Centros de Progreso, Parte 13: Florencia (arte)
Chelsea Follett resalta la importancia de Florencia como un centro urbano donde se dieron grandes avances en las artes, la banca y el comercio.
Por Chelsea Follett
Hoy presentamos la treceava edición de una serie de artículos publicados en HumanProgress.org denominada Centros de Progreso. ¿Dónde sucede el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Esta columna provee una introducción breve a los centros urbanos donde se dieron cruciales avances en la cultura, la economía, la política, la tecnología, etc.
Tal vez ninguna ciudad personifica de manera más perfecta la idea del progreso que la Florencia del Renacimiento. Conocida como “la Joya del Renacimiento Italiano”, y algunas veces, “la cuna del Renacimiento”, Florencia era el corazón de muchos desarrollos revolucionarios que podemos mencionar. La ciudad contribuyó a grandes avances en política, negocios, finanzas, ingeniería, ciencias, filosofía, arquitectura, y —sobre todo— logros artísticos. Florencia produjo proyectos históricos de arte a lo largo del Renacimiento Italiano (1330-1550 EC), particularmente durante el siglo 15 EC, la época de oro de la ciudad. Los contribuciones de diversa gama de los florentinos al progreso humano son todavía más impresionantes cuando se considera que una pandemia mató a la mitad de la población de la ciudad en el siglo 14 EC.
Hoy, Florencia es la ciudad capital de la región italiana de la Toscana. Dicha región, conocida por su belleza natural y arquitectónica, bien puede ser la región más frecuentemente fotografiada de Italia. Florencia también es la ciudad más poblada de la Toscana, con más de 300.000 habitantes y 1,5 millones de residentes incluyendo toda el área metropolitana. Con su larga historia e impresionantes paisajes, Florencia es un destino turístico popular y muchas veces obtiene un lugar en las listas de las ciudades más bellas del mundo. El Centro Histórico de Florencia ha sido designado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Florencia también es un centro importante para la industria italiana de moda.
Esto es apropiado dado que la historia del surgimiento de Florencia hacia su protagonismo empezó con los textiles. Más precisamente, con los textiles de lana. La Toscana tiene muchas ovejas y tierra de pasto, y durante siglos Florencia produjo lana localmente. Pero alrededor de 1280 EC, los florentinos empezaron a importar la lana de Inglaterra. La lana inglesa era de mayor calidad. El río de Florencia, el Arno, hacía posible limpiar grandes cantidades de lana importada.
Florencia gozaba de una ubicación central para el comercio entre el Este y Oeste. Algunos comerciantes florentinos se dieron cuenta de que su ciudad estaba perfectamente ubicada para combinar la lana de alta calidad de Inglaterra con los mejores tintes de Asia —resultando en textiles de lana singularmente lujosos. Los textiles de lana florentinos pronto estuvieron en alta demanda alrededor de Europa. Para el siglo 14, un tercio de la población de Florencia trabajaba en la industria de textiles de lana.
De tal manera que el comercio internacional colocó a Florencia en el camino hacia el éxito en los negocios de textiles. La boyante industria textil de la ciudad creó una clase de comerciantes grande y rica. Conforme los florentinos se enriquecieron, nuevas innovaciones de finanzas y banca aumentaron todavía más la prosperidad de la ciudad.
Conforme aumentaba la riqueza de Florencia, su gente necesitaba intercambiar cantidades cada vez mayores de florines (esto es, la moneda de la ciudad entre 1252-1533 EC). Entonces Florencia se convirtió en la primera ciudad en siglos que produjo monedas de oro. Los banqueros florentinos pronto se volvieron destacados expertos en la valoración de monedas, y el florín se convirtió en la moneda más confiable en Europa.
Además, Florencia se convirtió en la primera ciudad-estado cuyos banqueros cobraban intereses sobre sus préstamos. Históricamente, la mayoría de los banqueros alrededor de Europa no cobraban interés porque hacerlo era ampliamente considerado como un pecado llamado usura. Sin embargo, conceder préstamos sin cobrar interés es riesgoso y usualmente es algo que no genera ganancias. Como resultado de esto, durante muchos años, los judíos se encontraban entre los únicos europeos que podían entrar al negocio de prestar dinero sin terminar en la bancarrota. Pero los banqueros cristianos de Florencia encontraron un vacío legal con un poco de contabilidad creativa: ellos presentaban al interés como un regalo voluntario por parte de los prestatarios o como una compensación por el riesgo asumido por los prestamistas (Aquellos que no pagaban los cargos técnicamente voluntarios muchas veces eran puestos en una lista negra elaborada por los bancos de Florencia y luego no podían conseguir préstamos).
Cobrar intereses le permitió a los banqueros florentinos hacer que el crédito esté ampliamente disponible de una manera rentable y, por lo tanto, sostenible. No solo puso eso al alcance de muchos florentinos los préstamos, sino que los banqueros florentinos pronto se volvieron los prestamistas de dinero predilectos para los ricos y poderosos alrededor de Europa, incluyendo a la realeza y al Papa. Los servicios financieros de los banqueros también incluían facilitar el comercio proveyéndole a los comerciantes cartas de intercambio, las cuales les permitían pagar sus deudas mientras se encontraban en un pueblo distinto al de sus acreedores —un concepto familiar para cualquiera que alguna vez haya enviado por correo un cheque moderno. Los bancos de Florencia lograron abrir oficinas o sucursales en varias ciudades. Los banqueros florentinos también perfeccionaron la contabilidad por partida doble.
Mediante sus rentables industrias de comercio de textiles y la banca innovadora, Florencia rápidamente llegó a ser la ciudad más rica de Europa durante el Renacimiento. La riqueza mejoró las vidas de personas comunes y corrientes en toda la ciudad. Por ejemplo, Florencia fue la primera ciudad en Europa que pavimentó sus calles en 1339 EC. La riqueza de la ciudad derivó en algo más que mejorar las condiciones materiales —también produjo un cambio en la forma de pensar de la gente. El humanismo y el clasicismo se pusieron de moda. El humanismo era un movimiento intelectual que se enfocaba en los logros del ser humano y en el goce de los placeres de la vida, como los jardines bellos y el arte. El humanismo contrastaba de manera marcada con la anterior creencia en el ascetismo. La clase alta y media de Florencia se volvió cada vez más involucrada en actividades intelectuales, como el estudio de la historia y de los textos romanos clásicos, todo lo cual les permitió recuperar el conocimiento perdido en muchos campos. Es apropiado que el significado literal del Renacimiento es “volver a nacer”. Por ejemplo, mediante el estudio de los escritos romanos antiguos, el artista Raphael (1483-1520 EC) logró recrear un excepcional pigmento de pintura azul inventado por los egipcios antiguos.
Los florentinos consideraban que su ciudad era la “Nueva Roma”. Eso era en parte porque ellos recuperaron gran parte del conocimiento de los romanos antiguos, el cual había caído en desuso. Como los romanos antiguos, los florentinos renacentistas también sentían que su hogar representaba la ciudad-estado republicana ideal, garantizando la libertad individual y el derecho a la participación política a una porción de la población. Aunque, al igual que la Roma republicana, Florencia no era una verdadera democracia sino una oligarquía. La república también eran notoria por sus intrigas políticas.
El sistema relativamente inclusivo de Florencia, el apetito clasicista por el conocimiento, el entusiasmo humanista por la vida, y la libertad fortalecida por la creciente prosperidad todos se combinaron para dar lugar al ideal del “Hombre renacentista”. Muchos florentinos se esmeraban por obtener una amplia pericia en diversos campos como el arte, literatura, historia, filosofía, teología, ciencias naturales, y el derecho. El educador Pietro Paolo Vergerio (alrededor de 1369-1444 EC), que estudió en Florencia entre otras ciudades, escribió el tratado educativo más influyente de la época. Ese tratado, “Sobre los modales de un caballero y los estudios liberales”, publicado en 1402 EC o 1403 EC, ayudó a crear el concepto de una educación integral en las artes liberales.
Florencia fue la primera ciudad-estado en Italia en tener un lugar para el aprendizaje —la Universidad de Florencia— establecida en 1321 EC, luego trasladada cerca de Pisa en 1473 EC. El académico Giovanni Boccaccio, hoy mejor recordado como autor del Decameron (una colección de historias conocidas en conjunto como l’Umana comedia o “la Comedia Humana”), ayudó a hacer de la universidad una capital temprana del humanismo renacentista. Junto con el académico Francisco Petrarch (1304-1374 EC), a cuyo re-descubrimiento de las cartas de Cicerón algunas veces se le atribuye el haber iniciado el Renacimiento Italiano, Boccaccio popularizó escribir en lengua vernácula en lugar de hacerlo en Latín. El mejor poeta de Florencia, Dante Alighieri (alrededor de 1265-1321 EC), escribió su poema narrativo, la Divina comedia —que todavía es ampliamente considerado el trabajo literario más importante de Italia— en lengua vernácula. Esa obra fue tan popular a lo largo de Italia que ayudó a establecer el dialecto toscano local como la versión básica y estandarizada del italiano, reemplazando a otros dialectos regionales.
Mientras que eran educadas menos que los hombres, las mujeres de familias ricas durante el Renacimiento eran educadas en los clásicos y algunas veces en las artes. Un ejemplo notable fue el de Sofonisba Anguissola (alrededor de 1535-1625 EC), una mujer noble italiana que estudió pintura bajo el aclamado artista Michelangelo (1475-1564 EC). Aunque él pasó gran parte de su vida en Roma, Michelangelo se consideraba a sí mismo como un florentino (trabajó en Florencia durante su juventud). Anguissola obtuvo éxito profesional y se convirtió en pintora oficial en la corte del rey de España. Su éxito allanó el camino para que otras mujeres europeas opten por carreras artísticas serias.
El auge de Florencia no careció de dificultades. En los 1300s, la pandemia de la Plaga Bubónica azotó Italia. Para 1348, la pandemia había llegado al interior de Italia, incluso a Florencia, y esta plaga volvió a la ciudad de manera periódica. Se estima que la enfermedad mató a aproximadamente la mitad de la población de Florencia. Tal pérdida abundante de vidas creó una intensa disrupción económica y social. Incluso después de la tragedia, Florencia continuó innovando y creando. Para el siglo 15, la ciudad había entrado a su época de oro. Los ciudadanos destinaban sus fortunas hacia el patrocinio de las artes, y la Iglesia Católica también pagó por muchos proyectos artísticos. El Papa Julius II (1443-1513 EC), en particular, era conocido por su patrocinio de las artes. La familia banquera más rica de Florencia, los Medici, también se volvieron famosos por respaldar financieramente a los artistas del Renacimiento.
Florencia estaba llena de genios. Si pudiese dar un paseo por la ciudad en el siglo 15 EC, se hubiese podido topar con el polímata Leonardo Da Vinci (1452-1519 EC). Nacido y criado en Florencia, Da Vinci era el principal ejemplo del hombre renacentista, cuyos libros abarcaban temas desde la anatomía hasta la cartografía y desde la pintura hasta la paleontología. O podría conocer al artista mencionado anteriormente, Raphael, considerado como uno de los tres grandes maestros del Renacimiento, junto con Da Vinci y Michelangelo. Podría encontrarse con un joven Niccolò Machiavelli (1469-1527 EC), quien trabajó como un funcionario en la República Florentina, escribió el famoso tratado “El príncipe” y es muchas veces denominado como el padre de la filosofía política y las ciencias políticas modernas. Pudiese encontrar al explorador y comerciante Amerigo Vespucci (1454-1512 EC) de quien las Américas derivan su nombre. Podría pasar por el taller de arte dirigido por el artista y empresario Andrea del Verrocchio (1435-1488 EC), quien preparó a muchos de los mejores artistas de la ciudad, incluyendo a Da Vinci. El taller de Verrocchio también ayudó a cultivar una atmósfera de competencia en Florencia en torno al desarrollo de nuevas técnicas de arte. Podría cruzarse por el camino con Filippo Brunelleschi (1377-1446 EC), muchas veces denominado el primer ingeniero moderno y el padre de la arquitectura renacentista, quien diseñó la icónica catedral de Florencia. O, quizás se encontraría con Sandro Botticelli (alrededor de 1445-1510 EC), todavía otra leyenda artística de Florencia.
Mientras que el arte europeo se había degradado durante las Edades Oscura y Media hasta consistir de figuras sencillas caricaturescas, el Renacimiento no solo resucitó el estilo de escultura híper-realista y proporcional de los antiguos griegos y romanos sino que fue más allá desarrollando técnicas de pintura extraordinariamente sofisticadas.
Los artistas florentinos perfeccionaron la proporcionalidad y la perspectiva (acortar líneas para crear la ilusión de profundidad). Además, ellos desarrollaron las llamadas “cuatro técnicas” canónigas del Renacimiento Italiano: cangiante, chiaroscuro, sfumato y unione. Sfumato es una manera de nublar sutilmente los contornos para dar la ilusión de una tercera dimensión. Chiaroscuro es un método para contrastar la pintura clara y oscura para lograr una sensación de profundidad. Cangiante crea la ilusión de sombras utilizando una paleta limitada de colores, y unione es una técnica de transición de colores que produce efectos dramáticos. En pocas palabras, los procesos y técnicas de los artistas florentinos establecieron la base de la pintura occidental tradicional, con sus métodos que todavía se usan luego de cientos de años.
Los florentinos produjeron muchas de las pinturas y obras de arte más aclamadas en la historia. Estas incluyen el Nacimiento de Venus, Primavera y Venus y Marte de Botticelli; la escultura de David y las obras de arte en la Basílica de San Pedro y en la Capilla Sixtina como la Creación de Adán elaborada por Michelangelo; La Escuela de Atenas (mencionada en nuestra edición séptima de Centros de Progreso) realizada por Raphael; y La última cena y La Virgen de las piedras elaboradas por Da Vinci.
La Mona Lisa —un retrato de inicios del siglo 16 realizado por Da Vinci y el cual muestra a la esposa de un comerciante florentino— es hoy la pintura más visitada del mundo. Ubicada en el Museo del Louvre, atrae alrededor de 8 de los 10 millones de visitantes anuales del museo.
No todos estaban contentos con la prosperidad y las creaciones artísticas de Florencia. El progreso rara vez se da sin controversia. Una reacción anti-humanista y pro-ascetismo liderada por el fraile Girolamo Savonarola (1452-1498 EC) brevemente envolió a Florencia en una agitación. Savonarola alentó a sus seguidores a destruir las pinturas, los instrumentos musicales, los textiles finos, las joyas, los libros humanistas (como los trabajos de Boccaccio), y otras posesiones supuestamente pecaminosas. La quema masiva de dichos objetos fue denominada como la “fogata de las vanidades”. El movimiento de Savonarola, algunas veces considerado como un precursor de la Reformación Protestante, eventualmente logró que este sea excomulgado por el Papa. La quema de las llamadas vanidades de Florencia paró y muchas de las obras maestras de la ciudad sobreviven hasta el día de hoy.
Las innovaciones en el comercio, los negocios y la banca ayudaron a hacer de Florencia próspera y los florentinos gastaron sumas enormes en el patrocinio de las artes. Como el escritor Eric Weiner señaló, “La genialidad es cara”. Los comerciantes y banqueros de la ciudad fueron tan importantes para el florecimiento de Florencia como lo fueron para los artistas que ellos financiaron. En retorno, esos artistas realizaron extraordinarios experimentos creativos y produjeron uno de los logros artísticos más notables del mundo. Siendo el centro del Renacimiento, Florencia no solo revivió el conocimiento perdido de los textos greco-romanos sino que revolucionó el arte de una manera que llegaría a definir la pintura occidental. Florencia también es el símbolo de la resiliencia frente a una pandemia. Por estas razones, la Florencia del Renacimiento sin duda merece ser nuestro treceavo Centro de Progreso.
Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 8 de octubre de 2020.