Biden debe decir no a otra guerra en Oriente Medio
John Hoffman y Justin Logan sostienen que a medida que se hacía más evidente que Netanyahu veía con buenos ojos la escalada, la administración Biden debería haber dejado de subvencionar la política israelí y dejado claro que las tropas estadounidenses no seguirían el ejemplo de Netanyahu.
Por Jon Hoffman y Justin Logan
Tras la invasión israelí de Líbano y los subsiguientes ataques de Hezbolá e Irán contra Israel, Oriente Medio está al borde de una guerra en toda la región, con una alta probabilidad de implicación directa de Estados Unidos. El presidente Joe Biden, advirtiendo que "la guerra total es posible", está enviando tropas adicionales a Oriente Medio.
Esto es un error. Estados Unidos no tiene ningún interés en Oriente Medio que justifique otra guerra allí. Además, la política estadounidense en Oriente Próximo ha contribuido a conducir al actual precipicio, en detrimento de la estabilidad regional y de los intereses estadounidenses. Si Washington desea realmente sacar a Oriente Medio –y a Estados Unidos– del borde de la guerra, ahora es el momento de demostrarlo con un verdadero cambio de política.
Después de casi un año, la campaña militar de Israel no ha logrado sus dos objetivos principales: la eliminación total de Hamás y la devolución de los rehenes secuestrados durante el ataque de Hamás del 7 de octubre. Los funcionarios estadounidenses creen que Israel ha logrado todo lo que podía militarmente en Gaza, mientras que el establishment de defensa israelí considera que los dos objetivos principales de la guerra son mutuamente incompatibles.
Tras el atentado terrorista de Hamás en Israel el 7 de octubre del año pasado, la guerra de Israel en Gaza ha llevado a Oriente Medio al borde de una guerra en toda la región.
No obstante, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha ampliado la guerra al Líbano.
También allí parece improbable que Israel alcance sus objetivos declarados de devolver a los israelíes a sus hogares en el norte o disuadir a Hezbolá. En su lugar, parece más probable que la medida provoque una guerra regional en la que participen Irán y, posiblemente, Estados Unidos.
En el último año, el comportamiento de Israel ha sugerido que estaba dispuesto a arriesgarse, si no a provocar deliberadamente, una escalada que incluyera a Irán. En julio, Israel mató al líder de Hamás –y negociador del alto el fuego– Ismail Haniyeh en el interior de Teherán. Irán respondió con un bombardeo de misiles y aviones no tripulados que, en gran medida, estaba coreografiado de antemano y tuvo un efecto mínimo sobre Israel.
Más recientemente, Israel lanzó una oleada de ataques aéreos en todo Líbano, que causaron la muerte de más de 1.000 personas y desplazaron a más de un millón. Los ataques también mataron a Hassan Nasrallah, el antiguo jefe de Hezbolá. Ahora, Netanyahu está procediendo a una creciente invasión terrestre de Líbano y, según se informa, está considerando ataques directos contra Irán.
Existen precedentes de que Israel busque la guerra entre Estados Unidos e Irán. Las últimas cinco administraciones presidenciales estadounidenses, desde hace casi tres décadas, se han enfrentado a la presión de Netanyahu para entrar en guerra con Irán. En abril, el propio presidente Biden expresó en privado su temor de que Netanyahu esté intentando arrastrar a Estados Unidos a un conflicto regional más amplio.
El Líbano representa un punto álgido especialmente peligroso debido a las grandes posibilidades de que se produzca una escalada en toda la región que podría incluir a las fuerzas estadounidenses. El jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, Charles Q. Brown, advirtió este verano que un conflicto de este tipo bien podría arrastrar tanto a Irán como a Estados Unidos, e incluso si se limitaba a Hezbolá, había límites a la cantidad de protección que el ejército estadounidense podía proporcionar a Israel.
A pesar de las ilusiones en sentido contrario, Estados Unidos sigue metido hasta la cintura en Oriente Medio. En Irak y Siria, las tropas estadounidenses son extremadamente vulnerables, habiendo sido atacadas más de 170 veces desde octubre de 2023. En Yemen, Estados Unidos ha gastado más de mil millones de dólares luchando en una campaña militar sin fin contra el movimiento Houthi, que los oficiales de la Marina estadounidense describen como la batalla naval en curso más intensa que Estados Unidos ha librado desde la Segunda Guerra Mundial. Tras matar a Nasralá, Israel pidió a Estados Unidos que tomara medidas para disuadir una respuesta iraní.
Por su parte, la administración de Biden sigue emitiendo filtraciones anónimas y lastimeras a la prensa que transmiten la creciente "frustración" de Biden con Netanyahu. Los informes de que Washington "ha perdido la confianza" en el gobierno israelí o que se siente "engañado" por Netanyahu son ya habituales.
Pero esta retórica no supone más que las anteriores filtraciones estratégicas del descontento del presidente con el primer ministro: palabras vacías diseñadas para desviar las crecientes críticas internas. Pocos días después de que Israel iniciara la escalada en el Líbano, Estados Unidos aprobó una ayuda militar adicional de 8.700 millones de dólares para Israel. Aunque Biden dice que se opone a la escalada, ¿por qué iba Netanyahu a someterse a las prerrogativas de Estados Unidos si el dinero y las armas siguen fluyendo y los estadounidenses siguen ayudando a defender su país?
La política estadounidense en Oriente Medio se ha descontrolado en el último año. A medida que se hacía más y más evidente que Netanyahu veía con buenos ojos la escalada, la administración Biden debería haber dejado de subvencionar la política israelí y dejado claro que las tropas estadounidenses no seguirían el ejemplo de Netanyahu. Esta puede ser la última oportunidad para que lo hagan.
Este artículo fue publicado originalmente en Newsweek (Estados Unidos) el 10 de octubre de 2024.