento veinte talleres de orfebres, todos trabajando de manera continua”.
Aunque Pinto escribió “orfebres”, lo que vio eran casi seguramente trabajadores de bronce. La ciudad producía miles de placas y esculturas de bronce usando una técnica llamada fundición a la cera perdida. Las obras de artes históricas de la ciudad son ampliamente consideradas entre los mejores gravados usando esa técnica. Algunos de los bronces mostraban hazañas militares del periodo del siglo 16, cuando el Imperio de Benín se expandió rápidamente. Otros mostraban el comercio, la diplomacia, y la historia dinástica. Sin embargo, gran parte de las obras de arte eran simplemente retratos de la nobleza de Benín ataviada en elaboradas vestimentas ceremoniales.
La gente de la Ciudad de Benín también producía una gran cantidad de textiles, que jugaron un papel significativo en el comercio con los comerciantes europeos. Otros bienes de comercio producidos localmente incluían la pimienta, el aceite de palma, el marfil tallado, y las cuentas elaboradas de conchas de cauri y otros materiales. La gente de la Ciudad de Benín también vendían esclavos —muchas veces a los africanos vecinos capturados en las batallas— a los europeos. Dado que, angustiosamente, como casi todas las sociedades antiguas, el reino de Benín practicaba la esclavitud.
A pesar de sus logros de seguridad para defenderse en contra de las amenazas externas, una personas moderna no desearía vivir en la antigua Ciudad de Benín. Las personas de la Ciudad de Benín practicaban el ritual del sacrificio humano con varios justificativos, incluyendo el de honrar al dios del hierro y pedirle a los dioses un comercio rentable. Para fines del siglo 18 EC, tres o cuatro sacrificios humanos se daban al año en la boca del río de la Ciudad de Benín, se cree que para asegurar un buen comercio con los comerciantes europeos.
Entre las importaciones más importantes de la ciudad se encontraban los lingotes de latón y cobre de los europeos. El Imperio de Benín no producía suficiente metal localmente para cubrir la demanda de las prolíficas industrias de la Ciudad de Benín de grabados y esculturas. Muchas de las aclamadas obras de arte de bronce de la ciudad no hubiesen sido posibles sin los beneficios del comercio con el extranjero. Los portugueses muchas veces vendieron bronce y cobre a la gente de la Ciudad de Benín en la forma de brazaletes de bronce denominados “manillas”. Para el siglo 16 EC, las manillas y otros objetos de metal (como las ollas y sartenes) eran una moneda de comercio común utilizada por los europeos en África Occidental.
Conforme el comercio se volvió más sofisticado, las primeras fábricas o centros de producción local de productos como los textiles surgieron alrededor del principal río de la Ciudad de Benín. Siempre preocupado de la seguridad, el reino de Benín forjó varias alianzas para prevenir el robo por parte de piratas de los productos del comercio.
Dada la importancia del comercio para el éxito de la Ciudad de Benín, es adecuado que una de las figuras más queridas de la ciudad era una mujer de mercado. Su estatua ahora tiene un lugar destacado en la Ciudad de Benín. Emotan era una comerciante del siglo 15 EC quien, según la tradición oral, vendió sus productos en el punto donde ahora se encuentra su estatua. Ella fundó el primer centro de cuidados infantiles en la Ciudad de Benín, abriendo una enfermería para los niños de las familias que atendían el mercado de la Ciudad de Benín. Alguna vez le advirtió a un príncipe de Benín de un complot en contra de su vida y lo ayudó a recuperar el trono de su hermano. El nuevo rey luego la recompensó con una alta posición que tenía la responsabilidad de velar por la seguridad del mercado. Emotan es ahora admirada y endiosada como la “conciencia de la justicia”.
La riqueza de la ciudad creció gracias a sus pujantes mercados y al comercio internacional, también gracias el exitoso imperialismo de Benín. Conforme la ciudad se enriqueció, esa riqueza mejoró su infraestructura y la vida de muchas personas. “Las casas son construidas al lado de calles bien ordenadas, una al lado de la otra” señaló el escritor holandés del siglo 17 Olfert Dapper. “Escalones adornados con frontones y escalones y tejados elaborados de palmas u hojas de banano, u hojas de otros árboles…son…usualmente anchas con amplias galerías adentro, especialmente en el caso de las casas de la nobleza, y divididas en muchos cuartos que están separados por paredes hechas de barro rojo, muy bien levantadas”.
Dapper también notó que los residentes mantenían esas paredes “tan brillantes y lisas lavando y estregando tanto como se lo puede hacer con cualquier pared en Holanda con tiza, y estas quedan como un espejo. Los pisos altos están hechos del mismo tipo de barro. Además, cada casa tiene un pozo para la oferta de agua fresca”.
La Ciudad de Benín también estuvo notablemente entre los primeros centros urbanos en tener algo parecido al alumbrado público. Había grandes lámparas de metal que quemaban aceite de palma, a varios metros de altura, ubicadas alrededor de la ciudad.
La corte del rey era cuadrada y se encontraba a la derecha del ingreso de la ciudad, por la puerta principal. Un muro como aquel que rodeaba a la ciudad, rodeaba la corte. La corte contenía varios palacios, casas y departamentos para los cortesanos y se jactaba de hermosas galerías largas y cuadradas. Estas galerías “eran tan grandes como el Intercambio en Amsterdam”, según Dapper. La galería más grande contenía muchos de los famosos tallados de bronce de la ciudad. Las escenas talladas en las placas de bronce se encontraban respaldadas por pilares de madera alrededor de la galería.
Sin embargo, la red de muros de Benín hubiese sido la imagen más impactante. La dotación de carbono de los restos de los muros sugieren que el pueblo de Edo construyeron gradualmente los muros de la ciudad a lo largo de varios años. Gran parte de la construcción probablemente ocurrió entre 800 y 1500 EC.
“La red de muros de Benín”, escribió el autor y periodista inglés Fred Pearce, “se extiende en su conjunto por 16.000 kilómetros, en un mosaico de más de 500 límites de asentamientos interconectados. Estos cubren 6.500 kilómetros cuadrados y fueron todos excavados por el pueblo Edo. En total, estos son cuatro veces la Gran Muralla China, y consumieron 100 veces más material que la Gran Pirámide de Cheops. Estas requirieron aproximadamente 150 millones de horas de excavación para ser construidas, y son tal vez el fenómeno arqueológico más largo en el planeta”.
Los muros se extendían, en otras palabras, por alrededor de 10.000 millas y cubrían alrededor de 2.500 millas cuadradas. Ese número de millas cuadradas es comparable al área urbana de Los Ángeles-Riverside en California hoy. Desde que Pearce escribió esas palabras, la longitud oficial de la Gran Muralla de China, definida de tal manera que incluía varios muros limítrofes distintos construidos durante todas las dinastías de la historia china, ha sido actualizada hasta comprender alrededor de 13.000 millas. Sin embargo, esa cifra, calculada por la Administración Estatal de Patrimonio Cultural de China, ha sido denominada “engañosa”. Esta incluye muchos muros aislados y desconectados que defendían varios límites estatales dentro de China, no solo el famoso muro fronterizo del norte de China. Las estimaciones de la longitud del muro fronterizo del norte varían desde 1.500 hasta 5.000 millas, dependiendo exactamente de qué secciones del muro son contadas. De cualquier manera, los muros de la Ciudad de Benín ciertamente eran más largos que el famoso muro fronterizo del norte de China.
En ciertos lugares, las torres de los muros de la Ciudad de Benín alcanzaban los siete pisos de altura. Los muros también tenían casas de guardias, zanjas, fosas, y guarniciones para los guardias. Luego de cuidar la ciudad por siglos, los Muros de Benín cayeron ante las tropas británicas en 1897 durante una “expedición punitiva” motivada por la venganza británica debido a un anterior ataque militar por parte del Imperio de Benín. Sin embargo, las disputas comerciales también motivaron el ataque. Muchas de las obras de arte fueron capturadas en la batalla y están hoy mostradas en el Museo Británico y varios otros museos.
Luego de que cayeran sus muros, la Ciudad de Benín —y el Imperio de Benín— se volvió parte del Imperio Británico. La Ciudad de Benín luego se volvió parte de Nigeria en 1960.
Las protecciones en contra de aquellos que robarían o saquearían muchas veces han resultado indispensables para asegurar los derechos de propiedad. Mientras que los muros de la Ciudad de Benín eventualmente cayeron, durante siglos, la característica de una seguridad sin precedente protegió a la ciudad. Los seres humanos han creado muros y otras estructuras protectoras desde que dejaron de ser nómadas y optaron por los asentamientos agrícolas permanentes. Muchas de las comunidades estacionadas más antiguas adoptaron la forma de ciudades amuralladas —como nuestros primero Centro del Progreso, la Jericó de la era Neolítica. Sin embargo, los Muros de la Ciudad de Benín sobrepasaron a todos los demás por su mera envergadura. Por el significativo logro de seguridad gracias a sus muros que rompieron récords y se mantuvieron en pie por cientos de años, la Ciudad de Benín es nuestro catorceavo Centro de Progreso.
Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 21 de octubre de 2021.