Bolivia: La quinta fase
Oscar Ortiz Antelo comenta un ensayo del vicepresidente de Bolivia en el que este "procura justificar los problemas que está sufriendo el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), particularmente al enfrentarse con los sectores sociales que le dieron sustento popular y la causa moral para llegar al poder".
El vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, publicó recientemente un ensayo al que denominó "La quinta fase del proceso de cambio: Las tensiones creativas de la Revolución". En el procura justificar los problemas que está sufriendo el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), particularmente al enfrentarse con los sectores sociales que le dieron el sustento popular y la causa moral para llegar al poder.
En efecto, el vicepresidente trata de argumentar que en esta quinta fase, en la que toca consolidar el Estado Integral (¿eufemismo para totalitario?), se produce una tensión entre las centralidad de las decisiones, que caracteriza al nuevo Estado con la descentralización de las decisiones a la que están acostumbrados los movimientos sociales. Tensión entre un Estado que desarrolla cada vez mayores funciones y prestaciones que antes eran asumidas por las organizaciones sociales y que hoy deben entender que deben cederlas a la nueva hegemonía estatal.
La verdad es que a pesar de toda la solemnidad teórica que trata de imprimir Álvaro García a su justificación de los gravísimos conflictos de que ha enfrentado el gobierno en los últimos doce años, no deja de ser un intento vano frente a una realidad cada vez más evidente de expectativas frustradas, de quienes creyeron que con Evo Morales y el MAS, les había llegado la hora de ser incluidos y salir de la pobreza, de quienes se tomaron en serio sus promesas socialismo radical o de plurinacionalismo integral, de quienes creyeron que con una nueva constitución viviríamos como en Suiza.
Los conflictos que se vivieron en los meses previos a la publicación del ensayo vicepresidencial, fueron caracterizados por demandas sociales que no tenían nada que ver con ninguna revolución. Demandas de desarrollo regional en Potosí, de apoyo al desarrollo productivo en Caranavi, de incrementos salarial para maestros, mineros y otros sectores por el alza en el costo de la canasta familiar, de protesta por el alza del precio de los combustibles mediante el ya famoso gasolinazo. Será que en nombre de la revolución, estos sectores ya no tendrían que reclamar el cumplimiento de las promesas que el mismo gobierno les hizo, o el desarrollo regional que hace décadas vienen demandando.
Después del ensayo viene el conflicto del TIPNIS, en el cual el MAS y el presidentes Morales se enfrentan a los pueblos indígenas minoritarios del oriente y del occidente por la construcción de una carretera que cruza un parque y territorio indígena, que muchas de las actuales autoridades habían apoyado en su diseño y consolidación. Este conflicto, que aun no ha sido resuelto, deja al MAS sin dos de sus principales banderas, el indigenismo y el ambientalismo.
Podríamos preguntarnos entonces, cual es la verdadera fase. En mi opinión, la más peligrosa para un gobierno, la de las expectativas frustradas, aquella que marca el declive de los liderazgos, la que marca el camino, muchas veces lento pero inexorable hacia un nuevo cambio, en el cual la gente buscará otros líderes y otras alternativas.