Camino a la democracia de Venezuela: desestatización de la industria petrolera

Anderson Riverol explica que la estatización del petróleo en Venezuela (1975) ha resultado ser muy nociva para el desarrollo y supervivencia de su democracia.

Por Anderson Riverol

La relación entre la democracia, la libertad y la industria petrolera siempre fue algo difícil por la tentación de los gobiernos de apoderarse de los cuantiosos recursos que esta actividad económica genera, pero: ¿el hecho de que un país tenga importantes reservas de petróleo significa que está condenado al autoritarismo de un gobierno?

La mayoría de los países de la OPEP tienen sistemas políticos con poderes ejecutivos dominantes, donde se han dado golpes de Estado recientes o cuentan con poca autonomía institucional. En pocas palabras son países donde sus sistemas de gobierno son monarquías absolutas o democracias en transición donde por lo general la independencia de poderes casi no existe.  

En el caso de Venezuela, donde actualmente hay un debilitamiento en la institucionalidad, podemos recordar que luego de tomar la presidencia de la república el General Juan Vicente Gómez continúo con una política de otorgamiento de concesiones que fueron adjudicadas a sus amigos más cercanos. El 15 de abril de 1914, el primer campo petrolífero venezolano de importancia, Mene Grande, fue descubierto por la empresa Caribbean tras la finalización del pozo Zumaque I. 

Ante el descubrimiento de esta riqueza, intelectuales y políticos venezolanos comenzaron a aportar desde sus espacios ideas para la inversión de los recursos que producía el petróleo. A pesar de que Arturo Úslar Pietri, por ejemplo, expresó la necesidad de sembrar el petróleo para que su renta se transformara en inversión productiva por parte del sector privado, terminó venciendo la consigna de “No más concesiones”.  

Esta se implementó inicialmente durante el trienio adeco (gobierno del partido Acción Democrática), luego fue descartada por Marcos Pérez Jiménez, y finalmente aplicada por Rómulo Betancourt y Juan Pablo Pérez Alfonzo. Todo esto derivó en que la industria petrolera venezolana quedara rezagada en relación con otros miembros de la OPEP, los cuales además de obtener ingresos por barril similares los de Venezuela, aumentaron sus ingresos al incrementar su producción mientras que la producción venezolana languidecía.   

Venezuela, después de haber sido el primer exportador de petróleo del mundo desde 1928 hasta 1970, pasó a segundo plano por decisión propia. Esta política de alejarse de la iniciativa privada fue llevada al extremo con la estatización absoluta en 1975 por parte del gobierno de Carlos Andrés Pérez, volviendo así al estado venezolano en un estado patrimonialista con un contrato fiscal rentista, que no depende de sus ciudadanos para obtener en mayor medida sus ingresos y que reserva para el Estado toda la actividad petrolera.  

Años después, esto permitió que un militar que planteaba la hegemonía política secuestrara la industria petrolera y despidiera por cadena de radio y televisión al personal calificado que aún permanecía en la empresa. Los ingresos petroleros fueron dados a países latinoamericanos para obtener aliados estratégicos o se perdieron gracias a la corrupción imperante que tenía la bandera de la revolución bolivariana.  

Con respecto a la relación democracia-petróleo existen dos posturas: una que cree que el petróleo es el excremento del diablo y otra que considera que el petróleo puede ser un instrumento para el progreso. El sociólogo Larry Diamond de Stanford University sostiene que “El que un país se convierta en productor de petróleo, si es pobre y con instituciones débiles, lo más probable es que la posibilidad de construir una democracia fuerte esté lejos de existir”.  Con respecto a esta afirmación, un requisito para que un país mejore su democracia e instituciones es la claridad de su clase política en cuanto a la importancia de respetar y defiender las iniciativas privadas, tanto nacionales como internacionales. De este modo se puede hacer un balance entre el poder político y económico, entre el estado y el sector privado, balance que, enfocado hacia el crecimiento económico, puede derivar en mejorar la calidad de vida de los venezolanos y consolidar la democracia en dicho país.  

Por otro lado, la socióloga Isabel Pereira de la Universidad Central de Venezuela dice: “El petróleo es maléfico si se convierte en soporte de gobiernos antiliberales, desconocedores de los derechos humanos y la libertad individual. El petróleo no es el excremento del diablo, es un recurso que pueden los seres humanos utilizar como motor para desarrollar nuestras actividades”.  

Considerando lo expuesto por la socióloga Pereira, coincidimos en que la dicotomía entre la democracia y la industria petrolera solo depende de los gobernantes y su pretensión de ser autoritarios, como sucedió en Venezuela, o de ver al petróleo como un sector más que puede apoyar de forma importante a la economía sin volverse esta totalmente dependiente de él. Un ejemplo de esto es el descubrimiento de petróleo en EE.UU. cuando el coronel Edwin Drake en 1859, cuatro años antes de que John D. Rockefeller se incorporara al negocio petrolero, inesperadamente hiciera el descubrimiento que le permitió iniciar la explotación a gran escala. Este fue un episodio histórico que para muchos inició la era del oro negro. Ante este descubrimiento, Mark Twain afirmó que se empezaría a vivir una nueva época dorada, que serviría a la sociedad entera y no para la explotación exclusiva de sus descubridores ni mucho menos el estado.  

En conclusión la única forma de que un Estado explotador de petróleo tenga democracia, siendo débiles sus instituciones, es que se desestatice la industria petrolera, se diversifique su economía y se respeten los derechos de propiedad para incentivar la inversión dentro del país que terminará por mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y con libertad política se establezcan reglas del juego claro para la consolidación de la democracia y la libertad.  

La solución para Venezuela es desestatizar nuestra industria petrolera para que el estado venezolano deje de ser un estado patrimonialista, con un sector petrolero atrasado y sin la posibilidad de que se realicen las inversiones que solo se pueden hacer desde el sector privado. Al tener un gobierno que no pueda usar nuestra industria como chequera y gastar los recursos en lo que desee, seremos más libres, independientes y nuestra democracia podría ser mucho más fuerte. Con esta reforma, entre muchas otras, Venezuela podría volver a ser ejemplo de desarrollo económico, estabilidad social y república democrática liberal.

Bibliografía:

Pereira Pizani, Isabel. La quiebra moral de un país. Caracas, Artesanos Editorial, 2013.

Rodriguez Sosa, Luis; Rodríguez Pardo, Luis. El petróleo como instrumento de progreso. Caracas, Editorial IESA, 2012.

Oropeza, Luis José. Venezuela: fábula de una riqueza. Caracas, Artesanos Editorial, 2014.

Pascal, Salin. Liberalismo. Madrid, Unión Editorial, 2008.

Oteyza, Carlos. Documental El reventón. Los inicios de la producción petrolera en Venezuela. Caracas, 2008.