El discurso civilizado de Bill Maher es algo serio

Erec Smith dice que si Bill Maher y Donald Trump pueden mantener una conversación agradable y generadora, quizá todos podamos.

Por Erec Smith

Recientemente, en Realtime with Bill Maher, el presentador del programa dedicó una buena parte de su tiempo de emisión a hablar de su reunión con el presidente Donald Trump, un encuentro en el que aparentemente medió el músico Kid Rock. Maher, que no se ha contenido a la hora de criticar al presidente, se alegró de anunciar que la reunión había ido bien. El Presidente Trump, que tampoco ha tenido pelos en la lengua a la hora de hablar de Maher, e incluso le ha demandado por difamación, le aceptó con gracia y buen humor.

Por ello, Maher quedó gratamente sorprendido. El encuentro le mostró una faceta de Trump que no esperaba: un hombre afable y de buen humor que hablaba de buena fe. Aunque Maher insiste en que "no fue MAGA" y seguirá criticando al presidente, la reunión le dio la esperanza de que se puede encontrar un terreno común. Este evento es un testimonio del poder del discurso civil; puede salvar divisiones, innovar y mitigar la demonización de los percibidos "otros". Todas estas son cosas que se necesitan desesperadamente en los Estados Unidos de hoy.

Hablar es especialmente importante en una sociedad libre y pluralista en la que los distintos puntos de vista no sólo están presentes, sino que se fomentan. En un lugar donde el desacuerdo es casi inevitable, haríamos bien en encontrar la mejor manera de tratar ese desacuerdo. A lo largo de la historia, estos desacuerdos se han resuelto mediante la violencia u otras formas de coerción. Hablar puede ayudarnos a eludir esas "soluciones". Hablar es el pegamento que mantiene unida a la sociedad civil.

El hecho de que Maher cuente su experiencia es un apoyo tácito al discurso civil. El objetivo del discurso civil no es sólo la persuasión y la deliberación. Se trata también de comprender. En Coming to Public Judgment: Making Democracy Work in a Complex World , el científico social Daniel Yankelovich definió el discurso civil como "un discurso que no pretende insultar o ganar puntos, sino comprender el razonamiento y los valores del otro, incluso cuando no se está de acuerdo". El discurso civil puede ser una forma de humanizar a personas que se consideran demasiado inhumanas para tomarlas en serio. El hombre del saco se convierte, simplemente, en alguien que no está de acuerdo contigo.

Malinterpretar a los discrepantes es un problema que la mayoría de la gente no memoriza porque está tan segura de que ya conoce el corazón y la mente de los oponentes sociopolíticos. Por eso el filósofo I.A. Richards define la retórica –o el arte de la persuasión– como "el estudio de la incomprensión y sus remedios". Quizá el punto en común más importante que pueden tener dos personas que discrepan es el conocimiento de que ambas son meros seres humanos en busca de respuestas.

Según Maher, la auténtica conversación que mantuvo con un oponente sociopolítico dista mucho de su experiencia con los demócratas, a los que de hecho votó. Los demócratas, especialmente a medida que se avanza hacia la izquierda del espectro político, suelen considerar tabú hablar con el enemigo. Esta falta de disposición a hablar con los detractores, según Maher, es "emblemática de por qué los demócratas son tan impopulares hoy en día".

Abordando esta falta de voluntad para hablar, Maher dijo durante su monólogo: "No hablar, ¿en contraposición a qué? Escribir el mismo editorial por millonésima vez y dar discursos de 25 horas al viento. ¿En serio, eso es lo que tienen los liberales?". Aparentemente, sí, eso es lo que tienen los liberales.

Sin embargo, mucha gente de izquierdas, y cada vez más de derechas, considera que hablar es, en el mejor de los casos, una pérdida de tiempo y, en el peor, una dignificación de las opiniones erróneas de los demás. ¿Por qué? Creen que servir de plataforma –dar voz a un discrepante– sólo puede contribuir a que ese discrepante difunda sus malas ideas.

Además, existe la creencia generalizada de que las palabras pueden ser un tipo de violencia equivalente al abuso físico. Otros creen que el debate es ineficaz o contraproducente, sentimientos reflejados en el imperativo "No alimentes a los trolls". Se puede deducir que los que más quieren revolucionar la sociedad son los que menos respetan el discurso civil. Hablar es bueno para la revisión, pero perjudicial para la revolución. Humanizar a quienes abrazan y se benefician de la sociedad que uno intenta derrocar sólo ralentizará el avance hacia ese objetivo.

Afortunadamente, la mayoría de los estadounidenses elegirían la revisión o la revolución. Los políticamente agotados entre nosotros pueden encontrar algo de aire fresco en las verdades y sentimientos expuestos en una conversación de buena fe. Como mínimo, puede ayudarnos a estar mejor informados sobre ciertas cuestiones y, de nuevo, a evitar soluciones más violentas a los problemas. Los políticos que ven en la conversación un peligro para sí mismos y sus agendas políticas parecen descuidar cómo el no hablar puede representar un peligro para la nación en su conjunto.

Maher aceptó esta reunión con Trump porque, como dijo, "tiene que haber algo mejor que insultarse a 5.000 kilómetros de distancia". Lo hay; Maher y Trump parecían ejemplificarlo juntos. Si Bill Maher y Donald Trump pueden mantener una conversación agradable y generadora, quizá todos podamos.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 15 de abril de 2025.