Bochinche no

Carlos Alberto Montaner señala que "Si uno se guía por las informaciones de los telediarios o las páginas de los periódicos, parece que [España] está a las puertas de una revolución social. Pero si uno toma en cuenta el resultado de los comicios, la conclusión es la opuesta: la sociedad quiere resolver sus dificultades dentro de las instituciones y con arreglo a la ley".

Por Carlos Alberto Montaner

Primera noticia. Madrid. Los ‘indignados’ ocuparon un hotel clausurado, muy cerca de la Puerta del Sol, y allí asentaron su cuartel general. Uno de los grandes diarios del país le dedicó 7 páginas a las protestas de los ‘indignados’. A juzgar por los medios de comunicación, parece que es un movimiento que responde y representa al grueso de la sociedad española.

Por su propia naturaleza (antiestablishment, anticapitalista, antiliberal), los indignados se presentan como un grupo contestatario de izquierda. Para muchos de ellos, la democracia representativa está liquidada. Supuestamente, murió como consecuencia de su incapacidad para generar la riqueza que se requiere para sostener lo que en Europa llaman el Estado de Bienestar.

Segunda noticia. Madrid. Las encuestas nacionales sobre las próximas elecciones de noviembre auguran un triunfo demoledor del centro-derecha. Se pronostica que el Partido Popular obtendrá la mayoría absoluta. El señor Mariano Rajoy, un abogado y registrador de la propiedad, ocupará pronto el Palacio de la Moncloa. Los comunistas apenas obtendrán el 3,5% de los sufragios y los socialistas rondarán el 30.

Sospecho que en EE.UU. sucede lo mismo. Si uno se guía por las informaciones de los telediarios o las páginas de los periódicos, parece que el país está a las puertas de una revolución social. Pero si uno toma en cuenta el resultado de los comicios, la conclusión es la opuesta: la sociedad quiere resolver sus dificultades dentro de las instituciones y con arreglo a la ley.

En realidad, eso es afortunado. Si algo se ha podido comprobar a lo largo de más de dos siglos, es que la democracia representativa, en sociedades gobernadas por constituciones y leyes que limitan el poder de los funcionarios y salvaguardan los derechos individuales, es el mejor sistema que se conoce para solucionar pacíficamente los conflictos, renovar las clases dirigentes, transmitir la autoridad, superar las crisis y continuar aumentando el perímetro y la calidad de vida de las clases medias, pese a los obstáculos y contramarchas que a veces surgen en el camino.

El mejor ejemplo de la capacidad “revolucionaria” de la democracia liberal para reinventarse es la Inglaterra de posguerra. A partir de 1945, el laborista Clement Atlee sorpresivamente derrotó al conservador Winston Churchill y comenzó una era de estatizaciones y de aumento casi sin freno del paternalismo estatal. Pero, poco a poco, se comprobó que ese socialismo conducía a la improductividad y al empobrecimiento. Había que reemplazarlo. Afortunadamente, dentro de las instituciones y sin violencia, la sociedad rectificó el rumbo y Margaret Thatcher comenzó el desmantelamiento del Estado de Bienestar, tarea que luego mantuvo y profundizó el laborista Tony Blair.

Democracia sí, bochinche no, parece ser la consigna profunda de los pueblos.

Artículo de Firmas Press
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