¿Cambiará Obama la 'Guerra contra el terrorismo' de Bush? Ojalá

Malou Innocent comenta los probables cambios en la estrategia estadounidense en Afganistán, Irán, Irak y Pakistán.

Por Malou Innocent

El Presidente electo Barack Obama reafirmó su postura de terminar con la Guerra en Irak y reenfocar nuestra atención en Afganistán. Para hacer ambas cosas, Obama debe hacer más que fijar un calendario ambicioso u ofrecer proyectos confusos con detalles poco claros. Debe ser fiel a su lema de campaña de que cambiaría, fundamentalmente, la orientación ideológica de la política exterior estadounidense: finalizar la misión iraquí requerirá involucrar a Irán, resolver el conflicto en Afganistán significará dialogar con los terroristas.

Obama definitivamente efectuará un “cambio” si se compromete a dialogar directamente con Irán. En su opinión, la estabilidad que buscamos en Irak es imposible a menos que hagamos un esfuerzo concreto en inducir a los actores que rodean Irak a ser responsables de lo que ahí sucede. Para Obama, eso puede suceder sólo si negociamos abierta y maduramente y sin condiciones previas con Irán.

Desde 1979, cuando un grupo de estudiantes iraníes tomaron la embajada norteamericana en Teherán, EE.UU. ha intentado aislar a Irán internacionalmente. Ocasionalmente, los intereses de Washington y Teherán se vieron alineados, más recientemente cuando Irán apoyó silenciosamente los esfuerzos estadounidenses de derrocar al régimen Talibán en Afganistán. Sin embargo, hoy Irán posee un creciente programa nuclear, la población mas grande de la región, un arsenal de misiles balísticos en expansión, y extiende su alcance a través del patrocinio de un efectivo tercero: el grupo shiita libanés, Hizbullah. La estrategia de 30 años de EE.UU. de aislar el régimen clérico de Teherán claramente no ha funcionado. Si las vías diplomáticas continúan cerradas, la estabilidad en Irak se tornará imposible.

Bajo una administración de Obama, salir de Irak significaría adentrarnos más profundamente en Afganistán, país que para el presidente electo debería ser “la mayor prioridad en materia de seguridad nacional”. Su plan es retirar las tropas de combate estadounidenses de Irak dentro de los próximos 16 meses y, posiblemente, dejar 60.000 de respaldo. Obama está con suerte. A principios de mes el congreso iraquí aprobó el Acuerdo de Condición de las Fuerzas con los Estados Unidos, el cual delinea las condiciones bajo las cuales las tropas estadounidenses podrán permanecer en Irak. Bajo este acuerdo, las tropas estadounidenses se retirarán para el final de 2011. Una retirada para el 2011, aprobada por el congreso iraquí, es cronológicamente compatible con el plan de retirada dentro de los 16 meses de Obama (solo hay una diferencia de siete meses). Este plan no sólo le daría a Obama un poco de libertad de acción con respecto a su promesa de campaña sino que también libraría a tropas que estaban en Irak para poder usarlas en Afganistán.

En el frente afgano de la tal llamada “guerra contra el terrorismo”, la Casa Blanca y el Centro de Comando de EE.UU. (CENTCOM, por sus siglas en inglés) están considerando nuevos métodos para estabilizar al país azotado por la guerra. Uno de los planes es despegar a las tribus Pashtun de elementos fuertes del Talibán, una política con matices que requerirá de un diálogo con importantes insurgentes pro-Talibán. La próxima administración ha señalado que considerara adoptar esta postura. Si lo hace, Obama cumplirá con otra promesa electoral: prestar atención a lo que los generales de la armada—que de hecho están en el lugar del conflicto—tienen que decir. Algunas semanas atrás, el Director General de CENTCOM, David Petreaus, dijo que una nueva estrategia estadounidense en Afganistán podría incluir una reconciliación con los insurgentes del Talibán. Un potencial problema del esfuerzo de Estados Unidos y de la Otan en Afganistán son los militantes que están ingresando por la frontera con Paquistán. El aval de Obama para continuar con los ataques unilaterales de misiles y con las incursiones comando en tierra paquistaní (una continuación de las políticas de Bush) tendrá repercusiones en toda la sociedad tribal, incentivando a los insurgentes a fustigar al gobierno de paquistaní y a socavar la autoridad de sus líderes. Por suerte, Barack Obama fue bienvenido masivamente en Paquistán. Si Obama se muestra capaz de mejorar la reputación estadounidense en el exterior, seguramente sus políticas serán aceptadas más rápidamente que aquellas de su predecesor.

Pero involucrarse en ambos frentes puede resultar desalentador. Sin duda para Irán y sus consecuencias en Irak, los dirigentes de Teherán pueden rehusarse a negociar o demandar demasiado a manera de concesiones. En Afganistán, conversaciones con los combatientes que luchan día a día pueden no tener impacto alguno en la decisión los líderes de terminar con la violencia o detener el reclutamiento. Pero para poder manejar el empeoramiento de las condiciones de seguridad en ambos países, Obama deberá tener éxito donde Bush fracasó. En Irak, los tibios intentos de Bush y los varios rechazos a hablar con nuestros enemigos en la región, cargaron injustamente a nuestras fuerzas armadas con la responsabilidad de alcanzar objetivos poco realistas. En Afganistán, la administración de Bush ignoró la historia social y étnica de ese país y solamente hace poco consideró la posibilidad de pedir ayuda a los líderes de las tribus, cuya ayuda ha demostrado ser crucial para la lucha que lleva a cabo la OTAN contra el Talibán.

Establecer las condiciones para el diálogo requiere de una comprensión de nuestros adversarios y una adaptación de nuestra política a ese entendimiento. Salvar a EE.UU. de una derrota en ambos frentes requerirá mas que ilusiones, ideología ciega, y un irresponsable rechazo a considerar el beneficio mutuo del diálogo. Se necesitará de un visionario audaz con la voluntad de iniciar una diplomacia sólida y pragmática.